Opinión Nacional

Venezuela: Resultados de las elecciones municipales

(%=Image(3280454,»R»)%) Los resultados de las elecciones locales del domingo 7 de agosto no produjeron ninguna sorpresa. Como se esperaba la abstención fue muy alta. De acuerdo con las cifras de la Asociación Civil Súmate, con base en una muestra nacional de 350 centros de votación, la abstención fue del 78,1%; ligeramente mas alta que la cifra que se dio en elecciones similares del año 2000, que había sido del 76,2%.

Esta cifra, avalada igualmente por las organizaciones políticas de la oposición, se corresponde perfectamente con lo que todos vimos ese día: Centros de votación vacíos, de un lado; y en el otro: Playas, restaurantes, parques, mercados populares abarrotados, como si se tratara de un domingo normal.

El Consejo Nacional Electoral (CNE), apéndice electoral del régimen de Chávez Frías, ha tratado de manipular las cifras, restarles importancia y justificarlas diciendo que eso es normal en este tipo de elección. No es así; y los datos históricos lo desmienten.

En 1979 y 1984 tuvimos elecciones municipales solas, separadas de otro tipo de elección y la abstención fue del 27,13% y del 40,70%, respectivamente. En lo que si tiene razón Jorge Rodríguez es que en diciembre del año 2000, con el cual él compara las cifras, la abstención si fue muy alta; pero eso es algo que no favorece mucho su causa, pues ese proceso electoral fue ya durante el régimen de Chávez Frías, después de que el país había “padecido” siete procesos electorales, entre noviembre de 1998 y diciembre de 2000.

Pero no solo los datos electorales desmienten al Presidente del CNE, sino también la tradición histórica venezolana. Se puede decir sin temor a exagerar que la democracia venezolana, la más sólida y antigua de América Latina, nació en los municipios. Ni siquiera las dictaduras de Juan Vicente Gómez y de Pérez Jiménez, pudieron evitar que los venezolanos acudieran a las urnas para elegir sus autoridades regionales. Lideres democráticos del calibre de Rómulo Betancourt, fueron munícipes antes que cualquier otra cosa.

Pero, sobre lo que ocurrió el pasado domingo, no solo la magnitud de la abstención es lo que merece un comentario. Todo el proceso estuvo marcado por un enorme fiasco e innumerables irregularidades, que de existir un poder judicial y tribunales independientes, que no es el caso de Venezuela, debieron declarar nulo el proceso por los múltiples hechos ilegales que cometió el propio CNE.

Para no hacer una lista interminable —que nos remontaría a la inconstitucionalidad de la Ley Orgánica del Poder Electoral, la forma irregular en que se designó el CNE, las violaciones a la Ley del Sufragio en materia de padrón electoral, la designación irregular de miembros de mesa, la aceptación de postulación ilegal de candidatos del oficialismo, la violación del principio constitucional de representación de las minorías, etc.— baste con mencionar lo ocurrido durante el día mismo de las votaciones.

Durante ese día contemplamos el poco insólito espectáculo —al cual ya nos estamos, desgraciadamente, acostumbrando— de ver a funcionarios del Gobierno, incluido el propio Presidente de la República, luciendo los colores del partido de Gobierno, aparecer en radio y televisión y hacer llamados a sus seguidores para que fueran a votar y a “defender” el proceso revolucionario. Eso ocurrió entre las 12 del medio día y las 3 pm, mientras los militantes del partido, debidamente apostados en calles y plazas públicas, con letreros, toldos, vehículos, equipos de sonido, recorrían las urbanizaciones populares y barrios buscando a los votantes para llevarlos “espontáneamente” a sufragar. Hasta se dice que en algunos lugares del interior del país participaron las fuerzas armadas en estos “operativos”

Por supuesto que las autoridades del CNE no hicieron nada por impedir este ventajismo, ni siquiera para cubrir las apariencias; por el contrario, a pesar de que no había prácticamente nadie en los centros de votación a la espera para votar, prorrogaron por tres horas el tiempo de votación, a pesar de que la Ley (Artículo 158) claramente establece un horario y señala que la única razón para no cumplirlo es que haya votantes presentes. Obviamente estaban dando la oportunidad para que el partido de Gobierno llamara y acarreara votantes a los centros electorales.

Quizás lo más insólito o lo más aleccionador del proceso fue que el propio Presidente del CNE, Jorge Rodríguez, nos confirmó todas nuestras sospechas de que la automatización del proceso electoral para lo único para lo que sirve es para que el CNE conozca “en tiempo real…minuto a minuto” —tal como dijo el propio Jorge Rodríguez— como se esta comportando el electorado y así poder orientar de manera adecuada al Gobierno acerca de las acciones a seguir.

Difícilmente nos podrán convencer ahora de que las maquinas caza huellas, las de votación y los cuadernos electrónicos, debidamente conectados a una base de datos, no permiten conocer lo que esta ocurriendo y cual es la posible tendencia de los electores que están votando. De allí a acabar con el secreto del voto, hay un solo paso, que no hace falta darlo, basta con que los votantes sospechen que eso puede ocurrir para que se inhiban de participar en los procesos electorales.

En el fondo eso es lo que busca el régimen de Chávez Frías, que se desconfíe de los procesos electorales, que se descarte la vía electoral como alternativa, que cunda la desesperanza y la creencia de que su Gobierno es electoralmente invencible.

Pero esto no es cierto, y también quedo demostrado el pasado domingo.

Si hay algo que también quedo claro es que la capacidad de movilización del Gobierno esta considerablemente disminuida. A pesar del enorme esfuerzo y las tres horas de prorroga —ilegal e innecesaria— del tiempo de votación, no lograron movilizar un número significativo de votantes. Es más, por ninguna parte se vieron los 5.8 millones de votos que obtuvo Chávez Frías en el referendo de hace un año y mucho menos se ve en los magro resultados obtenidos el pasado domingo que en las elecciones del próximo año vaya a obtener 10 millones de votos, como él ha dicho. A no ser que reciba algún tipo de “ayuda” electrónica, como muchos sospechan que ocurrió en agosto de 2004 y que ahora el Presidente del CNE nos confirmo en persona que están en capacidad de hacer.

Otro punto que esta quedando meridianamente claro es que el régimen de Chávez Frías, tras casi siete años de Gobierno y de disfrutar de un enorme presupuesto, que gasta y derrocha a manos llenas sin rendir cuentas, no ha logrado superar la barrera del 30% de apoyo electoral que le ha acompañado hasta la fecha.

Si consideramos todos los procesos electorales en los que el Presidente Chávez Frías ha expuesto su capital social, sin duda que ha salido victorioso y con un apoyo nada despreciable, pero en promedio ha obtenido el 34% del total de inscritos. Solo el año pasado, en el referendo revocatorio, obviamente decisivo y tras una agresiva campaña, en la que no falto la intimidación, la manipulación del padrón electoral y la probable manipulación electrónica de los resultados, alcanzo un 41%. Ese ha sido su mejor resultado. Pero, paradójicamente, ha sido el proceso en el que ha tenido también el más alto rechazo, del 29% de los votantes, representado en 3.9 millones de venezolanos, de todos los estratos sociales y de todo el país. Cantidad nada despreciable para una oposición.

El Presidente Chávez Frías no solo ha contado con la ventaja de todos los poderes públicos bajo su dominio y un presupuesto mil millonario, sino también con dos factores que lo han favorecido ampliamente. Uno es una oposición, aunque numerosa y combativa, a la que le cuesta mucho trabajo ponerse de acuerdo en algo más que querer sacarlo del poder; y dos, un tercio del país al que aparentemente le es indiferente la suerte que estamos corriendo.

En efecto, la oposición no ha podido definir una única política coherente, ni siquiera en materia electoral. Una buena parte de la oposición se enfrascó en la lucha electoral, con candidatos y demás; mientras que otra apoyo frontalmente la abstención, desde octubre del año pasado. Por otra parte, desde 1993 una tercera parte del país, aproximadamente, ha decidido abandonar las urnas electorales y no acudir a votar. Desde 1993 la abstención promedio en todos los procesos electorales ha sido superior al 35%; ni siquiera durante el referendo presidencial de hace un año, que se supone fue el evento político más intenso y polarizado que hemos vivido los venezolanos, mermo la abstención significativamente. En esa ocasión fue del 30,08%.

Sin embargo, otra cosa que quedo demostrada en este proceso —además de la poca capacidad real de movilización del Gobierno, que aun es prematuro suponer que es algo permanente— es que se impusieron una vez más los liderazgos locales. Con raras excepciones, todos los alcaldes salieron fortalecidos al triunfar sus formulas para concejos municipales y juntas parroquiales. Esas excepciones, en el caso de la oposición, es otra de las lecciones de este proceso pues se produjeron en aquellos lugares en los cuales no se logro una formula unitaria. En los municipios y parroquias en que la oposición no fue capaz de presentar una formula unitaria, fue derrotada, aun a costa del liderazgo local, que quedará desamparado con cámaras municipales opuestas a su gestión o controladas por sus rivales políticos.

¿Habremos aprendido la lección?. Lo veremos en las elecciones para Asamblea Nacional pautadas para diciembre de este mismo año.

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