Opinión Nacional

¿Revolucionario no entrega Gobierno?

Si como dice Octavio Paz, es el lenguaje el que condiciona el pensamiento y no al revés, de las mentes de Chávez y de los otros que ejercen funciones de gobierno, desapareció la democracia porque no la nombran. La palabra revolución impregna el vocabulario propagandístico del gobierno chavista donde todo es reducido a propaganda, como corresponde al accionar protototalitario de unos aspirantes a “permanecer en el poder durante mil años” (Hitler dixit). No mencionan la palabra democracia, y hace unos cuantos años que dejaron de invocar la voluntad del “soberano” -el pueblo que se expresa en las urnas electorales-, como fundamento y razón de las acciones que, por mandato, ejecuta de gobierno.

Tres hechos, a mi juicio, precipitan el desembozo de la vocación totalitaria de la dirigencia chavista y la decisión de implantar como fuere un gobierno de corte dictatorial con una coartada socialista y antiimperialista: el primero fue el golpe de Estado que contra el gobierno de Chávez orquestaron sectores de la derecha económica venezolana, un sector religioso de extrema derecha y unos cuantos generales y coroneles, que culminó con la entronización (se juramentó como Bonaparte lo hizo, salvando los escenarios) de Carmona Estanga por parte de los militares golpistas durante unas 48 horas; el segundo fue el llamado paro petrolero que, de manera suicida, pretendió lo mismo que los militares de los días de Carmona solo que ahora la cosa era sin Carmona y, tercero, la derrota (ahora sí) que el pueblo le dio a Chávez cuando rechazó el engendro de reforma constitucional (2007), que pretendía instaurar un régimen a lo Fidel Castro con fundamento en “el soberano”. Ese día, por obra y gracia del discurso del líder, la voluntad soberana del pueblo fue “una mierda” y, a partir de allí, los sustantivos democracia y soberano fueron perdiendo color en los discursos hasta que, de tanto palidecer, desaparecieron. Los sufragios obtenidos por los sectores democráticos en las últimas elecciones parlamentarias (2010) hicieron lo que faltaba: el chavismo perdió en número de votos emitidos, se convierte por segunda vez en minoría electoral y queda claro, una vez más, que ningún pueblo se convierte en comunista mediante elecciones libres. Entonces el régimen decide su propio destino revolucionario, convierte a Chávez en máximo y único legislador, en encarnación de todos los poderes públicos republicanos y el discurso oficial dice que la revolución es irreversible. Ya no se escucha “con la Constitución todo, contra la Constitución nada”, que tanto cacareaban: la letra de la Constitución ordena que la Asamblea Nacional (Disposición Transitoria Cuarta) apruebe una nueva Ley Orgánica del Trabajo, pero los revolucionarios deciden otra cosa: legisla Hugo Chávez.

Ese marco “revolucionario” y el cáncer que padece el Presidente le han dado a la acción política del régimen un giro ético que ya conocemos de otras revoluciones: el revolucionario se asume como “el pueblo”, y el pueblo es el soberano, por tanto el revolucionario es el soberano y su voluntad no tiene límites. La democracia y la Constitución le ceden espacios a otras realidades políticas y “dialécticas” cuyo supremo interés es el pueblo y… el palo a la lámpara, apagan la luz.

Los sectores democráticos venezolanos aprendieron de errores, omisiones y torpezas. Nunca tuvieron una oportunidad electoral como la que se avecina el 7 de octubre. La reciente reunión del Parque Central en la que 25 grupos chavistas que se asumen paramilitares se reunieron con el ministro de la Defensa, monta las tablas de un escenario indeseable y desesperado que tiene una sola contra: unidad por el voto y en las convicciones del camino democrático, trabajo político con los sectores sociales y valentía moral.

 

Yo, que pienso que la única revolución que espera la historia de los venezolanos es que un buen día dejen de robarse los reales del erario público para que este sea un país próspero y libre, creo que es cierto que “revolucionario” no entrega gobierno, hay que quitárselo mediante el voto, mediante la soberanía popular. El camino no es el de los golpistas del 2002, es el de los votos con los que derrotamos la trampa constitucional de 2007… y tendrán que entregar el gobierno. Esa es la regla. 25 grupos paramilitares no pueden más que la soberanía popular.

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