El EditorialOpinión

Venezuela optimista

Venezuela optimista no es ni un cliché, ni un recurso retórico, ni un mecanismo más de auto ayuda para resolver un transe difícil en nuestra existencia, es una visión de país que, afortunadamente, tienen muchos venezolanos que luchan, día a día, por un mejor país y que adoptan ese conocido adagio de que a mal tiempo buena cara.

Nadie, en su sano juicio, puede negar que las circunstancias actuales en las que vivimos son especialmente complejas y que han conducido a muchos compatriotas a buscar nuevos horizontes, fuera del país, para poder llevar adelante sus vidas, sin la angustia existencial de vivir en un estado permanente de zozobra por la inseguridad, el desabastecimiento, la inflación desbordada y la incertidumbre. Sin embargo, son muchos los jóvenes emprendedores que idean proyectos, profesionales que día a día dan lo mejor en sus empleos, empresarios que siguen luchando por mantener sus  fabricas y negocios abiertos porque creen que Venezuela si tiene futuro y que este país sabrá superar la crisis que hoy la agobia.

El optimismo es un estado de ánimo que permite ver y juzgar la realidad en sus aspectos más positivos o favorable y no es, de ninguna manera un auto engaño sino una visión de largo alcance. Venezuela es una nación favorecida, tal vez en exceso, por unas condiciones naturales extraordinarias. Es un país en el que aún todo está por hacer, por construir y en el que las posibilidades de lograr metas exitosas ha sido una realidad en el pasado y lo será mucho más en el futuro, eso si, si abandonamos el pernicioso hábito de querer vivir como rentista y no como productor de riquezas.

Los emprendedores son generadores de riqueza, los burócratas que viven de la riqueza petrolera no. El impulso que requiere Venezuela para surgir no vendrá de un cambio de gobierno en el que un hombre sustituya a otro en la presidencia sino de una convicción compartida de que se debe superar la distorsionada idea de que el petróleo es el maná caído del cielo y que puede resolver todo sin que tengamos que esforzarnos en trabajar para hacer país.

Querámoslo o no el modelo de la Venezuela petrolera y rentista se agotó, y tenía razón Pérez Alfonso cuando acuñó su famosa frase de que el petróleo era el estiércol del diablo. Y la tenía porque los gobernantes erróneamente consideraron que su única tarea era la de repartir, adecuadamente o no, la riqueza del subsuelo.

Un país no se puede construir con mentalidad de rentista porque siempre llegará la hora en la que ésta menguará, un país exitoso depende de la laboriosidad, ingenio y constancia de una población que se afane en producir, con su trabajo, riqueza.

Somos optimistas porque la crisis que estamos viviendo nos enseña que tenemos que cambiar si queremos salir de ella y el cambio debe pasar por superar las condiciones que nos llevaron a donde estamos entrampados hoy. Aquí en circunstancias diferentes a las que en su tiempo pronunció Churchill hay que hacer nuestro su famosa frase: “Solo les ofrezco sangre, sudor lagrima y esfuerzo”, para vencer y lograr la Venezuela que queremos y amamos.

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