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Suicidio colectivo

Hay dos formas de suicidarse. Una es atentando contra la propia vida. Otra, permitiendo que nos la arrebaten. En este caso, incluso, podemos suicidarnos sin darnos cuenta. También hay dos formas de morir. Una, dejando de respirar. Otra, entregando nuestra libertad, permitiendo que otros decidan por nosotros.

La historia dará cuenta de que el pueblo venezolano no tiene vocación de suicida. Es un pueblo tan valeroso que incluso es capaz de entregar su vida para no suicidarse. En palabras más simples, ofrece su vida por la libertad de los que quedan y de los que vendrán.  Aquellos que luchan en las calles a todo riesgo están evitando, precisamente, el suicidio colectivo, la entrega de nuestra libertad, a una banda de ladrones cuyo único objetivo es permanecer en el poder. Esta banda de ladrones se sostiene a través de la acción de una banda de sicarios que da la cara mientras aquellos disfrutan las mieles del poder y la riqueza. Esta última banda se sustenta sobre tres patas, con el perdón de los inocentes animalitos que también han entregado su vida por nuestra libertad: los cuatro componentes de las FANB, por acción u omisión,  la PNB y los colectivos diseñados, armados, financiados y alentados por los poderosos.

No sé si estas bandas se han dado cuenta de que el pueblo en la calle decidió que no hay vuelta atrás. No sé si habrán observado que, mientras más reprimen, más gente se une. No sé si se percataron que los “territorios chavistas” ya se decidieron por la libertad. No sé si han percibido que la comunidad internacional decente los rechaza, con excepción de algunos que se arrodillan por unas prebendas o se empeñan en defender un proyecto fallido que ellos mismos no practican.

Hay quien dice que hasta ahora no hemos logrado nada. Yo disiento. Hemos logrado mucho. Lo que antes eran protestas sociales que terminaban echándole la culpa de sus males al imperio o a la “guerra económica”, se han convertido en protestas políticas que señalan con claridad al verdadero culpable. Hemos logrado que la Unidad, sin despojarse de su diversidad, comparta y luche por objetivos comunes. Hemos logrado que los líderes, antes lejanos, se coloquen en el frente de lucha. También hemos logrado que los poderosos tengan que decir mentiras cada vez más grandes, absurdas y ridículas y no les quede más remedio que cavar su propia tumba, allá en La Haya.

Esta crisis parece tener varias salidas posibles. Una, que los poderosos recapaciten y le devuelvan la soberanía al pueblo, como debe ser. Eso es propio de valientes y por lo tanto la descarto. Las otras no las quiero ni mencionar. Particularmente me decanto por una negociación con ayuda internacional que les permita una “salida honrosa”, le dé un respiro a los sectores democráticos del chavismo, a riesgo de incurrir en un contrasentido, y nos permita forjar nuestro futuro en democracia. El problema de esta “salida honrosa” es que no puede eliminar la certeza de juicios futuros por crímenes de lesa humanidad.

A estas alturas, cualquier salida es posible, solo si el pueblo sigue en la calle, dispuesto a morir para no suicidarse.

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