Una burbuja roja
Desde hace unos días Venezuela se vistió de rojo. Cualquiera piensa, que ése es el color de la mayoría, no es así. Es el color del poder, del abuso, del derroche. Carreteras, autopistas, edificios públicos, vallas, afiches, globos, por doquier el gobierno con dineros públicos, empapela a Venezuela y lo hace de color rojo.
Pero no es el caso en cuanto a asistencia a eventos, allí se ve lo escuálido que se ha convertido el gobierno y su revolución bonita. Los pocos que asisten hacen bulla, gritan, vociferan. Es una manera de convertir escasez en abundancia.
En las esferas oficiales, en los manuales del comando, incitan a entorpecer el Referéndum Revocatorio. Desde los famosos rectores, hasta los defenestrados del ayacucho y los ahora poderosos del maisanta, sale una sola orden: retrasar, impedir, incordiar. ¿Es porque ganan? En absoluto. ¡Es por temor! La pérdida de la “manguangua” aterra. El poder y el dinero. ¿Cuánto cuesta ésta campaña?…imposible de saber. Pero más de un rico saldrá.
Ante la prepotencia de la campaña, con medios propios, con la vulgaridad de su inmensidad, la modestia de la oposición es precisamente su fortaleza. El Sí no vale por los kilómetros que ocupa, vale porque lo llevan en el corazón millones de venezolanos. Su fortaleza está en la gente. Imagino el asombro de los observadores e incluso de los mismos diplomáticos acreditados en nuestro país. Todo el que ve tamaño despropósito imagina el origen de los fondos que lo financian, las arcas del estado.
Pero como toda burbuja, es frágil. Nada impide su explosión. Nada impide que se rompa. Es como una pompa de jabón. Sube y ¡ya! Así sucederá el 15 de agosto.
Imagina alguien todo lo que se puede hacer con esa inmensidad de recursos económicos, lanzados a la vía pública, irrecuperables. Ese solo hecho hace que el gobierno merezca que su mandato sea revocado. Es una impudicia ese derroche.
Por eso no hay que sentirse avasallados, que cada afiche rojo nos recuerde las muchas razones que tenemos para votar SI, para revocar el mandato a un gobierno ineficiente, despilfarrador e insensible. ¡Claro que Sí!
Caracas, 5 de agosto de 2004
