Opinión Nacional

Reconciliación, no más odio

En esta Venezuela dividida hay una cosa en la que todos estamos de
acuerdo: la revolución es un proceso en marcha. Motorizado por el
discurso de la lucha de clases (pobres contra escuálidos), es también
una revolución « armada, que vino para quedarse », y que juega duro,
violando los derechos civiles y políticos de millones de venezolanos
que se atrevieron a ejercer el derecho constitucional de solicitar un
referéndum revocatorio presidencial. La promesa de enterrar la lista
Tascon es simplemente imposible de cumplir por este gobierno, si es
que jamás hubo la intención de hacerlo; ya existe la nueva lista
Maisanta.

Es esta también una revolución que ha acabado con la división de
poderes para apropiarse del Estado. Hoy controla desde la Oficina
Nacional de Estadísticas hasta el propio Tribunal Supremo, pasando por
PDVSA, la Fuerza Armada, el Banco Central y el CNE. Es una revolución
que genera consumo pero no inversión, liquidez pero no riqueza
productiva; becas pero no empleos dignos y bien pagados. Y que provoca
a los Estados Unidos para seguirse armando, sin que se sepa contra
quien utilizará esas armas algún día. Esta revolución no es un
proyecto de nación, es un proyecto de poder, y se conduce de manera
cada vez más arbitraria y peligrosa.

También es esta una revolución que se radicaliza en un año electoral,
cosa curiosa solo en apariencia. Tiene todo sentido si se parte de la
convicción del gobierno de que esta oposición dividida no tiene
posibilidad alguna de ganar la presidencia en Diciembre, y que vale la
pena aprovechar el 3D para legitimar de una vez el salto final al
autoritarismo puro y duro. Las revoluciones no se hacen en democracia,
y este gobierno parece no poder esperar el momento de quitarse esa
camisa de fuerza que es la legitimidad electoral. No hay que
engañarse, una victoria de Chávez el 3D seria usada para entronizar
definitivamente al líder máximo, indiscutido y todopoderoso.

Chávez sin embargo no sigue en la Presidencia solo porque habla
bonito. Muchas de las misiones están cumpliendo una función
indispensable para muchísimos electores pobres, y aunque no cubra el
60% de la población que cae en esa categoría, las expectativas que ha
creado ya no pueden ser desconocidas. La polarización política ha
hecho de la erradicación de la pobreza una prioridad nacional
irreversible, y la recuperación de nuestra gobernabilidad democrática
pasa por la solución de esta tragedia nacional.

La consecuencia inevitable ha sido que el espectro político todo se ha
rodado a la izquierda, haciendo impensable el regreso a la ultrajante
situación de egoísmo y de insensibilidad hacia los pobres y excluidos
que caracterizó la última parte de la 4ta República. Pero la
alternativa de permitir la instauración de un régimen abiertamente
autoritario, que es lo que nos espera si el voto democrático se diluye
en varios candidatos y reelegimos a Chávez en Diciembre, es igualmente
inaceptable.

Chávez es perfectamente derrotable en Diciembre, pero no con jingles,
ni por cualquiera. Requerirá no solo del voto del 38 al 42% de
electores tradicionalmente opositores, casi sin abstención, sino
también del de los ex-chavistas decepcionados por la peligrosa y
estridente radicalización, así como del voto de un buen numero de
chavistas demócratas deseosos de transformar el MVR en un verdadero
partido político y temerosos de perderlo todo en manos de un líder
cada vez mas impredecible. Son los que no verían mal una derrota del
Presidente para luego hacerse del partido y del poder por la vía
democrática. El centro derecha y la derecha democrática no tienen
posibilidad de ganar el 3D, y necesitan privilegiar la construcción de
una nueva democracia por encima de su legítima aspiración de poder,
que le llegara cuando Venezuela salga de su grave crisis social y
recupere su gobernabilidad democrática. Nuestra estabilidad social y
política pasa por un desarrollo acelerado en democracia, con servicios
sociales de calidad y muchos, cada vez más, empleos bien pagados. Un
programa moderno de izquierda, como los de Lula y Lagos.

La estrategia de los demócratas que quieran evitar lo que significaría
la reelección de Chávez requiere por tanto de un programa que
satisfaga las aspiraciones de los antes social y económicamente
excluidos, y de un solo candidato capaz de hablarle a toda Venezuela.

Tendría que ser un hombre de estado y un demócrata a carta cabal, un
luchador con la visión y la valentía para traer este barco averiado a
buen puerto. Un hombre del calibre de Rómulo Betancourt. Teodoro
Petkoff reúne todas las condiciones para dirigir la construcción de
esa una nueva democracia solidaria que asegure la reconciliación a los
venezolanos.

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