¿Quién manda a quién?
La otra tarde escuché a una señora regañando a Borges, Petkoff y Rosales a través de la llamada que hacía a un programa televisivo. Con tono “golpeado” les indicaba tajantemente la conducta política que debían adoptar, señalándoles que “el pueblo” los rechazaría si no cumplían al pie de la letra lo que ella les ordenaba. Ciertamente esa dama no tiene problema alguno de autoestima, al contrario, pretende, sin rubor, que la experiencia acumulada por estos tres políticos se subordine a sus antojos.
Invito a que pensemos cuántas veces no hemos actuado de manera similar a la señora de marras. Porque en estos años muchos nos hemos involucrado de “pata y cabeza” en la política, lo cual ciertamente refuerza nuestro derecho a pensar con cabeza propia. Pero también deberíamos ser conscientes de que en asuntos tan complejos no necesariamente lo que cada uno piense debe erigirse en la norma de acción de todos los demás. Creerlo así sería incurrir en un ridículo ombligo-centrismo. Yo encuentro demasiados ejemplos de tan infantil conducta a cada rato. Algunos no agarran “mínimo” y pretenden incluso no que todos seamos iguales sino que los demás acaten lo que ellos piensen. Véanse si no las declaraciones destempladas de media docena de improvisados aspirantes presidenciales, conocidos solamente por su familia y amigos, intentando dictarle pautas a Rosales, Borges y Petkoff…
Decían los latinos que “en el medio está la virtud”. En esta Venezuela descuadernada, de un lado muchos, ilustrados algunos y otros no tanto, solamente saben decirle amén a las ocurrencias y querencias de su caudillo. Se humillan constantemente, pero en cuanto actores políticos adquieren la fuerza de la compacta cohesión. Del otro lado, lo que abunda en cambio es la anarquía, la dispersión, la atomización. Está bien, que cada quien piense con cabeza propia, pero que se valoren las trayectorias y tengamos el pragmatismo humilde de sujetar nuestra conducta en torno a las complicadas elecciones presidenciales a lo que decidan quienes, con suficiente soporte, efectivamente lideran al campo opositor. Ni calvo ni con dos pelucas. Ni el vasallaje sumiso, ni la altanera atomización anarquizante.
