Opinión Nacional

Soberanía, democracia y seguridad

Estas son nuestras primeras necesidades. Y este deberá ser el lema de la Nueva Democracia que proclamamos.

El primer deber de todo venezolano, en ocasión del bicentenario, es luchar sin descanso por la independencia de Venezuela, que en mala hora y por obra de una dictadura militar, para mayor vergüenza de los militares, hemos perdido ante Cuba, del modo más cobarde: sin disparar un tiro, a causa de la traición de unos farsantes que fingen ser lo contrario de lo que son. No seremos dignos de la gloria de los padres de patria, mientras no hayamos recuperado la independencia política, que fue su legado después de tantos sacrificios. Estamos obligados a rebelarnos contra la monarquía comunista cubana que nos sojuzga ejerciendo la dirección de la política interior y exterior e interviniendo en todas las dependencias de la administración civil y militar. Y que nos explota sometiendo a la Nación a pagarle tributos de vasallaje. Doscientos años después está planteada la repetición de los sucesos de 1810 y 1811, para honrar la memoria de los libertadores.

A la independencia política debe seguirle la recuperación de la soberanía económica. Recordemos que fueron los civiles los que nacionalizaron la industria petrolera. Para vergüenza de los militares ha sido una dictadura militar, por añadidura comunista, la que ha entregado la principal riqueza de los venezolanos a toda clase de aves de rapiña: China, Rusia, Irán, Bielorrusia, etc. Hemos retrocedido un siglo, otra vez por la corrupción de unos gobernantes militares que, a cambio de dinero, son capaces de vender a su madre, o sea, la patria.

Al liberarnos de Cuba nos libraremos de la dictadura militar comunista, tributaria de la monarquía comunista cubana. Advendrá la democracia, lo que supone erradicar el comunismo importado de Cuba que se nos ha venido imponiendo. En lo político la clave de la Nueva Democracia estará en la no-reelección absoluta para todos los cargos de gobierno (presidente, gobernadores, alcaldes). Ha sido tan dolorosa la experiencia vivida que debemos adoptar el remedio radical para que no vuelva a sucedernos.  En lo económico la meta de la Nueva Democracia deberá ser que Venezuela se convierta en una República de Propietarios, comenzando por el techo propio. Todos con mentalidad de propietarios, no de pedigüeños. En lo social la meta de la Nueva Democracia deberá ser la erradicación de la marginalidad y el analfabetismo funcional, usando la educación de calidad como el medio efectivo de inclusión.

La Nueva Democracia no será una democracia boba. Será una democracia de mano dura contra la delincuencia. Una democracia con la seguridad ciudadana que no tenemos en la dictadura militar comunista, porque ella usa el malandraje como instrumento para la coacción y el terror. Sólo la democracia de mano dura podrá erradicar el malandraje, que es la cloaca alimentada por el sistema actual. El modo de erradicarlo será eliminar la impunidad, lo que supone seguridad jurídica. Para que haya seguridad jurídica se requiere acabar con la corrupción policial y judicial, la que junto con la administrativa y política forman la alianza tenebrosa de los delincuentes.

La vieja democracia creó el vicio del clientelismo. Con el fin de comprar conciencia y votos inventó unos supuestos programas sociales, que acostumbraron a los pobres a percibirlos como un favor del gobernante de turno. La dictadura militar comunista ha extremado la perversión del sistema de dádivas y subsidios con los cuales anestesia a la gente para que no sienta la cirugía mayor que viene practicando al imponer el comunismo. Probada la perversidad del sistema, la Nueva Democracia deberá crear la cultura del trabajo, que sólo puede existir cuando hay estabilidad de precios y estabilidad de la moneda, metas fundamentales de la política económica; y, al mismo tiempo, sustituir el clientelismo por la Seguridad Social integral y universal que ampare a todos los habitantes de la República, desde el nacimiento hasta su muerte, de los riesgos de enfermedad, discapacidad, desempleo y vejez.

El derecho a vivir bien, y de ser posible hacerse rico honestamente, será el derecho fundamental de la Nueva Democracia.


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