Opinión Nacional

Tiempos de cambio

La guerrilla comunicacional

Es verdad, necesitamos formar un ciudadano crítico, y eso se logra desde temprana edad, desde el hogar y, fundamentalmente, desde la escuela. Y, en estos tiempos, en los cuales se ha multiplicado la influencia de los medios de comunicación social, es mucho más necesario que los niños y los jóvenes cuenten con herramientas para salirle al paso a aquellos contenidos que promuevan el odio, la violencia, la discriminación por razones de sexo, de raza, ideología o religión.

No es negativo que el adolescente se aproxime a la política. Todo lo contrario. En nuestro caso, que comenzamos a militar a muy temprana edad, catorce años, sería de un doble discurso inaceptable acompañar posiciones que denigren del derecho que tienen los niños niñas y adolescentes a expresar sus puntos de vista, a formarse políticamente, si es su deseo. Hasta ahí no hay contradicción, en el entendido que tanto los educadores como los padres deben acompañar este acercamiento al mundo de las ideas políticas, para orientarlos en las decisiones que adopten al respecto.

Tampoco es negativo que el Estado promueva la creación de esa conciencia crítica. Pero los problemas comienzan cuando cada vez es menos perceptible la diferencia entre Estado, gobierno y partido, y cuando las instituciones dejan de lado sus competencias o las distorsionan, e incluso asumen otras que no les están asignadas por la Constitución y las leyes. Y allí nuestros temores frente a la llamada guerrilla comunicacional. Por lo que hemos visto, leído y escuchado, estamos ante una iniciativa que tiende a la formación de los jóvenes en la crítica al rol de los medios privados, lo cual sería positivo bajo ciertas condiciones, pero no en medio de un inequívoco tufo a unilateralidad, a sesgo partidista que lejos de constituir un avance activa la palanca del retroceso.

Y la activa porque cierra, de hecho, el espacio para un debate libre, abierto, desprejuiciado en torno no sólo al rol de los medios de comunicación, públicos, privados, comunitarios, alternativos, digitales o de otras características, sino alrededor de otros temas de tanta o mayor importancia como la educación que reciben, la violencia intrafamiliar y social o un análisis comparativo entre el modelo político contenido en la carta magna de 1999 y la realidad concreta.

Preocupa que esta guerrilla comunicacional se guíe por la doctrina Cabello, según la cual la duda es traición. La ausencia de dudas es terrible en un ser humano, y mucho más cuando se tiene quince o catorce años. La duda ha sido históricamente el combustible de la investigación científica, del pensamiento filosófico, de los más encendidos debates que ha dado la humanidad a través de su historia.

Por eso, expresamos nuestras reservas frente a ese esquema de guerrilla comunicacional, que promueve el pensamiento único, que priva a los niños y adolescentes de la posibilidad de crecer en un espacio de diversidad, en el cual le demos las herramientas para que en verdad se forjen sus opiniones con la mayor cantidad de elementos para el análisis de la realidad.

¿La burocracia estatal y partidista encargada de “adiestrar” a esta guerrilla comunicacional permitirá que sus integrantes se aparezcan en VTV para exigir que el “señor” de la sombra deje de insultar, chantajear, amenazar y criminalizar en su espacio de media noche a quien piense distinto?
¿O tanto ese sujeto como el Mandinga y sus papeles serán los ejemplos a seguir?
Ojalá el ministro de Educación, Héctor Navarro, a quien respeto, pueda aclararnos estas dudas, que seguramente rondarán en muchas cabezas, incluidas las de no pocos dirigentes y militantes psuvistas, ávidos de respuestas, y cuidadosos de dudar en público, porque la duda es traición.

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