Opinión Nacional

¿Un nuevo Chávez?

Reelegido Hugo Chávez es inevitable una pregunta: ¿hay espacio para la radicalización del socialismo del siglo XXI? Naturalmente, el chavismo asume los resultados como una ratificación de la propuesta, por lo que no habría razones para cambios o la moderación de ella. Horas después de la decisión del electorado el ex vicepresidente Elías Jaua anunció que se avanzaría en nuevas confiscaciones y expropiaciones. Se sabe también que para Chávez la retórica agresiva es uno de los atributos de su liderazgo, por lo cual no sería previsible viraje alguno en las metas del régimen.

Sin embargo, las realidades suelen condicionar el comportamiento político. Ahora Chávez tendrá que lidiar con una fuerza opositora robustecida y numéricamente en expansión y con un liderazgo renovado que se expresó en la candidatura de Capriles Radonski con seis millones y medio de votos. En el más somero análisis resulta claro que la nueva oposición apunta hacia el crecimiento y a futuras victorias. Si bien no luce posible el mecanismo del diálogo tal como lo han propuesto algunos voceros, es indudable que se plantea la necesidad de un «modus vivendi» que más allá del discurso retador del mandatario reconozca y respete la fortaleza de la contraparte.

En el plano económico es evidente que las medidas que condujeron al desmantelamiento del aparato productivo han tocado fondo. Si bien el uso del ingreso petrolero y un creciente endeudamiento se concibieron en función del triunfo electoral, estas políticas no podrán prolongarse en el futuro sin que ello conduzca a una severa crisis o al colapso.

De esta manera resultaría conveniente, incluso para la consolidación del proyecto mismo, abrir espacio a formas de inversión privada como una manera de estimular la producción, el empleo y la riqueza sin exprimir la fortaleza petrolera ni acentuar el incremento de la deuda externa.

En el ámbito internacional también las cosas han cambiado. La exportación de la revolución que tuvo un impacto años atrás en Suramérica ahora luce agotada. El proceso de paz iniciado por Santos y las FARC en Colombia y en el cual Chávez fue mediador decisivo, y la ley migratoria anunciada en Cuba que elimina el permiso para el viaje de los cubanos son señales de que se hace muy angosto el espacio para la propuesta de la diplomacia chavista. Sin renunciar a su vehemencia, Chávez parece condenado, en aras de la viabilidad de su estrategia, a ajustarla a nuevas exigencias. Siempre queda abierta, por supuesto, la posibilidad de profundizar un modelo cuyos resultados además de ineficientes han significado la división social y política y la destrucción de la economía. Pero ese sería nada más y nada menos que el camino del suicidio a mediano plazo.

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