Opinión Nacional

Se lo merecen

En el deporte se tolera mucha violencia por buscar más lucro. La de los competidores se contagia al público, que otras veces es influido por intolerancia racista o política y hasta azuzado por supuestos preceptores. En marzo de 1990, en Paraguay, durante un partido de fútbol hubo un homicidio tentado porque de la tribuna tiraron un bloque de cemento al guardalíneas Martínez quien yació inmóvil y sangrante; pero al diario ABC el «dirigente» del Olimpia, Arnaldo Cajes, bramó: «Se merecen eso y mucho más», al hacer el íncubo en indudable instigación a delinquir matando árbitros.

Evoqué tal atrocidad porque ha poco, en un juego de béisbol en Maracaibo, unos individuos prosaicos y de intolerante espíritu cavernario, gritaron amenazas e insultos al beisbolista de Las Águilas del Zulia, Antonio («Potro») Álvarez y por DirecTv Sports deploré el oír reírse a unos periodistas venezolanos (no sé sus nombres) y al no condenarla, justificar la agresión porque «Eso le pasa por meterse en política», como si no tuviera derecho -de rango constitucional además- a expresar sus ideas: la Ley de Leyes prohíbe toda discriminación. Ellos hicieron apología del «derecho» de la fuerza al enseñar violencia por TV…

En Venezuela, como en el mundo, hay inconciencia -real o ficta- de los periodistas deportivos acerca de la delictual violencia entre jugadores y sólo condenan la de masas porque también los apunta; pero ahora, visto lo visto, la irreflexión es peor pues algunos hasta se permiten apoyar a un público violento y contra uno solo. Los delitos de muchedumbre son peligrosísimos y máxime en el deporte: en el alma colectiva menudea la malignidad y el grito de un energúmeno la pone frenética e impulsa a los más horribles excesos, como machacar y destrozar a un hombre en una regresión anímica al primitivismo de la horda prehistórica. La multitud no sólo se ciega por la ira sino por la sugestión aun velada o subliminal. Hay en los niños la «imitación subsecuente» de la agresión y sobre todo si es exaltada. La Ley de Educación prohíbe a la comunicación social el incitar «a la agresividad».

Un gran clásico del influjo de la prensa en la criminalidad, el profesor Holmes de la Universidad de Columbia, sentencia: «Es responsable de la incitación al crimen al hacer del delincuente un héroe a ser imitado». Es enorme la difusión del deporte por TV o elemento audiovisual modélico basado en el aprendizaje observacional de Bandura. Los periodistas no sólo informan sino que forman la opinión pública si pretenden algo más que simples reportajes y elévanse a moldear y pulir la educación e influirla. En tal misión ven harto comprometido su deber y al honrarlo fulgura la dignidad de su profesión.

 

 

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