Opinión Nacional

Sin centros comerciales, ¿quién podrá defendernos?

La restricción del horario de los centros comerciales sin duda afecta (¿castiga?) a quien no corresponde; es decir, a empresarios, comerciantes y usuarios que nada tienen que ver con el deterioro del sistema nacional de energía eléctrica, el fenómeno de ‘El Niño’ o con que Argentina perdiera la Guerra de las Malvinas. Es un remedio matasanos que optó por cortar las piernas de un paciente que tenía un intenso dolor de muela.

Aclarado ese punto (sólo para no me tomen por Comunista), quiero desviar la atención hacia el sentimiento de orfandad que están viviendo los caraqueños en este momento; hacia las nauseas y quebrantos que provoca una medida que afecta directamente las formas de ocio de nuestra ciudad.

Sin centros comerciales, ahora ¿quién podrá defendernos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Será que Dios existe? Sartre y Camus hubiesen escrito maravillas sobre la angustia existencial de quienes sin su bar de whiskys no son nada. ‘El grito’ de Munch enmudece ante el panorama de desolación, ante el abandono que sufren quienes olvidaron que se pueden hacer otras cosas además de ir a la Farmacia a comprar de todo.

Crisis es igual oportunidad, dicen los chinos (¿japoneses?, ¿judíos?). Mientras esto se resuelve (porque se resuelve), hay que volver a las calles, a la Avenida Principal de las Mercedes, a las heladerías, bares de mala muerte y restaurantes chinos olvidados por allá en la década de los setenta, cuando el Sambil no era el Axis Mundi de la ciudad.

Puede que se revierta el ciclo y la calle recupere la popularidad que una vez le arrebataron los centros comerciales. Puede que los pequeños comerciantes, los viejos teatros y hasta las plazas desoladas -en el pasado víctimas de los malles que crecieron sin planificación- se llenen de gente, y con esa gente lleguen otros, para que la ciudad recupere sus espacios públicos. Puede que un día (por este camino) recuperemos al país que perdimos hace mucho más de diez años.

Unas puertas se cierran, pero otras se abren. Al final las cosas no suceden como ‘Mandinga’ quiere que sucedan.

Tarde o temprano volverán los centros comerciales, como volverá la democracia ‘bi-partidista’. Tarde o temprano un nieto de Ramos Allup descorchará una botella champagne para celebrar su matrimonio con una nieta de Iris Varela; esa escenita puede que tenga lugar mas allá del 2021 en el Centro Comercial ‘El Tolón’, a donde se podrá llegar en helicóptero y comer en un modernísimo restaurante de sushi al que seguramente sólo te dejen entrar con zapatos de suela bien pulidos y el cabello engominado.

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