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Remembranzas del otrora servicio exterior

Tuve  suerte al iniciar mis andares diplomáticos  en las  Naciones Unidas, en la  época cuando teníamos  Carrera Diplomática y  los  egresados de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Central, que habían aprobado el correspondiente Concurso de Oposición para ingresar al Servicio Exterior de la República, debíamos trabajar los  primeros años en la Casa Amarilla.

A nadie se le ocurría exigir requisitos de tipo político y la idea era que al iniciar la Carrera pudiéramos conocer el funcionamiento del Ministerio, familiarizarnos con  detalles prácticos de la profesión y entrar en contacto con los equipos que trabajaban en las distintas dependencias, pues la pasantía interna se hacía rotando por las Direcciones, para tratar de adquirir una visión global  de los quehaceres del Despacho.

Pues bien, habiendo cumplido  los requisitos, llegué a  Nueva York un frío día de febrero de 1968, junto con un entrañable colega, con quien años después  nos tocaría, en buena hora, trabajar juntos en un importante destino diplomático. Nos recibió en el aeropuerto otro colega y querido amigo, que ya tenía un par de años en nuestra Misión Permanente ante Naciones Unidas, por lo que formaba parte del formidable equipo de trabajo que presidía el Embajador Manuel Pérez Guerrero, cuya vasta experiencia y profundo conocimiento de la Organización eran reconocidos  a nivel mundial, los cuales además sabía transmitir sin reticencia alguna.

En este equipo de trabajo cada uno tenía un área de la cual era responsable directo y los principiantes éramos asistentes que íbamos  complementando nuestra reciente formación académica, con la experiencia práctica y la guía de los más veteranos.

Durante los  meses de otoño, cuando se celebraba la Asamblea General, las jornadas se hacían más largas e intensas. Había que prepara los temas más importantes de la Agenda, se organizaban  Carpetas con  los documentos, los cuales se analizaban y resumían,  se incorporaban las intervenciones de Venezuela sobre cada tema y se resaltaban los elementos nuevos que pudieran  revestir  particular importancia para nuestro país.

Las Carpetas siempre se mantenían actualizadas, lo que  facilitaba el trabajo al año siguiente, aunque a veces su preparación nos hacía pasar noches en vela, leyendo documentación y preparando resúmenes, pues había que tenerlos listos para la siguiente reunión.

El equipo se reunía diariamente a las nueve en punto de la mañana y el primero que llegaba era el Embajador Pérez Guerrero, quien podía  preguntar no solamente sobre los temas que teníamos asignados, sino sobre cualquier otro,  pues las reuniones servían para que todo el equipo se empapara del conjunto de materias importantes que se  trataban en la Asamblea General.

En estos encuentros, no solo se pasaba revista a lo acontecido, sino que los lunes se visualizaba el panorama de la semana, la posibilidad de que surgiera algún punto de particular importancia para Venezuela o de un tema espinoso, que ameritara la presencia del nivel superior de la Misión, incluso del Representante Permanente.

En las reuniones era necesario hacer un máximo esfuerzo de síntesis, pues había que repasar las siete Comisiones de la Asamblea General, que además tenían previsto comenzar sus labores a las diez y media. Si no se observaba esta regla o los elementos seleccionados para la breve exposición tenían escasa importancia, Pérez Guerrero, cortés pero firmemente, interrumpía y  pasaba la palabra o hacía una pregunta a otro miembro del equipo, que bien podía ser uno y había que estar siempre preparado.

A las reuniones asistía el Embajador Pedro Zuluaga, Representante Permanente Alterno, quien era miembro de una conocida familia caraqueña y ejercía sus funciones ad-honorem; se trataba de un personaje muy simpático y muy versado en asuntos de Naciones Unidas e incluso había sido miembro de nuestra delegación a su conferencia fundacional en San Francisco en 1945 y su imagen figura en la correspondiente fotografía, acompañando al ilustre Canciller Parra Pérez, de destacada actuación en el proceso preparatorio de la organización mundial.

El patrimonio de Don Pedro le permitía vivir en un lujoso apartamento de la Quinta Avenida, que había adquirido muchos años antes y solía pasar los veranos en Europa, acompañado de su esposa, una dama de origen ruso. Se hospedaban siempre en un famoso hotel  en Evian Les Bains, en los Alpes Franceses, allí tuve oportunidad de visitarlos alguna vez y comentaba jocosamente que todo el año tomaba agua de Evian, pero que en los veranos también se bañaba en ella, pues el hotel  tenía piscina con una espectacular vista sobre el Lago Leman. El Doctor Zuluaga, quien se manejaba perfectamente en inglés y francés,  había nacido a fines del siglo XIX en Caracas, donde también  falleció  de edad avanzada en 1982.

Por el contrario, el Doctor Pérez Guerrero era   muy austero, nunca se casó y vivía con su hermana en un sencillo apartamento de Tudor City, frente al conocido  edificio de la Secretaría de Naciones Unidas. Era también políglota, su primer idioma extranjero fue el alemán, que aprendió de pequeño en un internado en Suiza, adonde lo mandó su padre, rico comerciante canario,  cuyo chofer, por cierto, fue quien infortunadamente atropelló con un automóvil de su propiedad al Dr. José Gregorio Hernández.

Pérez  Guerrero,  aprendió también francés, inglés y árabe, era abogado y economista,  se especializó en petróleo, fue una de los artífices de la OPEP junto con Pérez Alfonzo y a nivel nacional fue Ministro varias veces y promotor del desaparecido CORDIPLAN. Como funcionario internacional, trabajó en la Sociedad de las Naciones, que antecedió a  Naciones Unidas, organización  en la que desempeñó varios cargos y llegó a tener el alto rango de Secretario General Asistente.

Su modestia era proverbial, la única vez que lo vi reaccionar sin modestia, aconteció en la Conferencia Norte-Sur, celebrada en París hace cuarenta años y de la cual era Co-Presidente, junto con un Ministro canadiense. Resulta que en una reunión se fue el audio del sistema de interpretación simultánea cuando hablaba el Ministro de Petróleo de Iraq, quien no se dio cuenta y continuó con su intervención en árabe, seguida atentamente por  Pérez Guerrero, quien presidía la reunión y al terminar le dio las gracias; entonces muchos asistentes se rieron, pues no había entendido parte de la intervención del iraquí,  entonces PG  molestó por la risa y por lo que implicaba,  empezó a conversar  en árabe con el Ministro y las risas se tornaron  en  sorpresivos murmullos de admiración.

El Embajador Pérez Guerrero falleció en Caracas en 1985, curiosamente el 24 de octubre, cuando se celebra  el Día Mundial de las Naciones Unidas.

Volviendo a las diarias reuniones de Nueva York, mi experiencia ha confirmado la importancia y utilidad de esta práctica que obligaba a preparase para no quedar en evidencia ante el equipo, para asegurar su actuación coordinada y proporcionar el necesario panorama global, que permitía reaccionar adecuadamente ante algo  inesperado, pues casi todo lo que sucede en la Asamblea General tiene su trasfondo político.

Recuerdo un país latinoamericano que se hacía representar en la Comisión de Asuntos Económicos y Financieros, por distinguidos profesores especialistas en la materia, los cuales quedaban fuera de base al plantearse un una Comisión supuestamente de carácter técnico, un tema  delicado como las condiciones económicas de la población local en los territorios árabes ocupados. En circunstancias de este tipo y al carecer de  formación en política internacional, los profesores tenían que recurrir en busca de orientación a otras delegaciones latinoamericanas, entre ellas la nuestra, pues sabían que sus delegados estaban preparados para reaccionar ante eventualidades de este tipo.

Como acabamos de anotar, en aquellos tiempos las posiciones de nuestra delegación servían de guía para muchos países en Naciones Unidas, siempre se le consultaba sobre asuntos importantes y en el Grupo de los 77, constituido por el conjunto del mundo en desarrollo, a nadie se le ocurría asomar un tema, sin haberlo sondeado previamente con la India, Yugoslavia y Venezuela, países claves que lo presidieron muchas veces.

El equipo de la  Misión Permanente era reforzado por un grupo de funcionarios, generalmente de la Dirección de Política Internacional y de la Consultoría Jurídica del Despacho, quienes se trasladaban a Nueva York, para participar en las labores de la Asamblea General y algunos eran verdaderos especialistas en ciertos temas, como por ejemplo en  asuntos administrativos y de presupuesto, a los cuales en ese entonces se les prestaba también debida atención.

Actualmente, ni siquiera pagamos las cuotas ordinarias para el funcionamiento de la ONU, retrasos que  ahora colocan habitual y paradójicamente  al Estado  miembro con las mayores reservas de petróleo, en la lista de deudores morosos, junto con los  estados más depauperados del planeta.

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