Opinión Nacional

Una lección de democracia

La patraña revolucionaria del inmenso apoyo popular ha quedado desenmascarada, y el castillo de naipes sobre el cual el proceso revolucionario cimentaba su invencible popularidad se ha derrumbado al primer soplo de una demostración unánime de descontento ciudadano. Un 75% de abstención oficialmente reconocido por esa suerte de comisariato político del régimen al que algunos dan el nombre de «Consejo Nacional Electoral», nos da a entender, tomando en cuenta la costumbre del gobierno de manipular y alterar resultados electorales a su antojo, que la cifra de electores que dio la espalda a la payasada plesbicitaria del pasado 4 de diciembre fue mucho más alta.

Los festejos faraónicos organizados por los jerarcas del castro-comunismo venezolano, por la «abrumadora» cifra de casi un 90% de votos obtenidos, son inútiles campanadas al viento para festejar una pírrica victoria. La auténtica victoria fue la obtenida por la ciudadanía, la del venezolano de a pie que, cansado de las mentiras del marginalato revolucionario, se quedó en su casa para manifestar su descontento. Una lección magistral de civismo y de protesta no violenta contra el escamoteo descarado de los votos, contra la castración de las libertades, contra el abigeato y el ladronismo, contra la diplomacia del insulto, contra la entrega de la nación al sátrapa de La Habana, contra una ideología funesta que debería estar sepultada hace muchos años en el basurero de la historia. Digna de elogio la desición tomada por los partidos de oposición democráticos de no participar en el teatro electoral, en nada serían distintos los resultados si AD, COPEI y Proyecto Venezuela entre otros hubiesen sido cómplices de ese montaje cuyos resultados todos sabíamos de antemano. La Oposición Venezolana dio un paso al frente en defensa de la tradición de libertades públicas que ha caracterizado a nuestro sistema político durante el último medio siglo, dejando atrás la actitud entreguista y complaciente que la alejo de las masas. Comienza una nueva etapa, con nuevos protagonistas, nuevos escenarios pero con un mismo objetivo, la defensa de la democracia, de la igualdad y de la justicia. Un nuevo camino que recorrer, siempre esgrimiendo como armas de lucha la Constitución y las Leyes de la República, la lección que el pueblo Venezolano ha dado al mundo no puede perderse en el vacío, hay que rescatarla, los hechos hablan por sí solos. Es evidente que la época de las mentiras y de los engaños esta llegando a su fin, un nuevo reto se presenta para que la disidencia democrática lo asuma con la responsabilidad y el aplomo que amerita, sus lideres deberán estar a la altura de las circunstancias si desean sobrevivir en lo político y en lo moral. Hay liderazgo, y no se ha apagado aun la llama de esperanza que alentaba las gigantescas marchas de la época previa al revocatorio, al contrario ha resucitado y ahora palpita con mayor fuerza y su luz es más diáfana. Un aplauso Venezuela; así se hace.

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