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Profeta de esperanzas

En lo que va de siglo, algo más de tres lustros, Venezuela transita por un árido desierto en donde no se oye la voz de  los excluidos  porque los poderosos han construido una fortaleza cerrada a los llamamientos que vienen de los pueblos, a sus lamentos y esperanzas.

Venezuela  camina cansada de miedo, de sospechas y de pobreza, se esconde la creatividad, lo que revela insuficiencia de fe y de confianza. «Lo que se opone a la fe no es el ateísmo, sino el miedo. Una comunidad llena de miedos pierde su principal sustancia que es la fe viva».

Los venezolanos caminan agobiados por este tenebrosos baldío en donde a veces sólo les queda respirar profundo, cerrar los ojos y derramar lágrimas. El  desierto es una metáfora de la eterna tentativa de la persona que necesita elevarse sobre todas las dificultades para avanzar desnuda de solidaridades en el testimonio de la carencia de todo sustento terrestre y espiritual; por eso en la difícil realidad del desierto, aparecen los grandes profetas de la esperanza.

Hubo uno hijo de un mudo y una estéril que a la orilla del rio Jordán  se convirtió en el grito radical de Dios para enderezar la injusta sociedad y preparar el camino para la llegada del liberador. Ese Juan el Bautista, lo identificará el profeta Isaías como: «Una voz que grita en el Desierto»

En medio de este desierto venezolano, en las proximidades del río Chama apareció un nuevo enviado de la esperanza y desde los riscos de la cordillera andina este profeta asumió la tarea de ser la voz que clama en este desierto de la patria. Con su renovador  mensaje propicia un cambio total en la existencia de los venezolanos. En algún momento nos dijo que «Si queremos difundir la buena nueva tenemos que comenzar por testimoniar con nuestras vidas para después alimentar con levadura trascendente los espíritus de los que desean beber el agua fresca del personalismo» en medio de este gigantesco desierto.

Porque hemos de tener muy claro que la separación entre la creencia y la existencia, entre la fe y la vida, entre lo que pensamos, decimos y hacemos, ocasiona la esterilidad más plena de un dinamismo transformante.

Baltazar Porras es la renovada «Voz que grita en el Desierto». Este profeta nos invita a seguir adelante, nos asegura que el camino todavía no se acaba, que hay que continuar  sembrando, cosechando, haciendo y realizando por esta tierra, por nuestro amado país…

Baltazar Porras ha sido un permanente militante de la esperanza, un apostador por Venezuela que nos convoca diariamente a caminar incansablemente para ver al lucero de la mañana y los arreboles que prenuncien la llegada de nuevos y mejores tiempos, donde reverdezcan los prados, los hilos de agua se hagan nuevamente arroyos rumorosos y la concordia conduzca a la recuperación del buen talante del venezolano, ese que siempre hemos sido, amistoso, cordial, preocupado por los demás, solidario, compasivo, dispuesto a darle la mano amistosa al extraño que busca una tierra de promisión.

En esta estación, el Dios de la liberación le ha encomendado nuevas y exigentes tareas a este Profeta de la Esperanza.  Tenemos la seguridad de que con su tradicional humildad y su innegable sabiduría continuará brindando brillantes testimonios de servicio.

Sus discípulos le acompañaremos en esta cruzada de esfuerzos generosos. El clarín de la historia reclama nuestra presencia en la lucha continuada del tiempo y las voces del pueblo ignorado nos dicen adelante. Estamos en la ruta de la historia repletos de una audacia militante que surge de la profunda convicción que nos anima.

Con Baltazar Porras «El Profeta de la Esperanza», vamos, ¡Aguas arriba!, a conquistar auroras,  a servir de instrumentos de una redención espiritual y material impostergable. El jardinero de la esperanza tiene que encontrar hoy, en el vergel florecido en sufrimiento de la tierra querida, una cosecha inmortal de un pueblo espléndido y desprendido.

Nada ni nadie podrá detener a esta Venezuela. Nos corroe un apetito insaciable de futuro porque portamos la limpia antorcha del personalismo. La mano de Dios, que nos colocó en esta tierra y en esta época de trepidación volcánica, nos guiará para que esta tierra sea puntera en los destinos de la humanidad.

Que «El Profeta de la Esperanza», siga proclamando su buena noticia, su mensaje repleto de hermoso contenido, capaz de dar su aporte para saciar las ansias de verdad de multitudes sin nombre. El reto de la historia está lanzado y los sembradores de esperanzas comenzamos a tejer, con luces de ideal encendido, la aurora más bella de un mañana mejor.

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