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Una nueva esperanza para el pueblo colombiano

La victoria del NO en el plebiscito colombiano es un inesperado fenómeno político con enormes consecuencias para Colombia y la región.

Parecía imposible que la sociedad colombiana reaccionara de esa manera frente a la enorme campaña publicitaria montada por el gobierno de Juan Manuel Santos.

La pregunta había sido formulada de manera tramposa. Parecía que optar por el NO era negarse a la paz, cuando, en realidad, lo que quería la mayoría de los colombianos era poner fin al conflicto, pero sin entregarles a las FARC una serie de privilegios políticos, económicos y jurídicos, que convertía a la banda narcoterrorista en un partido encaminado a lograr por otros medios lo que no consiguió con sus delitos.

Santos se las arregló para que, de alguna manera, votar por el NO fuera votar contra el papa, contra John Kerry, contra Ban Ki-moon y contra el rey de Juan Carlos I de España, que estuvieron en Catagena junto a otras figuras internacionales, irresponsablemente convocadas por Juan Manuel Santos para celebrar lo que parecía un triunfo apabullante.

¿Por qué más de la mitad de los electores eligió el NO? Por tres razones fundamentales:

Porque existía y existe un profundo rechazo y desconfianza hacia las FARC, que nunca han tenido más del 2 o 3 por ciento de apoyo en el país, debido a sus crímenes repugnantes.

Porque lo que se conocía de los pactos era intolerable: impunidad, dinero, privilegios legislativos, subsidios. Más que el fin a la guerra, parecía que la nación colombiana estaba pagándoles un rescate a unos piratas que se habían apoderado del país para que dejaran en paz a los ciudadanos.

Y tres, porque los ex presidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, rodeados de primeras figuras de la vida pública, como el senador Iván Duque, el abogado y ex ministro Fernando Londoño, la ex candidata a la presidencia Marta Lucía Ramírez, el periodista Plinio Apuleyo Mendoza, y otras docenas de personas prestigiosas empeñaron sus voces y plumas en defender febrilmente las libertades de todos los colombianos, y dieron una batalla que parecía imposible.

¿Quién ganó y quién perdió en el plebiscito? En primer lugar, ganó el pueblo colombiano y perdieron las FARC.

Ganó el pueblo colombiano, porque, quienes lo representen, de ahora en adelante, para sostener negociaciones, tienen el mandato tácito de no ceder ante las peticiones excesivas e injustas de los narcoterroristas.

Perdieron las FARC, porque el señor Timochenko, máximo cabecilla de la banda, pero no el único, hoy está más débil junto a los camaradas de armas que cuestionaban su liderazgo. No tiene sentido regresar a las selvas, y si las FARC vuelven a matar estarán legitimando una respuesta contundente por parte del Estado.

Ojalá que el presidente Santos advierta que la victoria del NO aporta una oportunidad dorada de poner fin al conflicto, pero de una manera honrosa y ajustada a Derecho, y no de la forma ilegal y absurda reflejada en los pactos de paz apresuradamente firmados en La Habana.

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