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Rodríguez Zapatero, escuche a los venezolanos

Pareciera cuesta arriba dudar de las buenas intenciones del ex presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, y que por ello se entienda que no se encuentra parcializado. Ojalá sea así y que pueda demostrarse a sí mismo que es útil y que sus bondades como político no están agotadas.

Sus esfuerzos se han centrado en ser intermediario entre el gobierno de Maduro y los dirigentes de la MUD, quienes son los representantes de la oposición política, quienes tuvieron un respaldo mayoritario en las elecciones de diciembre pasado, hace apenas seis meses.

La crisis venezolana no es de carácter coyuntural, consecuencia derivada del enfrentamiento de 2 facciones que pugnan por el poder, lo cual significaría que, ni mínimamente, se podría enfocar una intermediación sobre estas bases. Se trata más bien del colapso de un régimen, con 17 años en el poder, el cual ha intentado establecer un orden específico, que tendría como objetivo apropiarse de los medios de producción de bienes y servicios privados, transfiriendo al Estado la propiedad de todas las unidades de producción, distribución y comercialización de los bienes. Un régimen socialista marxista, al fin y al cabo. Y este régimen, totalitario, ha sido aplicado en contra de la naturaleza del ser democrático de la sociedad venezolana. Chávez engañó a los venezolanos que votaron por él, mayoritariamente, ofreciendo bienestar y distribución equitativa de la riqueza.

Nada más evidente del fracaso del régimen chavista que esta crisis de escasez de alimentos, agua, electricidad, seguridad de bienes y personas, anarquía social, pésima educación y salud, con presencia de endemias como la malaria, la cual, prácticamente, había sido erradicada del país. Y, sobre todo, la demostración de la corrupción más extendida en el ejercicio del gobierno, desde las cúpulas, hasta llegar a los medios de distribución de alimentos a los barrios y poblados del país.

Sugiero a José Luis Rodríguez Zapatero que, si desea realizar una misión de arbitraje objetiva y confiable, que escuche directamente a los venezolanos y que no se quede en el plano cauteloso de los políticos. Además de analizar las encuestas y sus resultados, le sugiero que proponga reunirse en foros con los estudiantes universitarios y profesores. Igual con las academias y organizaciones de la sociedad venezolana, como las sociedades profesionales, grupos de opinión y, en fin, con la gente común, para que pueda tener una visión cierta de nuestra crisis y para que pueda entender y comprender que no se trata de una crisis que interese solo a los políticos. Es una situación de mucha más envergadura, que amerita una salida y un arreglo pacífico, antes de que la anarquía y el desorden se impongan, colocando el asunto venezolano en toda su mayor complejidad.

Y no se trata de convencer a Maduro de que rectifique las políticas y propenda hacia un arreglo con la oposición para hacer un plan de ajustes. Esa ocasión pasó hace ya tiempo y no fue posible una rectificación. El plazo se extinguió, sin resultados de significación. De modo que la negociación que usted proponga se concentre dentro del contexto de un cambio de gobierno y de un cambio político, de modo que se evite una confrontación violenta, innecesaria por demás, como lo es toda confrontación donde corra la sangre y se pierdan inútilmente vidas inocentes. El pueblo venezolano se manifestó claramente el 6 de diciembre de 2015. No hay lugar a dudas. Y lo hizo de manera pacífica, democrática e institucional, a pesar de los esfuerzos que se han venido haciendo por desnaturalizar esa voluntad popular.

Entiendo que pueda ser cuesta arriba que usted y sus aliados puedan convencer a Maduro de una renuncia con la finalidad de una sustitución del gobierno por vía electoral. Pero la consulta popular está en la mesa de las salidas y, desde luego, un sano arbitraje implica la voluntad expresa del sector político de acatar los resultados.

Para ello, señor Rodríguez Zapatero, examine, analice las encuestas y podrá observar cómo es evidente la falta de confianza y de credibilidad en la imparcialidad de las autoridades electorales actuales, así como de los integrantes de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. De modo que es necesario encontrar y convenir en los caminos institucionales para resolver la crisis.

Y finalmente, desde luego, el tema político allí no se agota, sin la existencia de un pacto básico de gobernabilidad. Y entre sus bases estarán las políticas para encontrar de nuevo el camino hacia el crecimiento económico y la mejora sensible de los niveles de bienestar de los venezolanos. Y que quede claro que este camino no podrá encontrarse jamás sin apartarse, radicalmente, del socialismo marxista, estatista que impera, en la actualidad, en Venezuela.

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