Opinión Nacional

¡Sea bueno o malo, algo pronto va a explotar…!

El desenlace natural a esta situación no natural que vivimos hoy, o más bien “muy ajena al próximo pasado democrático del país”, se va haciendo sentir cada vez con más claridad.

No lo llamemos Caracazo, porque el Caracazo sólo se circunscribió al área metropolitana de Caracas. Más bien pienso en un desencanto general nacido de las mermas que inevitablemente se le están presentando a la totalidad de la sociedad venezolana y, sobre todo, a nuestra incapacidad de reaccionar eficientemente, o racionalmente, para paliar o revertir esa tempestad.

Las señales suenan por todas partes en un país que ha sido convertido en un resorte de satisfacción automática: dame lo mío ya… (aunque sea poco…).

Las fuerzas que se manejan en estos momentos no son nada de despreciar. Por un lado, se hace evidente la profunda frustración de una clase media maltratada, y por el otro, la frustración de no poder ser, legítimamente, parte de esa clase media descalificada, o condenada a morir.

El ejemplo de una “palpable” boliburguesía no ablanda una situación donde la gran mayoría, aunque tenga primos boliburgueses, se queda al margen de las bondades de la opulencia.

Lo que vamos a vivir, desgraciadamente, es una verdadera cacería de brujas. Y en ese contexto, los que más van a perder, son los arrimados.

Demasiadas evidencias existen para probar las absurdas barbaridades del régimen. Sobre todo, cuando se trata de enriquecimiento ilícito (aunque lo más importante sea “su ineficiencia”). Y esto no es cosa que se puede esconder bajo la mesa: el pueblo, ávido de “derechos” declarados con profunda irresponsabilidad, va a reclamar, fanáticamente, lo que le han hecho creer que le corresponde.

No necesitamos ser “analistas” para olernos la realidad. Ésta, con su acuciante necesidad de estabilidad, no debe de cogernos de sorpresa: ya que ésta, es simplemente la respuesta natural a una quimera que definitivamente ha perdido su capacidad de fascinar.

Cada minuto que pasa, en estos momentos de “zafarrancho de combate”, sobre todo de parte del gobierno nacional, despiertan las ansias de evidenciar una verdad que, aunque ha sido negada por comodidad, comienza a convertirse en una incómoda necesidad para poder sobrevivir un futuro que, aunque incierto, es más importante y real que la retórica populista que gastadamente trata de implementar un supuesto y ya mal afamado socialismo del siglo XXI redentor.

Ya le quedan muy pocas alternativas persuasivas al Teniente Coronel, ya se agarra a límites antes insospechables, ya se muestra, impúdicamente, como un verdadero dictador.

Y eso sin que se percate, enfermizamente, de que lo que quiere el pueblo es el desarrollo de su bienestar y no la continuidad de enfrentamientos que sigan perturbando su seguridad.

¿Estamos preparados para asumir la responsabilidad de lo que pronto va a suceder…?

Espero que reaccionemos civilizadamente, sin fanatismos, y que logremos borrar para siempre las atroces obscenidades sociales que desde hace mucho tiempo nos impulsan hacia este triste acontecer.

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