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Sin planes

Las naciones necesitan dos planes de vuelo: para enfrentar las dificultades de corto plazo y para orientar los rumbos históricos en dirección al futuro. Nosotros estamos sin ninguno de estos dos planes, y con los pilotos sin credibilidad, por las equivocaciones en la conducción de la economía y por las falsas promesas en la campaña, además de la incompetencia en la formulación de los ajustes necesarios para corregir los propios errores.

En el período de pocas horas, la presidente Dilma determinó y echó hacia atrás en la posposición de parte del décimo tercer salario de los jubilados, echó hacia adelante y reculó en la recreación de la CPMF [Contribución Provisoria sobre Movimiento Financiero], anunció reducción de diez ministerios y no dice cuales; y, sobre todo, le envió al Congreso, por primera vez en la Historia, una propuesta presupuestaria con déficit primario (gastos – ingresos) de R$ 31,5 mil millones, R$ 367 mil millones si contáramos los compromisos con intereses para el 2016. La impresión es de improvisaciones e indecisiones constantes Falta un comando político y un coordinador técnico.

La noticias de estos últimos meses y semanas muestran un gobierno quebrado y desorientado. El ministro de Hacienda pasa la idea de que no sabe lo que debe hacerse, y la presidente de la República, de que no sabe lo que quiere que se haga. Y la población y los parlamentarios no parecen estar dispuestos a pagar el precio por el enfrentamiento de los problemas inmediatos y mucho menos por la construcción de un país eficiente, justo, sustentable, saludable.

La sensación es de que, bajo las miradas pasivas de la población y sus liderazgos, el gobierno condujo a Brasil hacia la recesión y el declive de las finanzas públicas; sin definir los rumbos para el futuro deseado. Parece que hemos optado por caminar sin dirección, sin plan, sin escoger los caminos, apenas llevando los problemas con pequeños arreglos y ajustes improvisados.

Hace décadas que actuamos sin proyecto a largo plazo, pensando apenas en los beneficios para cada uno o cada grupo, en lo inmediato,. Preferimos consumir de inmediato, incluso sacrificando el ahorro para el futuro; optamos por jubilaciones desde jóvenes, mismo a riesgo de no tener dinero para que sean cuando lleguemos a la vejez; aceptamos ser el granero de los alimentos del mundo, sin cuidar que seamos una economía productora de bienes de alta tecnología.

Por eso, a pesar de todos nuestros inmensos recursos, llegamos al 193 aniversario de nuestra Independencia con un país de bajo ingreso por cápita, campeones en la concentración de la renta y con desigualdades en lo social y regional, un país pobre especialmente en la educación, en la ciencia y en la tecnología; sin preparación políticamente para que construyamos al Brasil que queremos, o mismo para que definamos el rumbo de lo que queremos a largo plazo para la historia futura de nuestra nación.

Si fuera una empresa, Brasil tendría que pedir estado de atraso: sustituir directores, vender patrimonio, renegociar deudas, reducir salarios, despedir trabajadores, detener todas las inversiones. Como no es empresa, la Constitución impide que se tomen casi todas esas medidas; dejando al país fallido y sin planes.

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* Cristovam Buarque es profesor emérito de la Universidad de Brasilia y senador por el PDT-DF

Traducción de Carlos Armando Figueredo.

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