Opinión Nacional

Señor Presidente ¡Aclárenos su ideología!

Sr. Presidente Hugo Chávez:

En múltiples oportunidades Ud. ha reiterado que su ideología reivindica los más altos valores patrios, lo cual no pongo en duda, y constantemente –según las circunstancias y el auditorio– acude a evocar las actitudes o pensamientos de los personajes históricos que Ud. admira y en cuyo ejemplo dice inspirarse: a la cabeza está Simón Bolívar, seguido por Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora; (El árbol de las tres raíces), y más de una vez ha mostrado su admiración por Guacaipuro, cuyos restos simbólicos hizo sepultar en el panteón nacional. Llevó allí, también simbólicamente, a Josefa Camejo, y los restos reales de Guzmán Blanco y de Cipriano Castro. Todos personajes muy disímiles y, los dos últimos, polémicos en cuanto a si son o no paradigmas que merezcan realmente los «honores del panteón».

Estas circunstancias me llevan a proponerle, respetuosamente, algunos temas de reflexión a ver si, al fin, nos aclara, en alguno de sus ¡aló Presidente!, la génesis, los lineamientos fundamentales y las metas de su acción «revolucionaria»:
1- ¿Qué «ideología» coherente y actualizada puede surgir de esa mezcolanza de personajes tan disímiles cuya acción sólo tiene sentido en las circunstancias de los tiempos en que ellos actuaron: Guacaipuro en el siglo XVI y los otros en el siglo XIX y comienzos del XX? Aparte del gesto heroico de haber perdido su vida, en defensa de «sus tierras» (no de «Venezuela», que aún no existía como nación), frente al invasor extranjero (hoy simple simbolismo anacrónico), ¿Qué puede aportar Guacaipuro a la ideología de un movimiento político contemporáneo que está gobernando a Venezuela en las circunstancias históricas del siglo XXI?
2- ¿Qué respondería Ud., Sr. Presidente, al siguiente planteamiento de «su mentor» el gran Simón Rodríguez (al cual no ha leído completo)?:

«Alborotar a un pueblo por sorpresa, o seducirlo con promesas, es fácil; constituirlo es muy difícil: por un motivo cualquiera se puede emprender lo primero; en las medidas que se tomen para lo segundo se descubre si en el alboroto o en la seducción hubo proyecto, y el proyecto es el que honra o deshonra los procedimientos; donde no hay proyecto no hay mérito«…

Ud. comenzó alborotando al pueblo por sorpresa y ahora lo mantiene seducido con promesas –incumplidas en su mayor parte– pero no ha logrado constituir una nueva conciencia de solidaridad entre en el «pueblo venezolano», que somos todos, no sólo sus partidarios. Hoy este pueblo está más dividido que nunca por los odios y resentimientos que Ud. ha atizado con sus encendidos discursos en los que sólo se ve dispersión de pensamiento, alboroto y seducción, pero no realización de un proyecto coherente y, según Simón Rodríguez, «el proyecto es el que honra o deshonra los procedimientos».
Presidente Chávez, ¿Dónde está su proyecto? Como historiador que soy me gustaría verlo escrito y explicado para analizarlo. En su acción de «gobierno» lo que se capta es una permanente improvisación: hablar en demasía sobre una presunta «revolución», que ni Ud. mismo sabe decir en qué consiste, la cual, según parece, tiene como «método» la risible fórmula: «como vaya viniendo, vamos viendo».

3- ¿Cómo se puede ser –a la vez– «bolivariano» y «zamorano»?. Históricamente, en pensamiento, actitudes y aptitudes, Bolívar y Zamora representan polos opuestos. Sobre esto podría escribirse un libro. Pero, «por ahora», basten sólo dos ejemplos:
a) Zamora atizó y dirigió una guerra social de pobres contra ricos, y en su liderazgo popular, que sin duda lo tuvo, reflejó sólo resentimiento. Por eso sembró el odio contra «la oligarquía» que –a su juicio– debía ser barrida por «el pueblo soberano»: «a los oligarcas hay que dejarlos en camisa». Pensamiento semejante ha repetido Ud. hasta la saciedad.

Nada de eso pasó jamás por la mente de Bolívar; y los conceptos de igualdad absoluta y de justicia simple que preconizaba Zamora caen dentro de lo que Bolívar llamó «la pardocracia»: la aspiración de las masas, no a la igualdad legal –que era lo que él recomendaba– sino a la falsa idea de… «una igualdad absoluta tanto en lo público como en lo doméstico», lo cual derivaría necesariamente hacia «una inclinación natural y única para el exterminio de la clase privilegiada». (Véase, carta a Santander, Lima, 7 de abril de 1825). En este sentido, Ud., Sr. Presidente, es zamorano, pero no bolivariano.

b) Bolívar se opuso siempre, tenazmente, al sistema federal por considerarlo débil y complicado y contrario a los intereses de los nacientes Estados suramericanos en sus comienzos. Bolívar era «centralista». Zamora, en cambio, consideró que el sistema federal era la panacea: «La Federación no es que remediará los males de la patria, es que los hará imposibles». Panacea semejante parece que es hoy, para Ud., «la constitución bolivariana».

Frente a la idea de igualdad, frente a la forma del Estado y a la forma de gobierno, frente al concepto de soberanía popular (y en muchas otras cosas más), Bolívar y Zamora no pueden conciliarse. Entonces, ¿En qué quedamos Señor Presidente? ¿Bolivariano o Zamorano?; una u otra opción, porque ser las dos cosas a la vez no es posible.

5- Señor Presidente, Ud., diciéndose fiel a su credo bolivariano, fue el abanderado de la convocación de una Constituyente –según dijo entonces– «para refundar la República desde sus cimientos» –cosa imposible– y “de acuerdo a los ideales del Padre de la Patria”; por lo tanto, no sería descabellado pensar que pudiera estar de acuerdo con muchas de las ideas constitucionales y de las instituciones que propuso Simón Bolívar, en sus proyectos de constitución para Venezuela (Angostura, 1819) y para Bolivia (La Paz, 1826). Así como ha retomado la idea del Poder Moral (que, organizado tal cual como lo propuso Bolívar en 1819, resultaría hoy un anacronismo), ¿Pensaría Ud., Señor Presidente, revitalizar algunas de estas ideas constitucionales de Simón Bolívar?:
a) Un Senado vitalicio y hereditario para premiar a los beneméritos de la patria y para «temperar la democracia absoluta» con una institución aristocrática ya que «tan tirano es el gobierno democrático absoluto como un déspota». (Carta a G. White, San Cristóbal, 26 de mayo de 1820).

b) Un Presidente vitalicio y con derecho a designar su sucesor, para «evitar así las elecciones, que producen el grande azote de las repúblicas, la anarquía que es el lujo de la tiranía, y el peligro más terrible de los gobiernos populares» (Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia, Lima, 25 de mayo de 1826).

c) Negarle el derecho de voto a los analfabetos y a los que no profesan una ciencia o un arte que les asegure un alimento honesto, porque «quien no sabe escribir, ni paga contribución, ni tiene oficio conocido no es ciudadano». (Carta a Santander, Chuquisaca, 19 de diciembre de 1825 y Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia, 25 de Mayo de 1826).

Sinceramente pienso que Ud. no propugna ninguna de esas posiciones de Bolívar para llevarlas adelante hoy, pero las anoto sólo como tema de reflexión para que se vea lo lejos que está del pensamiento bolivariano la actual organización constitucional que Ud. avala y que calificó como «bolivariana». No en vano ha pasado más de siglo y medio entre la circunstancias de 1819-1826 hasta las actuales. Bolívar pensó, actuó y propuso soluciones políticas dentro de su momento histórico y no podemos extrapolarlo hasta las actuales circunstancias. Entonces, no siga, pues, diciendo que Ud preside un gobierno que se inspira y realiza las ideas constitucionales del Libertador.

6- Sr. Presidente Chávez, Ud es y se siente militar; y pretende «gobernar» como tal; siempre se refiere al ejército como «mis hermanos de armas» y por eso repite muy ufano: «soy y seré un verdadero Comandante en Jefe de la Fuerza Armada». Ud. no consulta a sus Ministros ni a los otros Poderes… simplemente, «les ordena». ¿Qué consideraciones le merecerían en su mentalidad militarista, estas sentencias bolivarianas si las relaciona con sus propias actuaciones y con el papel de los militares en la sociedad civil, en la que Ud. no parece creer?:
a) «Yo soy soldado y mi deber no me prescribe otra cosa que la ciega obediencia al gobierno sin entrar en examinar la naturaleza de sus disposiciones.» (Oficio al Secretario de Estado de la Unión Neogranadina, Cúcuta, 8 de abril de 1813). ¿Pensó acaso en esta sentencia bolivariana el 4 de febrero de 1992? ¿Por qué celebra casi como una fiesta nacional los aniversarios de aquella asonada golpista?
b) «Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria. No es el árbitro del gobierno ni de las leyes, es el defensor de su libertad.» (Discurso… Caracas, 2 de enero de 1814). Por su manera de comportarse en el poder parece que de hecho, como máxima autoridad ejecutiva nacional, Ud. se ha erigido –motu proprio– en arbitro, no sólo «del gobierno y de las leyes» sino de todos los Poderes Públicos, y manda en Venezuela al modo de los antiguos tiranos de la ciudades griegas: por encima de las leyes existentes, halagando demagógicamente a las clases populares, atizándolas contra las oligarquías y actuando personalmente, en nombre del pueblo, como monarcas absolutos, aunque sin corona. Ud. hace lo mismo: «Aquí yo soy el que manda», o sea, «L’ Etat c’ est moi» –»Yo soy el Estado»– (guardando la debidas distancias entre Versailles y Sabaneta).

c) «El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno.» (Carta a José Cortés Madariaga, Puerto Príncipe, 26 de noviembre 1816). Parece ser que Ud. cree que «militarizar» el país es «gobernar». Eso, si acaso, es utilizar la fuerza para «mandar», que es una cosa muy distinta a «gobernar,» y muy militar, por cierto… Ud. simplemente, «tiene el poder». Pero Bolívar dijo también que… «el poder sin la virtud es un abuso y no una facultad legítima» (Carta a Santiago Mariño, Villa del Norte, 29 de diciembre de 1816). ¿Cuáles son las virtudes ciudadanas que adornan la personalidad de los más altos jerarcas del régimen que Ud. preside?
d) «El soldado no debe deliberar, y ¡desgraciado del pueblo cuando el hombre armado delibera!» (Discurso dirigido al Presidente de la Alta Corte de Justicia, Bogotá, 24 de junio de 1828). ¿No se ha cumplido acaso esta sentencia en la Venezuela actual, después de que Ud. aupó y permitió la deliberación de los militares en materia política?
e) «Es insoportable el espíritu militar en el gobierno civil.» (Carta a O’ Leary, Guayaquil, 13 de septiembre de 1829). En el actual gobierno, aparte de la buena cantidad de militares activos y retirados que ocupan altos cargos, todo parece funcionar bajo la simple relación de «mando y obediencia»: cumplir las órdenes del máximo superior jerárquico en la cadena de mandos, sin analizar y sin derecho a disentir. Parece que Ud., Sr. Presidente, aspira a que todos los venezolanos actuemos de esa manera y… ¡eso es realmente insoportable! Además, se preguntaba Bolívar: «¿Mandarán siempre los militares con su espada? ¿No se quejarán los civiles del despotismo de los militares?»…

Así pues, El Libertador no era partidario de la subordinación del poder civil a las autoridades militares, las cuales deberían, en lo posible, quedar al margen del aparato de la burocracia republicana. Ud. hace todo lo contrario.

f) «Los militares instruidos y buenos son muy pocos y muy preciosos.» (Carta a Santander, Guayaquil, 30 de mayo de 1823). A juzgar por lo que han dicho y lo que han hecho muchos de los militares (de ambos bandos) que recientemente han captado la atención de la opinión pública; parece que, una vez más, Bolívar juzgó correctamente.

En fin de cuentas, Bolívar era militar pero no era «militarista» y Hugo Chávez sí lo es, y preside un gobierno «pretoriano» que, por lo tanto, no puede ser «bolivariano»
7- En su tenaz insistencia en que la «constitución bolivariana» es «la más auténtica expresión de la soberanía popular», Ud. –Señor Presidente– ha citado reiteradamente (siempre fuera de contexto) algunas frases de Bolívar sobre la soberanía popular, pero ¿Por qué nunca cita la siguiente sentencia, también de Bolívar?:

«La soberanía del pueblo no es ilimitada, porque la justicia es su base y la utilidad perfecta le pone término.» (…) ¿De dónde pueden creerse autorizados los representantes del pueblo a cambiar constantemente la organización social? ¿Cuál será entonces el fundamento de los derechos, de las propiedades, del honor, de la vida de los ciudadanos? Valdría más vivir bajo un feroz despotismo, pues al fin el sagrado del hombre tendría apoyo en el poder mismo que lo oprime…» (Carta a Santander, Tulcán, 31 de diciembre de 1822).

8- Ante sus reiteradas manifestaciones de autosuficiencia, creo que le sería muy útil –Sr. Presidente– que Ud. reflexionara seriamente sobre este consejo que le dio Bolívar a Páez en circunstancias difíciles y que –a mi juicio– es válida para todos los gobernantes:

«El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que producen los errores.» (Escritos del Libertador, Carta a José Antonio Páez, San Cristóbal, 19 de abril de 1820).

Desgraciadamente, en su caso, es inútil sugerirle que siga ese consejo, sería «pedirle peras al olmo», porque Ud. no oye a nadie pues padece del mal qué Bolívar llamó… «la manía miserable de querer mandar a todo trance.» (Carta a Santander, Guayaquil, 15 de abril de 1823).

9- Finalmente, Sr. Presidente, permítame recordarle una queja personal del Libertador sobre el mal uso de su nombre para fines políticos en 1829, la cual parece una premonición pensada a propósito de las circunstancias actuales, y especialmente, dirigida a Ud.:

«Si algunas personas interpretan mi modo de pensar y en el apoyan su errores, me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre se quiere hacer en Colombia en bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates.» (Carta a Antonio Leocadio Guzmán, Popayán, 6 de diciembre de 1829).

Atentamente,

Miguel Hurtado Leña
Historiador-Profesor Universitario

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