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Si gana Duque, si gana Petro

No es poca cosa lo que se va a definir en Colombia en circunstancias nacionales, regionales y mundiales de alto riesgo para la paz y el equilibrio internacional.

Es tal la importancia del evento electoral del próximo domingo 17 de junio, que la decisión ciudadana de ese día traerá consecuencias históricas, previsibles unas, imprevisibles otras, sobre el destino de todos. Así de simple, así de complejo.

Por ello es importante levantar la mirada sobre números y encuestas, opiniones y controversias domésticas, tan sesgadas y abrasivas como siempre, para reflexionar sobre lo que verdaderamente está en juego, más allá de candidaturas y banderías políticas, negocios, ministerios y cargos, como lo es la pugna por el control del poder político nacional e internacional. Libertad o dictadura.

En Colombia, dónde no, se vive una etapa de visible fractura del andamiaje socio-cultural, ético, político y económico, sobre el que se sostenía la relativa estabilidad social. Todo equilibrio es inestable por naturaleza, es verdad, pero hoy en estado de preocupante y creciente deterioro e inseguridad. Río revuelto. Cocodrilos hambrientos. Diques rotos.

Es evidente que el mundo vive una fase compleja en su desarrollo en la que todo está en discusión, en veremos. No hay verdad, ni siquiera verdades, no hay brújulas orientadoras, no hay orden político estable ni modelos creíbles de un todo. Es el mundo de la creciente disconformidad social, política, económica, religiosa, personal, valorativa. Todo es duda y apremio. Nada se pierde, todo se esconde o envilece. La fe ya no mueve montañas, la corrupción sí.

Los valores, aquellos valores sólidos, indiscutibles, relacionados con la verdad, el bien y la justicia, son credos que se recitan en museos a los que nadie asiste a pesar de que la entrada es gratis.

“Ser o no ser” ya no es un dilema o una afirmación de destino. Ahora se puede, se debe, se tiene que ser socio de clubes distintos y hasta excluyentes el uno del otro porque de lo que se trata es de sobrevivir, y para ello los principios son una carga, un estorbo, peso muerto del que es más práctico deslastrarse. El pragmatismo se impone y es bien recibido por las circunstancias extremas de un presente ajeno y además globalizado.

Y a todas estas la Política, arte y ciencia, instrumento al fin de la acción colectiva, se ha convertido en títere de la realidad que ha logrado desbordarla. Claro que aún quedan algunos liderazgos y líderes, en vías de extinción en todo caso, debilitados frente a la mayor de las empresas, la paz mundial, y dedicados a conserjerías particulares a cambio de prebendas electorales, gobiernos, curules y espejos ególatras. Bisutería.

El caso colombiano se enhebra como nunca antes a esta marea de circunstancias inestables, perniciosas, y se está allí, en encrucijada histórica, por escoger entre dos modelos de existencia opuestos entre sí. Los venezolanos sabemos de ello, y mire usted que cuánto.

Por ello ha extrañado tanto, desde aquí, esa neutralidad axiológica y política, casi que de pureza matemática, demostrada por algunos candidatos en el hermano país, que se lavan las manos, por puro cálculo personal, frente a las opciones en pugna que son, a diferencia de otros tiempos, radicalmente, existencialmente opuestas. Democracia o comunismo.

Buena parte del futuro del continente, y ni que decir de Colombia, se juega el próximo domingo 17 de junio donde candidaturas impensables si no fuera por las condiciones de pobreza, desencanto político e impunidad institucional, no podrían estar ocupando el lugar de privilegio, mediático, inmediatico y mediatizado, que conquistan las calenturas populares de estos y otros tiempos.

En el fondo y en la superficie se mira la crisis profunda del modelo político democrático de cuyas viseras expuestas aparecen los males que hoy vemos por doquier, que invaden nuestras vidas y días como los monstruos, hoy hechos más realidad que nunca, dibujados por el talento visionario de Goya, ese español universal.

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