Opinión Nacional

Un general no es sólo uniforme y soles

En teoría, “estrategia es el arte del general” , de allí que cuando hablamos de estrategia nos imbuimos en el conocimiento de la figura militar mas centelleante, cuyo grado es la máxima aspiración de todo oficial, bien sea profesional o erudito de la táctica. Es la elevación del artífice militar, quien debe reunir una serie de atributos morales, culturales, de mando y disciplina, de orgullo, de ética y de conocimientos, que hacen del personaje el ejemplo del militar.

Mucho puede hablarse de esta figura, bien sea con critica constructiva o destructiva, pero bien vale la pena en este momento, cuando en Venezuela sujetos inescrupulosos, confundidos e ignorantes que ostentan inmerecidamente el grado, han sido objeto, unos de halago y otros de criticas, originadas ambas de conductas que no se corresponden a la esencia del liderazgo que representa y se apartan en gran proporción de los parámetros mas generalizados, orientados de las gestas militares y políticas del mundo.

No escapa a nuestra abstracción, el progreso emblemático de este grado en la carrera militar venezolana, por lo que es fácil deducir que el mismo se ha utilizado por los diferentes mandos y gobiernos, como un atributo o pendón para premiar o complacer el ego y la ostentación de muchos incapaces. Así ocurrió con Gómez, cuando éste crea la nómina de los “doctores generales”, hasta nuestros días cuando aparecen los “generales doctores”, deshonrados por los mediocres que solo saben hacerse llamar “generales”, blandir el bastón de mando, ordenar sin sentido de fruición, hasta con flatulencia, sintiéndose la “verga de Triana” o la verdad emblemática.

Ya en tristeza del infundió y la miseria impúdica, es oportuno, por el afectivo acercamiento de Chávez a su desfasada doctrina, sacar a luz los parámetros que, sin ostentar el grado, escribió el mítico (%=Link(«http://www.marx2mao.org/Mao/Index.html»,»Mao Tse Tung»)%) . No hay dudas, el general, no solamente es el artífice de la estrategia militar, sino que tiene que entender, para diferenciar el momento, cuando su rol lo conduce a la guerra y cuando a la política. No podemos olvidar a Kar von Clausewitz, quien enlazó la política con la guerra al establecer, que esta es la continuación de la primera, de allí que un general tiene que conocer el limite de ambos escenarios para no incurrir en el error de creer que puede ejercer los dos roles simultáneamente. He aquí el ejercicio de la dictadura, no de la guerra, mucho menos de la revolución.

Pero, ¿Quien es general?. Mao Tse-Tung lo separa del político, tal como él lo fue, aunque en los sistemas comunistas o revolucionarios no se logra distinguirlo, toda vez que, sin ostentar el grado, ejercen el mando y el comando. Según Mao, al determinar la importancia de las cualidades del general, infiere que “la guerra es una pugna entre la capacidad subjetiva dé los mandos de los ejércitos contendientes por la superioridad y la iniciativa sobre la base de condiciones materiales tales como las fuerzas militares y los recursos financieros. De la pugna salen un vencedor y un vencido; aparte de la correlación de las condiciones materiales objetivas, el vencedor debe necesariamente su triunfo a una dirección subjetiva correcta y el vencido debe su derrota a una dirección subjetiva equivocada”.

Un jefe puede reducir los errores y ejercer una dirección generalmente correcta, primero a través de todo tipo de reconocimientos y, luego, de su deducción y juicio inteligentes. Armados de esta “dirección generalmente correcta”, podemos lograr más victorias y transformar nuestra inferioridad en superioridad y nuestra pasividad en iniciativa. Esta es la relación entre la iniciativa o pasividad y la dirección subjetiva correcta o incorrecta de la guerra.

El valor (coraje) no es la cualidad principal del general. No hay nadie que no se crea en condiciones de dar su opinión a los generales; no hay nadie que no hable de las cualidades que deben tener, pero la mayoría lo hace sin conocimiento de causa, y miran el valor como lo más esencial para quien está a la cabeza de las tropas.

Si un general tiene valor, enhorabuena; pero no es la única cualidad que lo hace digno del mando. Un jefe militar impulsivo que confía sólo en su entusiasmo morderá inevitablemente el anzuelo del enemigo, se dejará tentar por los datos superficiales o parciales acerca de su situación o bien se dejará influir por sugerencias irresponsables y poco perspicaces de sus subordinados y, por consiguiente, se estrellará inevitablemente la cabeza contra el muro porque no sabe o no quiere saber que todo plan militar debe basarse en reconocimientos indispensables y en un cuidadoso estudio de la situación propia y las interrelaciones de ambas.

Un general debe ser prudente, audaz, firme, atento y circunspecto. Debe ser magnánimo, prudente, audaz sin temeridad, orgulloso sin presunción, firme sin obstinación, exacto pero no detallista, atento sin desafío, circunspecto sin sospecha; conocerá lo grande y lo pequeño, lo fuerte y lo débil, lo poco y lo mucho, lo pesado y lo ligero, lo lejano y lo cercano; sabrá colocar sin confusión y combinar siempre con oportunidad, de acuerdo a las circunstancias, los tiempos y los lugares. Nunca debe dejarse llevar por la pasión que surge de la adulancia o de la iniciativa insincera, en especial, cuando su acción esta dirigida a ganar indulgencias y vítores del jefe político.

Un general debe ser instruido y tener imaginación, debe ser justo, lleno de rectitud y desinteresado. Para estar en estado de mandar un ejército, hay que ser tan hábil en las armas como en las letras; hay que saber sacar partido tanto de lo débil como de lo fuerte. Un general instruido es como una antorcha ardiente que difunde su brillo y da la luminosidad necesaria, de la cual los oficiales deducen las diferentes órdenes, que conducen a todos los que están bajo su mando Un general justo e imparcial destruye todo motivo de descontento y de murmullo, se hace amar aún cuando inflija penas y castigos. Un general lleno de rectitud sabe enrojecer oportunamente, no teme reconocer sus errores, ni se avergüenza de confesarlos. Un general desinteresado no ahorra ni sus cuidados ni sus penas, sacrifica todo por el bien de la patria, no es jamás víctima de los artificios del enemigo, no tiene ni acepta proyectos ambiciosos, no trata de enriquecerse ni permite el enriquecimiento ilícito, ni se deja corromper por el incentivo de los honores, de las prebendas y de las riquezas, y está a prueba de todo. Un general que reúne en su persona todas esas cualidades es, sin duda alguna, un buen general.

No debe degenerar en orgulloso y vanidoso. Un general que tiene vanidad sin duda busca los aplausos. Presumido de sí, se convence de que sólo son buenos los proyectos que él ha creado, que no hay otras buenas medidas que las que él toma, que no hay buenas resoluciones más que las que él decide, ni buenos caminos más que los trazados por él. Lamentablemente, como en nuestro caso, un mal gobernante en los mayores extravíos le elogia, se le prodigan adulaciones. Los errores más grandes no le desengañarán, pues los ignora. ¡Cómo habría de conocerlos, si se le ocultan cuidadosamente y él se los disimula a sí mismo! Bien pronto su vanidad degenera en petulancia y en orgullo y ya no ve nada, no oye nada, ni hace nada. Se vuelve odioso, lo detestan, lo hacen fracasar, lo traicionan.

Debe ser sencillo: Conocer el arte de vencer como los que han seguido esta misma carrera con honor, es precisamente a lo que debe tender. Querer imponerse a todos y tratar de refinar los asuntos militares, es abusar del poder y correr el riesgo de romper los parámetros y caer en la mediocridad.
Debe mantener la iniciativa. Por compleja, grave y dura que sea la situación, debe saber organizar y emplear sus fuerzas en forma independiente, activa y apropiada, sin sobrepasar los estándares ni fundamentarse en el abuso y en el exceso.
Un general debe tomar decisiones y asumir sus responsabilidades. Cuando deba tomar decisiones según las reglas, no debe esperar ni interpretar las órdenes del príncipe y cuando deba actuar contra las órdenes recibidas, no debe vacilar por miedo a las represalias. La primera y principal intención de quien se pone a la cabeza de sus tropas es cumplir la misión sin subterfugios.
Conocer al enemigo y conocerse a sí mismo. No se puede exigir siempre a un general que sea victorioso, pero si es exigencia que sea sabio, valiente y sagaz para lograr la victoria. “Es difícil, en verdad, organizar un ejército, pero más difícil aún es emplearlo, en especial cuando el débil lucha contra el fuerte. Para ello se requiere una alta capacidad subjetiva, vencer la confusión, la oscuridad y la incertidumbre, rasgos característicos de la guerra, y descubrir en ellos el orden, la claridad y la certidumbre; sólo así se puede realizar la flexibilidad en el mando. La terquedad y la lucha contra la realidad es un ridículo autoengaño, cuyo fracaso lo sufre la comunidad que le da los soles.

Para Mao Tse-tung, los generales que brillaron entre los antiguos eran hombres sabios, previsores, intrépidos y duros en el trabajo. En ellos, la lectura y el estudio precedían a la guerra y los preparaban para ella. Empleaban todos los medios de reconocimiento posibles y necesarios; estudiaron las informaciones recogidas acerca del enemigo, desechando la cáscara para conservar el grano, descartando lo falso para conservar lo verdadero, pasando de una cosa a otra y de lo externo a lo interno. Tomar en cuenta las condiciones de su propio campo en un proceso completo del conocimiento de una situación, para formular su plan estratégico de campaña o de combate. Lamentablemente, un jefe militar negligente, incapaz o adulante en lugar de proceder así, basa sus planes militares en lo que se le antoja.

Todo este análisis, para no perder la dignidad de ser general y reconocer que en toda brasa se cuecen habas y estas personas que están siendo ascendidas por Chávez a general, sin que se cumplan o violen las normas pueden ubicarse en el grupo de los portentos que siempre han existido. Son también ángeles de la “revolución” que estamos combatiendo. ¡Cuan triste es ser general para vender papas o para apuntalar a un gobernante incapaz y odiado por la mayoría de su pueblo!

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