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Trump elevó riesgo de salida violenta en Venezuela

La decisión de la administración Trump, imponiendo sanciones al actual Vicepresidente ejecutivo de Venezuela, no es un ataque en contra del pueblo venezolano, ni siquiera hacia el chavismo –que cuenta con muchísimas personas decentes y honradas. En realidad, esto constituye un golpe político y legal, dirigido concretamente a dos individuos y a la elite gubernamental de la cual forman parte.
Ríndete, estás rodeado
El acorralamiento genera dos posibles respuestas, o cooperas o te radicalizas. En este momento, da la impresión de que la cúpula a cargo del gobierno habría optado por el segundo comportamiento, es decir, hacer intentos por mantenerse en Miraflores a toda costa, pensando así evitar desgracias personales.
La primera señal en esta dirección es la ratificación de la sentencia en contra de Leopoldo López, horas después de que su esposa, Lilian Tintori, fuera recibida por el presidente Trump en la Casa Blanca y éste pidiera la liberación de López.
Sancionar o no, he ahí el dilema
Por un lado, hay razones para pensar que esto desincentiva una salida pacífica aunque, por otra parte, la medida es una soga al cuello que cierra espacios de gobernabilidad a lo interno y pone en jaque la oxigenación internacional del régimen (por ejemplo, capacidad de endeudamiento).
Los defensores de las sanciones alegarían que, de cualquier modo, la elite gobernante no va a salir del poder por las buenas. Bajo esta óptica, la estrategia de dejar hacer, dejar pasar para que no se aíslen y permitan elecciones es errada. Se trata de un sistema autoritario que, con sanciones y sin éstas, moverá cielo y tierra para prolongar su colapso definitivo.
En consecuencia, mientras más se le alcahuetee, más se fortalece su capacidad de maniobra en favor de intereses muy particulares y en detrimento de al menos el 80% de venezolanos que rechaza al gobierno.
Ciertamente, el oficialismo está buscando paz pero un tipo de paz que sólo conviene a éste. La simulación, mejor conocida bajo el nombre de “dialogo”, es un ejemplo tangible de sus propuestas leoninas.
Divide y vencerás
Están asustados, Trump no es Obama y lo saben. Ahora bien, soy de los que piensa que a ese cogollo y al liderazgo chavista en general, incluyendo a empresarios, hay que terminar de dividirlos, ofreciendo salvoconductos a quienes deseen colaborar con Venezuela por la vía de dos aportes principales: i. aceptar condiciones para una transición de gobierno; y ii. relatos y/o evidencias para investigaciones penales y administrativas sobre iliciticos transnacionales. El efecto dominó podría resolver la crisis de forma adelantada y pacífica.
De las entrevistas que recibí a raíz de este asunto, la de la BBC de Londres me llamó la atención. El programa no giraba en torno a Venezuela sino a las políticas antidrogas del presidente Trump. Rescato ese enfoque para comentar que aquellos verdaderamente involucrados en narcotráfico son insalvables. Esto se debe a que a nivel de seguridad interna, la lucha contra las drogas es una prioridad muy sensible para la nueva administración.
Como agravante, el encargado de esta misión es el ahora ministro de relaciones interiores y antiguo Gral. del Comando Sur, John Kelly, quien no sólo provocó impases entre Caracas y Washington en el pasado, también conoce muy bien el caso venezolano. Precisamente, el Gral Kelly le ha dado importancia al escenario de una implosión del chavismo.
¿Cuál es el precio de una transición PACIFICA?
Insisto en un mecanismo de justicia transicional. Las autoridades estadounidenses deberían intensificar la política de beneficios procesales para patriotas cooperantes, los cuales podrían girar en torno a dos grandes opciones excluyentes: .i No puedes volver a hacer política: Agarra tu dinero mal habido y te vas de Venezuela, siendo Estados Unidos una alternativa (similar al esquema negociado con Rafael Isea); ii. Si quieres quedarte en Venezuela o regresar para hacer política: Tus activos injustificables serán congelados y confiscados. Tampoco tendrás visa para viajar a Estados Unidos.
Lo anterior también está relacionado con el curioso tema de los “falsos positivos”. Por ejemplo ¿por qué no se acusa de narcotraficante a José Mujica, a Rafael Correa o a Evo Morales? ¿Por qué a otros vicepresidentes venezolanos como Aristobulo Istúriz o Jorge Arreaza no se les habría “montado ollas” de igual naturaleza? Uno tampoco ve incluidos en estas listas de narcotráfico a altos funcionarios como Ernesto Villegas, Ricardo Menéndez, Jorge Rodríguez, Tibisay Lucena o Nelson Martínez, por mencionar algunos otros.
El barco se está hundiendo con Venezuela a bordo. Un plan de rescate que no ofrezca salvavidas a algunos miembros de la tripulación, eleva el riesgo de un desenlace violento. Pero que quede claro, si ocurriera ese escenario, culpable no será ni la oposición ni el presidente Trump, sino la macolla chavista, negada rotundamente a la alternancia y, sobretodo, empeñada en obstaculizarle rutas de participación democrática al liderazgo disidente (tanto a lo externo como dentro de sus filas).
Es esa minoría impopular de una minoría hecha mengua, la que continúa jugando con fuego, desafiando sin tregua la paciencia y calma de quienes abrumadoramente le adversan.
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