Opinión Nacional

Refutación a Américo Martín

El jueves 18 de marzo, el Director de Analítica, Emilio Figueredo, escribió  un breve Editorial, con el título “Divide y reinarás”. Subsiguientemente, Américo Martín, amigo de muchos miembros de Analítica Premium, entre los cuales me encuentro, publicó una réplica irónica y agresiva. Inmediatamente después de escribir su Editorial, Figueredo –después de conocer algunas opiniones contrarias- las aceptó y me solicitó escribir una redacción rectificatoria. Acepté hacerla después de conversar con él sobre el contenido de lo escrito por Américo y advirtiéndole que divergía bastante de ello, y lo expresaría. Esto haré, pues, no sin antes agradecer la confianza de mi otro amigo.

            El desorden con que Américo escribió su artículo me obligó a hacer mi propio ordenamiento de algunos textos, con la venia del lector.

I

“La principal astucia del diablo es hacernos creer que no existe. Parodiándolo: la principal astucia de Chávez es hacernos creer que es invencible. Y por lo tanto, pretende arrastrar a la disidencia a que le resuelva sus propios problemas. Si nos abalanzáramos contra Falcón, centro de la principal crisis interna del chavismo, estaríamos sirviéndole inocentemente al caudillo en su ofensiva por contener efectos cismáticos. La oposición no hará eso, y no precisamente por cándida, sino porque ya no lo es, ni se deja manipular, ni se desvía hacia lo que quiere el otro. Es como si en lugar de combatir la política eléctrica del régimen nos lanzáramos contra el Niño.”

            Ni analítica  Premium como institución, ni el Editorial escrito por su Director, sobre el cual todos (él incluido) tenemos desacuerdos, se han abalanzado contra Falcón. En cambio, Américo –partidario exultante de Falcón-  se lanzó contra Emilio, el cual hizo una advertencia pertinente sobre aquél, aun cuando en términos que apuntaban en sentido no  acertado y, por ello, contraproducente. Pero, en mi opinión, él no es el centro de la principal crisis del chavismo. O Américo ha escrito una “exageración pedagógica” o se ha equivocado hondamente. Si tal fuera el caso, le pido que rectifique, cuando le sea posible. Por el bien de Venezuela.

¿Oposición o disidencia?

            Comienzo por discutir sobre tales términos porque disiento mucho de lo que Américo entiende sobre ellos. No me refiero a una cuestión semántica, sino a una cuestión política. Américo tiene tanto temor por el uso del primero, que nunca lo utiliza. O, al menos, casi nunca. Tengo la fuerte impresión de que lo excluye de sus discursos, declaraciones, conferencias, conversaciones y escritos porque teme perder  apoyos o adhesiones. Algo semejante le sucede con el término “izquierda”. Puedo decir que lo comprendo; pero no concuerdo ni concordaré con él. Lo cual no impide que tengamos una relación de cercanía. Si los lectores tienen dudas o desacuerdos con estos juicios míos, los invito a verificar que la palabra “izquierda” no aparece en lugar alguno del reciente artículo de Américo. ¿Acaso esa palabra es maléfica? Júzguenlos ellos.

La cuestión de Falcón.

            Ya está dicho que Emilio se equivocó al emitir un precipitado juicio especulativo sobre los efectos de la deserción de Henry Falcón. Empero, Américo se ha sobregirado en la valoración de tal hecho, y eso lo conduce a cometer otros errores.

            Es obvio que Falcón dió al PSUV y a Chávez un golpe importante, pero no uno grave y determinante. Al retirarse  del partido oficial buscó el cobijo del PPT, el más servil de todos. Lo hizo porque no tenía otra opción que adueñarse de esa organización para mantenerse en el campo oficialista y aspirar a seguir siendo una figura prominente del chavismo.

            Falcón, como se sabe de sobra, hizo público un valiente mensaje al Jefe del Gobierno y pensó que sería llamado a conversar, porque Chávez necesitaba de él. Pero olvidó que Chávez no tiene interés en facilitar el ascenso de otra figura emergente, y menos la de alguien que se alió con un pequeño partido, a cuyo jefe considera traidor. El líder de la “revolución” no necesita a Albornoz, pero éste sí a él. Tampoco necesita mucho a Falcón. Antes que “darle cuerda” prefiere sacarlo. En ello se manifiesta el carácter vengativo de su psiquis desequilibrada.

            Américo piensa lo contrario de lo que afirmo:

“Quitarle competencias a Falcón, echarlo del PSUV, desacreditarlo, tratar de arrancarle seguidores, calumniarlo ante el país, son decisiones que dejan cicatrices profundas, las cuales, como el agua derramada, no pueden recogerse. Si se tratara de una sórdida maniobra para lanzar y recoger como un pelele a Falcón, ella no reflejaría astucia del autor, sino una profunda incapacidad e ignorancia que lo hundirá sin remedio.”

            Ese párrafo de Américo tiene dos planteamientos distintos. El primero, que termina en “…no pueden recogerse”, es conceptualmente exagerado, pero tiene algo de cierto. Es verdad que atacar duramente a Falcón deja cicatrices probablemente profundas. En cambio, profetizar el hundimiento “sin remedio”  de Chávez, a consecuencia de la incapacidad y la ignorancia exhibidas en su juego político perverso, es más un deseo del autor que un análisis serio.

II

“Hay otro indicador: las deserciones ocurren allá, no aquí. Nadie va de la disidencia al oficialismo y, en cambio, a cada rato muchos van del oficialismo a la disidencia, sea a la abierta, como Podemos, o a la menos abierta, como hasta el presente Falcón y el PTT. Pero la tendencia, en el marco de la polarización extrema, empuja a compromisos más firmes y completos. Vivimos tiempos de expectativa favorable, no de cuidarnos de nuestro propio avance y del retroceso del contrario, creando una atmósfera hostil contra los desprendimientos de allá.”

            Si bien ya he expresado un claro desacuerdo con el uso de la palabra “disidencia”, expongo nuevos argumentos para rechazarla, en el marco de una argumentación política general.

            Hay en la actual sociedad venezolana corrientes sociales que estaban en el campo del chavismo y se desplazaron hacia el campo de la oposición. Es eso lo que ha determinado que –como muestran las encuestas- haya crecido significativamente el porcentaje de ciudadanas y ciudadanos que se inclinan hacia los partidos que están presentes en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Ellas y ellos no son  disidentes. Son opositores y, en grandes proporciones, no lo esconden. ¡Ese es el fenómeno político descollante desde hace cierto tiempo y en la actualidad! ¡Se sienten y son opositores, Américo! No tienen miedo. Y los que experimentan alguna inquietud, porque llegaron a decidirse tardíamente, se abstienen de decirlo abiertamente a las encuestadoras y los encuestadores. Pero tú, Américo, no entiendes eso, o lo entiendes y no quieres decirlo. Si tú y los adláteres que te acompañan no han querido o no han podido entenderlo, te sugiero que trates de hacerlo. Pero no den el espectáculo de estar en las nubes, o en tus nubes. Y, en todo caso, traten de no estar dando clases sobre disidencia al bravo pueblo, que muy probablemente se pregunte ¿con qué se come eso, señor?

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