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Todavía no ha caído el Muro de Berlín

Es todavía muy pronto y, sin embargo, ahí están las primeras señales de lo que promete ser una navegación muy accidentada. Es imposible no percibir la transición entre un estado de optimismo cauteloso por el descomunal triunfo que significó la victoria de la oposición en las elecciones de la AN y esta sensación creciente de preocupación por el curso de colisión que van tomando las cosas.

No voy a intentar detenerme en la obviamente predecible conducta del gobierno y el PSUV frente a la derrota política y electoral del 6D. Solamente mencionar que la falta absoluta de disposición a negociar y a propiciar acuerdos entre los poderes del Estado, aunque anticipable por lo que ello significaría en cuanto a admitir la derrota del proyecto revolucionario, no por ello menos condenable por lo que significa para Venezuela en un estado de crisis como el que atraviesa la nación.

Me interesa sí, en grado sumo, analizar la conducta de la resistencia democrática. Por supuesto que en primer lugar se impone un reconocimiento a la constancia y disciplina del liderazgo de la MUD en mantener la ruta democrática y la unidad que se tradujo en la victoria del 6D. Un logro que en sus dimensiones excedió las predicciones más optimistas en cuanto al número de diputados y cuyo análisis está todavía sujeto a interpretaciones. En principio existen dos conjeturas extremas respecto a la composición del voto que determinó el resultado del 6D: en una de ellas se le atribuye el resultado esencialmente al voto castigo de un sector del chavismo; en la otra fue la reducción de la abstención proveniente de sectores opositores radicales que esta vez decidieron participar en las elecciones, estimulados, entre otras cosas, por el éxito electoral alcanzado en Argentina por las fuerzas opuestas al kirchnerismo. Probablemente la verdad está a mitad de camino, como es frecuentemente el caso con realidades tan complejas como la nuestra, pero lo cierto del asunto es que la oposición agrupada en la MUD recibió un empujón electoral superior a su capacidad intrínseca de convocatoria, si la misma se mide simplemente asociada a la polarización. Un resultado que estuvo determinado por la crítica situación del país y la necesidad de amplios sectores de la población de expresar su descontento y su convicción de buscar una salida pacífica y democrática al desastre nacional. En otras palabras: el mandato de la MUD va mucho más allá de su universo natural opositor porque mucha gente simplemente escogió el vehículo más directo para enviarle un poderoso mensaje de descontento al gobierno.

Este solo hecho de tener un mandato amplio debería servir como justificación para interpretar que los diputados elegidos en las listas de la MUD son los diputados del pueblo en un sentido muy real y que están obligados a comportarse como tales. Pero esto es solamente una parte de la historia, porque en Venezuela tenemos una democracia minusválida, sujeta a la presión implacable de un proyecto autoritario y aún habiendo conquistado una mayoría indiscutible del mandato popular, esa mayoría que se traduce en 2/3 del número total de diputados no puede, no debe, so pena de poner su triunfo y el del pueblo en riesgo, actuar y proceder como si la conquista de la AN supusiera la conquista del poder político real.

Los símbolos y el lenguaje tienen un valor determinante en política. Un acto simbólico, ético y real de la máxima importancia es una ley de amnistía y reconciliación nacional y eso fue reconocido sin ambages en el discurso de Henry Ramos Allup al asumir la presidencia de la AN. Disponer de las imágenes y retratos de Chávez en el recinto de la AN es también un acto simbólico, que no tiene la misma importancia, ni de lejos, de la ley de amnistía, y fue adelantado de forma que ofende no la sensibilidad del gobierno, sino la de la gente que cree en la figura del comandante. Ello transforma este acto en un error político independientemente de que fue celebrado ampliamente en las redes sociales y en la prensa internacional. En la misma dirección está la juramentación de los diputados de Amazonas. Si se iba a hacer esa acción de desconocimiento de la decisión de la Sala Electoral del TSJ tenía que estar acompañada de acciones del pueblo de Amazonas exigiendo la presencia de sus diputados en la AN, para no darle la excusa al chavismo talibán de descalificar la legitimidad de la asamblea.

Por otro lado, se perdió una oportunidad muy importante de combatir el lenguaje falaz del chavismo utilizando sus propios argumentos el día de la instalación de la AN. El artilugio retórico y retorcido del régimen es que las ideas y el modelo adelantados por Comandante son buenos pero que se ha perdido el rumbo por la ineficacia de la acción gubernamental, por los errores en la puesta en práctica y un cierto nivel de corrupción. Por ello le piden disculpas al pueblo y prometen enmendar. Pues bien, era necesario utilizar la tribuna del 5E para señalar de manera inequívoca que no solamente el modelo es destructivo, sino que la corrupción ha sido rampante y que, en última instancia, se ha producido una profunda traición al pueblo y que por eso el pueblo le revocó su mandato de esperanza al chavismo. Es cierto que esto se dijo fragmentadamente, pero no se transmitió este mensaje clave con la fuerza necesaria.

Por último, el mensaje de la mayoría de la AN es que el énfasis debe estar en el tema político y esto dicho en una forma que se traduce en la cabeza de mucha gente en que no se podrá hacer mucho sin salir constitucionalmente del gobierno. Esto puede ser verdad, pero dista considerablemente de lo que se dijo durante la campaña al prometer que se podía corregir el desastre económico votando por la MUD. Cambios de discurso de esta naturaleza no deben emprenderse sin decirle la verdad a la gente sobre las verdaderas limitaciones de la acción de la AN.

En síntesis, interpreto mi deber como ciudadano el decir lo que deba decir para contribuir a que los diputados del pueblo lleven adelante una misión en la que está en juego la existencia misma de Venezuela. La política real es sobre disponer de la fuerza para actuar y la ética es sobre hacer lo correcto. Combinar ambas conductas requiere sabiduría, liderazgo y vigilancia ciudadana, para que no celebremos la caída del Muro de Berlín que divide a Venezuela prematuramente. Tarea nada fácil y sobre la cual hay que ser positivo, generoso y firme en la crítica de un liderazgo que ha dado mucho por Venezuela en una lucha que requiere de todos, con sus aciertos y sus carencias.

Vladimiro Mujica

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