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Y ahora, le tocó a Evo

Era previsible que Bolivia negara a Evo la posibilidad de optar a una nueva elección presidencial.

Siguen siendo previsibles los próximos fracasos electorales de las fuerzas que por un momento hicieron historia en Latinoamérica bajo el epígrafe de “Socialismo del siglo XXI”. Sea lo que fuere que esa frase significó para muchos, lo cierto es que se está convirtiendo en un dicho sin sentido, en una frase más de esas que no dicen nada y que, si en su momento llenó aspiraciones, ilusiones y generó controversias políticas e ideológicas, en este instante ya no llena a nadie y tampoco hay quienes puedan describir su relevancia actual.

Ese movimiento social que se generó en los 90 y culminó en el inicio del siglo XXI, se quedó allí. No prosperó. De su seno salieron figuras de relevancia mediática extraordinaria, planteamientos socio culturales estrambóticos, políticas económicas y sociales altisonantes, agresivas e iconoclastas. Las sociedades tradicionales de los países Latinoamericanos se vieron al borde de la destrucción y las normas e incipientes tradiciones socio culturales y políticas que se esbozaban en  nuestros países, cuestionadas, demonizadas y algunos de sus representantes vilipendiados, encarcelados, arruinados y execrados de la interacción social y política.

La corrupción cambió de nombres y de cantidades. Jamás se habían visto cifras de corrupción tan elevadas como las que vemos a cada momento y, lo que es más grave, la proporción de esas cifras respecto de las necesidades reales de la nación que alberga a los corruptos es de una envergadura tal, que ni el más obsceno y vulgar epíteto, podría dibujar semejante desaguisado.

El tráfico de influencias, las opiniones particulares sin bases científicas, las decisiones unilaterales con descuido de su repercusión y la creencia personal de ser ungidos por una especie de poder divino y tener derechos especiales con habilidades únicas, pudieron ser de mucha influencia en un momento dado, pero ya no. Sistemáticamente van cayendo de su autoerigido pedestal y paulatinamente nos acercamos más a las verdades que siempre estuvieron y no quisimos ver. El voto popular es el verdadero rector de nuestro futuro, no los iluminados que se niegan a reconocer que lo importante es abrir caminos e incitar al pueblo a transitarlos con autonomía, respeto e independencia de ideologías constriñentes y trasnochadas que conducen a hechos de maltrato, corrupción, exclusión y personalismos.

Bien hecho, Bolivia. En América nos merecemos una nación como la vuestra, sin dobleces.

En Venezuela también dio el pueblo una manifestación clarísima y contundente de lo que desea y de lo que no quiere seguir padeciendo. Los gobernantes no han aceptado esa manifestación electoral de definición política y están jugando un juego demoníaco de desacato y agresión contra la Asamblea Nacional. No sabemos cual va a ser el resultado inmediato, pero es obvio que el pueblo no está contento con el gobierno y menos con esa actitud.  Y, si hoy le pedimos al gobierno que acate, como debe ser, la Asamblea Nacional elegida por el pueblo, también le pedimos a Evo que acate, a su vez, el mandato de su pueblo y no intente recurrir a alguna argucia política que disimule su falta de respeto al NO de la reelección.

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