El Editorial

¿Vientos de cambio?

La entrevista de José Vicente Rangel a Alí Rodríguez Araque puede ser leída desde distintos ángulos, uno de ellos es que el comandante Fausto, tal vez instruido por La Habana, le señala a Maduro que debe cambiar si quiere sobrevivir políticamente, pero también puede verse como un posicionamiento de JVR como opción para asumir rol principal en un eventual gobierno de transición.

Con márgenes cada día mayores, según las encuestas, la oposición podría llegar a superar al oficialismo por casi 30 por ciento. Si eso ocurre, es probable que se abra un espacio para una solución de transición democrática y es por eso que ya, desde ahora, hay algunos jugadores en la palestra -Henry Falcón y el general Rodríguez Torres-, además de algunos outsiders que irán apareciendo en la medida en que la oposición mantenga su tendencia ascendente.

Lo difícil hoy es conciliar intereses tan diversos como los de las principales corrientes que conviven en el oficialismo y también en la oposición, con en los llamados Ni-Ni.

La solución al problema, sin embargo, es impostergable porque las condiciones de vida de los venezolanos se están deteriorando de manera exponencial y si no se toman las medidas necesarias para corregir las fallas estructurales en la economía, hay un riesgo cierto de un estallido social.

Por eso la transición es una necesidad para conciliar los opuestos y tomar por consenso las medidas indispensables para permitir una gobernabilidad que logre restablecer la credibilidad del gobierno y la esperanza de la gente.

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Un comentario

  1. Ciertamente, la situación es harto complicada y no se vislumbra la elaboración y construcción de algún marco de referencia confiable y creíble.Una salida en puertas que nos diga ese es el camino a seguir y lo que quedara sería el andarlo. Eso no existe en este momento. Sí, hay actores políticos que se han movido en el entorno del chavismo como los mencionados en el EDITORIAL de hoy, pero ninguno de éllos parece confiable aunque servirían para iniciar un proceso de transición de muy incierto futuro y partiendo del supuesto de que no serían ´´hostigados´´ por las líneas duras de gobierno y oposición.Y el otro problema es que este no es un asunto exclusivamente civil, hay un generalato que está implicado hasta los tuétanos en la política y en el manejo y control del poder. No son meros convidados de piedra sino actores fundamentales de este y de cualquier proceso por venir. También, hay que considerar hasta donde pueden llegar los ententes y acuerdos cupulares y de cogollos, con independencia de las aspiraciones de los sectores populares ; y no dejar de lado que esos Ni – Ni, pueden jugar un papel decisivo si se llegase a un final apretado a la hora de la verdad.

    Coincidimos plenamente en que las posibilidades de un ´´estallido social´´ están presentes, donde no se ve del todo claro es en la direccionalidad de ese estallido. No necesariamente va a ir contra el gobierno, pues es en la lucha callejera donde se deciden estas confrontaciones que, cuando van apoyadas del control de los medios, la fuerza pública, y unas hordas bien dirigidas y entrenadas, le pueden dar la ´´vuelta a la tortilla.´´. Tampoco se debe obviar el que se esté dispuesto a continuar gobernando sobre las ´´cenizas´´y que de una buena vez de decidan a dar el salto hacia la experiencia comunista sin tapujos ni cortapisas. Hay es donde el señor Ali Rodrigues ha hablado bien claro : igualar hacia abajo. Aquí no se van a producir rectificaciones de ningún tipo que le den un respiro a la derecha política y económica, salvo que se decidan a ´´cooperar´´ dentro de las reglas del proceso revolucionario. Y es que lo que ha sobrado en toda nuestra historia son los ´´patriotas cooperantes´´, acomodos y reacomodos en función del ´´sálvese quien pueda´´.

    Una cosa es cierta, y es que estamos llegando al punto de la gran confrontación o de las rendiciones incondicionales. En el primer supuesto, la derecha no tiene nada que buscar ni esperar ; y en el segundo supuesto, solo se correría la arruga, pero no se resolverían ninguno de los problemas. Por el contrario, se agravarían. Es por ello que afirmamos que necesariamente se tendrá que ir a una resolución del conflicto en un sentido u otro. Claro que es cuestión de la más absoluta prioridad el llegar urgentemente a un punto de equilibrio entre las partes, pero eso no parece encontrar su lugar en este momento. Hay demasiados intereses contrapuestos. Llámense lucha de facciones, apetencias personales o como se las quiera denominar, pero todo pasa por tomar todo un conjunto de decisiones acertadas que no excluyan los sectores populares y que hoy están mucho mejor organizados que hace veinte años y poseen una conciencia política muy desarrollada. En este punto es donde todo el andamiaje de cualquier acuerdo o negociación se puede venir abajo. Y sinceramente, no creo que ni la oposición ni el gobierno, lo hayan entendido a cabalidad.

    El problema no es el ganar unas parlamentarias o si el presidente Maduro se va o se queda. El problema de fondo es el encontrar una salida que satisfaga medianamente a todos los actores políticos y persuadir al pueblo de que vienen muchos años de grandes penurias y sacrificios, que la desigualdad y la pobreza colectiva es inevitable al menos durante algunos años, pero que no hay otra salida. Y esto, si se ve como muy difícil que se pueda lograr de un día para otro y que todos acepten algún acuerdo de este tipo si en un momento dado se llegasen a sentir muy perjudicados y hasta manipulados dentro de este juego de poderes, donde por lo general algunos ganan y otros muchos pierden. Y es que si no se define con precisión el sentido y alcance de un concepto tan relativamente difuso como lo es el de transición, seguramente, estaremos o habremos perdido el tiempo. Y no es eso lo que queremos.

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