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Un diálogo que no se trague la esperanza

Quienes emergen en la política venezolana a partir, del 4F de 1992, por causa del espectro del golpe de Estado contra la democracia venezolana, dieron a conocer sus debilidades estratégicas. Pero después de haber llegado al poder, mediante las elecciones presidenciales de 1998, han demostrado incapacidad para gobernar, y además, por su desempeño gubernamental, son mal ejemplo. Pues desde 1999 hasta el presente, reprimen a quienes se atreven a protestar contra sus políticas inflacionarias, de escasez de alimentos,  de corrupción, de hambre, de violación de los derechos constitucionales y de los más universales DDHH.

¡No es mentira! Por todo el país, cada uno de los venezolanos, además de ver a sus hijos presos o huyendo de la represión –solo, porque cumplen con el derecho y el deber constitucional, de protestar– sienten también, a causa de la inflación y la escasez de alimentos, los resortes dolorosos, humillantes y torturantes del hambre en sus propios estómagos. Los aguinaldos fueron para pagar deudas y completar, a medias, la cesta básica faltante. Esta vez para las Fiestas Navideñas y Año Nuevo, habrá poco o nada de estrenos y hallacas.

¡Los venezolanos se sienten más pobres que nunca! Sus familias están amenazadas y desamparadas. Ante el crecimiento de la delincuencia  y la imposibilidad de mantener el hogar, sienten que sus esfuerzos se pierden. Los niños mueren por desnutrición, por falta de medicinas y por causa de la delincuencia. Otros, no van clases, porque no les alcanza el dinero para comer ni para pasajes. Los jóvenes destrozados por la situación se desesperanzan, muchos son asediados por las tentaciones y los vicios. Si la corrupción, el dolo, el crimen, entre otros delitos, no son castigados; estos tienden a  imitar, a los cuestionables patrones de conducta de malhechores y de dirigentes oficialistas, que así lo sean. Y no digamos más de los peligros que asechan al resto de la población. Estos, impactados por la situación económica, la falta de nutrición y de proteínas, lucen demacrados y los invade la tristeza. La clase trabajadora del país, va a laborar sin la carga alimenticia que exige la faena diaria de trabajo. Muchos dicen: “¿Para qué el infierno? Si ya vivimos en él.”

La fortaleza, para no ser remecidos por los embates de esta descomunal y destructora crisis político-económica, está  en los baluartes éticos de la población; pero esta situación, llega justo cuando la crisis moral azota al país. Si los gobernantes, que pudieran ser los líderes conductuales y espirituales de la nación, no son ejemplo ni referencia moral a seguir, ¿qué se puede esperar? ¡Ni Dios aguanta esto! Por ello hay que fortalecer la riqueza espiritual y ética de la población.

La solidaridad se hace viral de manera nacional e internacional. Nadie puede ignorar la crisis que azota a toda la población. Toda la gente tiene razón. Los políticos de la oposición están en su derecho. Los empleados, que están dentro del gobierno y  critican a su propia administración, usan sus derechos constitucionales. Hay muchas razones para salir de casa en auxilio del grito doloroso y desesperante de la patria. Sin duda, la población respalda a quienes padecen cárcel por luchar contra las políticas anticonstitucionales y hambreadoras del gobierno.

La protesta masiva, decisiva y no violenta activada para recuperar los derechos constitucionales y el cambio de gobierno –que  solo exhibe fracaso– fortalece  la moral y el orgullo imperioso de ser venezolanos, hijos de Bolívar, de todos nuestros libertadores y hacedores de la patria.

Por ello, la voluntad valiente y consciente del país cree en el diálogo que no se trague la esperanza, que coloque al país y la vida de la gente por encima de políticas parciales y de la mezquindad. El diálogo ha de apresurase a dar soluciones claras y convincentes. De allí han de salir ideas, que en los hechos,  atraigan la inversión, fortalezcan la producción y ayuden a dar soluciones para que las necesidades de la familia venezolana sean atendidas, sin distinción alguna. Del diálogo habrán de salir decisiones que destruyan la crisis político-social actual, genere oportunidades y fortalezas para los cambios, que la situación exija. Un diálogo que saque de las cárceles a todos los presos políticos, deja de serlo. Un diálogo, sincero y responsable, a de remitir al país hacia un gobierno, que en los hechos, demuestre alta política, crecimiento económico desde los factores de producción, para una exitosa administración a favor de todos los estratos sociales, y de manera especial, optimar a la población más vulnerable, económicamente. Y por encima de todo, que se haga prevalecer los derechos de personas.

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