OpiniónOpinión Nacional

Una central nuclear en la Gran Sabana

Imaginémonos el complejo en el valle de Kamarata y al fondo el imponente Auyantepui. Esta fantasía resultaría lógica si Venezuela decide producir energía a partir de la fusión del átomo puesto que, siendo una zona apartada y de escasa densidad de población, un accidente nuclear no afectaría a una gran masa de seres humanos. Y por otra parte, es una región donde es poco probable que se produzca un temblor por ser una de las formaciones geológicas mas antiguas y estables de la tierra. Y en honor a la lírica y al medio ambiente, también una de las regiones más bellas y limpias del planeta. ¡Ah, me olvidaba! Además, es una zona excelente para instalar una central atómica, pues en el Auyantepui se podrían colocar radares y cohetes tierra-aire para detectar y repeler a tiempo un bombardeo enemigo.

Mayo de 1945. Harry S. Truman y sus colaboradores, ya teniendo en sus manos la bomba atómica, y según algunos, con ganas de probarla en seres humanos, pide la capitulación incondicional de Japón. El general Anami Korechika, ministro de guerra y el hombre más poderoso del Japón después del Emperador, se niega rotundamente. El seis de agosto, el B-29 Enola Gay deja caer la bomba en Hiroshima. Sólo por la explosión resultaron 130.000 muertos y por efectos de la radiación; es decir una muerte lenta, por cuchillito de palo” como decimos Venezuela, 112.000 más.

Contra la opinión de algunos de los miembros del gabinete, Korechika se rehusa a capitular incondicionalmente. Nueve de agosto, los americanos dejan caer la otra bomba sobre Nagasaky : 31.000 muertos por la explosión y 109.000 más por cuchillito de palo. No obstante, Korechika rechaza de nuevo la rendición.

El Emperador Hiro-Hito pide al gabinete que acepte la capitulación. “Como soldado japonés debo obediencia al Emperador” dice Korechika y el 14 de agosto, firma la capitulación como todos los miembros del gabinete. Al día siguiente, temprano en la mañana, abre la puerta que de su habitación da al jardín, se sienta frente a un pequeño altar y como lo demanda el ritual, escribe un poema para dejar constancia de su serenidad, se desnuda el torso y se hace el haraquiri.

Desde nuestra visión occidental se podría decir que el general Korechika no soportó el sentido común del Emperador.

1962. Crisis de los Misiles. Nikita Krushev y Fidel Castro se ponen de acuerdo para instalar una base de misiles en Cuba. Un avión espía americano descubre y fotografía el complejo. Los Estados Unidos bloquea a Cuba. El mundo está en vilo, el holocausto nuclear parece inevitable.

A continuación Fidel narra como escribió una carta a Nikita, que le envió el 26 de octubre, en plena crisis:
“Escribía esta carta con un cuidado y unos escrúpulos terribles, porque lo que iba a escribir era particularmente osado y audaz, y debía cuidar la forma. Mi opinión era que, en caso de invasión, había que enviarles una andanada masiva y total de misiles nucleares. No le decía dispárenlos, pero si atacan, si invaden, es una situación tan dramática, tan difícil de enfrentar, que no debemos perder tiempo en estupideces, ni en darle tiempo al enemigo de lanzar el primer ataque.”

«En esos momentos no considerábamos la posibilidad de que pudiéramos desaparecer. Es un hecho muy interesante, porque, en realidad, estábamos en la antecámara del holocausto y nosotros nos contábamos chistes. Sabíamos que nos iban a hacer jugar el papel del muerto: estábamos decididos a aceptarlo.”

Discurso de Fidel en la reunión del Comite Central del Partido Comunista, el 25 y 26 de enero de 1968 (la perorata del Comandante duró doce horas)

Gracias a que el proletario Nikita y el burgués John Fitzgerald juegan al ajedrez político, y no al póker como Fidel, logran ponerse de acuerdo: los gringos retiran los cohetes que tienen instalados en Turquía y los soviéticos se llevan los suyos de Cuba.

¡Nos salvamos en la raya! Sin embargo, Fidel en vez de respirar aliviado dando muestras de sano sentido de sobrevivencia, casi se muere de la pataleta. Es tanta su soberbia que aún hoy declara sin el menor empacho haber estado dispuesto al holocausto nuclear.

1986, Chernobyl. La obsolescencia de la tecnología, la falta de recursos para mantenimiento, una serie de fallas técnicas, errores de operación y, sobre todo, miopía política, desencadenan la tragedia de Chernobyl. Apenas 30 muertos por la explosión, pero 350.000 personas tienen que ser reubicadas y este accidente causa incalculables daños a la salud y al medio ambiente. Aún hoy, a 19 años del accidente, no está definitivamente asegurado el “sarcófago” que resguarda el reactor , en cualquier momento podríamos recibir una nueva “sorpresita”. El costo para encerrar y sellar definitivamente al monstruo de Chernobyl es de 1.100 millones de dólares.

“Que es eso p’a nosotros”, diríamos en Venezuela.

Para muestra un botón. El uso de la energía nuclear encierra muchos peligros, quizás el peor sea la “imperfección humana”: desde un hombre con un sentido ético, moral, nacionalista, o como se quiera llamar, que lo hace perder el sentido común; pasando por otro, desquiciado, que no le importa un bledo terminar como un amasijo de carne chamuscada, él y su familia, sus amigos, sus compatriotas y el resto del planeta; hasta una serie de pequeñas fatalidades que pueden ocasionar un accidente como el de Chernobil.

Habría que agregar el riesgo de los deshechos radiactivos generados en las plantas nucleares, que cada vez serán más y seguirán contaminando y representando un grave peligro para la vida en los próximos 10.000 años. Además del peligro que representa que los desechos nucleares caigan en manos terroristas.

Me pregunto si Venezuela, dado los inmensos recursos de energía fósil, hidráulica, eólica y solar, tiene necesidad de correr ese riesgo. Por ejemplo, por decir una tontería ¿no sería mejor invertir ese billete en recoger a los niños y adultos mendigos que pululan por las calles de Venezuela, ofrecerles techo, ropa, comida, un futuro sostenible y en un medio ambiente limpio y saludable?

En vez de apoyar que cada vez más naciones pongan en peligro la salud del planeta, como sabemos ya bastante deteriorada, ¿no sería más razonable incentivar fuentes limpias de generación de energía y, sobre todo, luchar por conseguir la prohibición total de las armas nucleares?

A pesar de las críticas de Green Pace y de otras organizaciones ecologistas, sólo queda aplaudir a la comisión noruega que otorgó el premio Nobel de la Paz a la Agencia Internacional de Energía Atómica y a su director Mohamed el-Baradei, por su esfuerzo para evitar la proliferación de armas nucleares.

Los comentarios, textos, investigaciones, reportajes, escritos y demás productos de los columnistas y colaboradores de analitica.com, no comprometen ni vinculan bajo ninguna responsabilidad a la sociedad comercial controlante del medio de comunicación, ni a su editor, toda vez que en el libre desarrollo de su profesión, pueden tener opiniones que no necesariamente están acorde a la política y posición del portal
Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba