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Zoología Política Importada

Desde que Hugo Chávez apareciera en sociedad un hecho característico fue su búsqueda de nuevos clarividentes del pasado autoritario, anunciadores del Mesías en uniforme, náufragos de la utopía, piaches de medicinas milagrosas para curar todo tipo de males sociales y económicos latinoamericanos. Esto se hacía evidente ante la clara limitación en materia de ideas propias del barinés. Conviene entonces, en estos tiempos de orfandad intelectual en correspondencia con el presidente que padecemos, revisar el all-star de los brujos, profetas del ayer y predicadores de utopías fracasadas que nos han visitado en estos 16 largos años a costa del erario público. Luego mencionaremos a algún aspirante del patio a chamán de las ideas socialistas.

Norberto Ceresole, el proto-asesor, llegó temprano y también se fue de este mundo durante el primer gobierno chavista. Sociólogo argentino caracterizado por un currículo que tenía más pinta de prontuario que de otra cosa. Peronista de joven, luego miliciano izquierdista, retrocedió aún más, sin demasiada pausa, hacia el antisemitismo. Perenne constructor de monopolios mentales, fue consejero de Juan Velasco Alvarado, el militar golpista peruano que hizo un gran esfuerzo por destruir su país.

Su “obra científica” –es un decir- lo llevó desde un peronismo ortodoxo, con altas dosis de nacionalismo, hasta afirmar que el Holocausto fue un mito que carece de respaldo científico, así como al rechazo del concepto de lucha de clases tradicional, y la apuesta, ya en su etapa de quince y último en Venezuela, por la identificación del líder militar (Chávez) con su pueblo, sin intermediarios, en la forma más pura posible de caudillismo antipolítico.

Así como no puede faltar un nombre español en una lista de toreros, en todo lineup socialista no puede faltar un alemán: Heinz Dieterich. Sociólogo, desde 1977 profesor universitario en México, se ha dedicado a estudiar los cambios necesarios en el ideario marxista luego de que la versión inicial se derrumbara junto con cierto muro –alemán también, para más datos-. ¿Su obra magna? Un libro llamado “Socialismo del Siglo XXI”, donde opinaba que el sitio ideal para renovar al socialismo era la Venezuela chavista. Claro, hasta que rompió con Chávez, según Dieterich, porque Chávez no aplicó “con suficiente rigor” sus propuestas maravillosas.

A la chilena Marta Harnecker, dogmática sacralizadora del marxismo, viuda de Manuel Piñeiro (alias Barbarroja, comandante de la revolución cubana, y uno de los responsables del montaje del aparato de seguridad del régimen fidelista), mi generación la sufrió y mucho. Autora de un súper-ladrillo llamado “Los Conceptos Elementales del Materialismo Histórico”, ilegible, insufrible y copioso, mandado a leer por cualquier profesor socialista –y mire usted que eran abundantes- que uno se encontrara en cualquier centro de educación superior criollo de los años setenta.

Asesoró por unos cuantos años al Difunto, a quien seguramente lo puso a leer sus Obras Completas (¡82 libros!), lo cual seguramente debe haber contribuido en gran medida al mal humor que caracterizaba a Chávez desde que decidió intentar acometer esa ardua tarea que para él debe haber representado la lectura de algo más profundo que la Gaceta Hípica.

 Alan Woods, un asesor galés nacido en Swansea, todo un adalid del socialismo geriátrico, se declara trotskista –a saber qué querrá decir eso hoy; Sartre afirmó en su momento que un trotskista “era un comunista caído en desgracia”-; el paisano de Tom Jones fue dirigente de algo llamado la “Corriente Marxista Internacional”. Asimismo fue en su juventud miembro del ala más radical del partido Laborista británico, en los tiempos ultrosos que llevarían al partido, bajo los liderazgos más precarios que preclaros de Tony Benn y Michael Foot, a escribir un Manifiesto (lo que por aquí llamamos un programa de gobierno) para enfrentar electoralmente a Margaret Thatcher. Tal esperpento casi hunde al socialismo británico como a su compatriota el Titanic; un documento radical e irreal hasta lo risible, denominado socarronamente por un muy feliz dirigente conservador como “la nota de suicidio más larga de la historia.” Obviamente, Thatcher arrasó en la cita electoral.

Este británico lo tuvo claro desde el comienzo, y pasó de la ingeniería a la sociología, aunque lo suyo siempre fue dar clases de filología rusa y eslava (graduándose en Bulgaria y la URSS). Escribió, en el 2008, un texto llamado “Reformismo o Revolución, marxismo y socialismo del siglo XXI” (una crítica acerba a Heinz Dieterich; recuérdese que no hay marxismo serio sin controversias, debates y rupturas), que seguramente lo catapultó, desde Sofía y Moscú hasta Miraflores, a la siniestra del barinés, donde se ocupó por un tiempo de ser el principal promotor de la necesidad de acabar con toda acción económica privada, y de aumentar la velocidad al ya entonces desvencijado modelo económico chavista. Para él, el chavismo era el “germen de la revolución mundial”. O sea, el hombre estaba hecho a la medida del ego del barinés.

 Ignacio Ramonet, gallego radicado en Francia, tiene el mérito indudable de haber sido lo suficientemente listo para sobrevivir a las purgas que han dejado echo polvos a varios de sus rivales en la búsqueda de los favores –y dineros- del régimen chavista. Forma parte de un invento llamado movimiento “altermundista”, y se vende como especialista en geopolítica y estrategia internacional. Ha dado clases en La Sorbona, y por años fue director de una revista llamada Le Monde Diplomatique (ahora dirige su versión castellana.) Ha escrito, entre otras cosas, Fidel Castro: biografía a dos voces o Cien horas con Fidel (2006),  y Hugo Chávez: Mi primera vida (2013).

Se le ha sabido guindar a Maduro como lo hacía con el difunto, y de hecho le hizo una entrevista, en julio de 2013, en la cual Maduro insistía ya en los diversos planes que hay para asesinarlo, y afirmaba que a la derecha no le convenía lograrlo, porque de hacerlo ella “desaparecería del mapa político venezolano por 300 años”. No 299, ni 301. Exactamente 300 años. Y claro, él vería todo eso desde el cielo, afirmaba.

Y sobre una posible división del chavismo, alertaba que “las fuerzas divisionistas y disolventes siempre han amenazado cualquier Revolución. Las aspiraciones al poder de grupos y de personas son una negación del proyecto mismo de la Revolución Bolivariana que es de carácter socialista, y exige desprendimiento y sacrificio.”

 Sobre el control de cambio, afirmaba Maduro en dicha entrevista que era un sistema exitoso. “En febrero pasado (se refiere a 2013), para defendernos de un ataque brutal contra la economía y contra la moneda, tuvimos que adecuar, digamos, el bolívar. Venezuela puede manejarse con este tipo de cambio que tenemos, perfeccionándolo. Debemos fortalecer nuestra moneda, vacunarla contra los ataques especulativos y perfeccionar el sistema de manejo de las divisas convertibles.” Dos años después, ya conocemos el resultado.

Mencionemos ahora a uno de los auténticos padres de la criatura chavista, en los momentos en total desgracia, pero quién sabe, a lo mejor Maduro, en su desesperación, lo trae de nuevo del bullpen, donde está intentando calentar el brazo: Jorge Giordani, nacido en San Pedro de Macorís, República Dominicana. Así, él es un ejemplo concreto –siguiendo las enseñanzas de David Ricardo sobre las ventajas comparativas y la especialización- de por qué esa ciudad caribeña debería dedicarse exclusivamente a lo que hace bien y en forma abundante, que es producir jugadores de béisbol, y olvidarse de otras profesiones, como ingenieros electrónicos izquierdosos. Y pensar que Dominicana nos envió, supongo que para compensar lo que nos vendría después, al recordado músico Billo Frómeta.

Giordani es autor de esa frase inolvidable que deberá ser puesta en el Valle de los Caídos chavista: “el socialismo se construye desde la pobreza.” Además, afirmó, cuando la fortuna lo miraba con ojos pícaros, que “el plan del gobierno está estructurado para los próximos 500 años”. Siempre la influencia hitleriana mostrando sus costuras, qué cosa.

Más recientemente aparecieron por estas tierras de experimentación marxista unos españoles que, por lo visto recientemente en la prensa de ese país, “hicieron la América”, gracias a los centenares de miles de dólares que se ganaron en sesudas asesorías al Difunto, y a otros gobiernos amigos. Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero –pocas veces un apellido ha sido tan justamente descriptivo de su poseedor- destacan, entre los miembros de la “ Spanish Armada” de las ideas retrógradas. Hoy líderes de Podemos, intentan embaucar a sus compatriotas como ya lo hicieron con el barinés.

Justo cuando estaba a punto de publicar esta nota, una querida amiga me envió un correo del economista venezolano Leonardo Vera, en el cual se mencionaba el último aporte de la Madre Patria en las asesorías a la construcción de la patria socialista: un economista -a lo mejor porque no hay ni uno solo en el actual tren ministerial- también cercano a Podemos, llamado Alfredo Serrano Mancilla. Su importancia se multiplica porque aparentemente él es un asesor  -él prefiere llamarse “consultor”- de Maduro, en las presentes circunstancias.

El hombre concedió una entrevista a la revista Contrapunto el pasado domingo 5 de abril. El título lo dice casi todo: “Las comunas deberían encargarse de las importaciones”.

Vale la pena incluir aquí algunos de los comentarios de Leonardo Vera a la entrevista del hispano, por ser muy pertinentes y acertados:

1.- Chávez no tuvo una propuesta económica propia. El proyecto de estado comunal, la configuración de una sociedad de súbditos, y el socialismo del siglo XXI, son arcaísmos arrancados de las experiencias del comunismo del siglo XX. Hector Silva Michelena ha escrito un libro luminoso y formidable sobre éste tema (Estado de Siervos: Desnudando el Estado Comunal). (…)

2.- El triunfo de Chávez no creó ningún efecto dominó en AL. El giro político que los pueblos latinoamericanos dan en los últimos años iba a darse con o sin Chávez. (…)

3.- Conceptos como “soberanía tributaria”, “rentismo importador”, “economía ociosa”, “rendición de cuentas del sector privado”, “justicia cambiaria”. Todo eso es una ruina; un sin sentido. La mera noción de que los agentes privados o la sociedad civil debe rendir cuentas (¿cuentas a quien?) suponemos proviene de alguna traducción del facismo europeo.  Este señor no pasó por Hobbes, Locke, Montesquieu, Constant, o Paine. Por ninguna de sus teorías políticas ni por la historia que las propicia. Se comió sin digerir un tolete histórico de la lucha por la libertades civiles y la soberanía del individuo frente al poder del Estado.

4.- Sobre la crisis económica que vive el país, Serrano la acomoda a la caída de los precios del petróleo y eso en realidad tiene muy poco que ver. Ese ha sido un agravante reciente. (…)

5.- (…) “Su increíble teoría de la inflación le atribuye el problema al conflicto geo-político por el petróleo. Ideas peregrinas desde el chavismo hay muchas, pero esta ocurrencia es realmente admirable.

6.- Pero sin duda el mayor de los delirios es esa perla de darle a las comunas el control de las importaciones. Si se consolida esa idea, en un pestañeo pasaremos de la tragedia de los comunes a la tragedia de las comunas (¿y no es acaso lo mismo?).

Muy concretas y ajustadas a la verdad las palabras de Leonardo Vera.

Ya que estamos a punto de concluir esta nota, es quizá el momento de recordar que Chávez, siempre preocupado por las cuestiones del intelecto y del pensamiento, como corresponde a su arraigada y conocida vocación humanista, y dentro del debate y de la reconocida capacidad de autocrítica del chavismo, todo un ejemplo para la progresía mundial, decretó en su momento la creación de una Escuela de Altos Estudios Políticos donde el liderazgo robolucionario debería estudiar ricas corrientes de pensamiento como el post-marxismo, el proto-comunismo, el maoísmo, el neo-fascismo schmittiano, el Corán, el Diario de Piedad Córdoba, el pensamiento de las FARC y de ETA, el talibanismo, etc.

La comisión designada para la creación del aquelarre con pretensiones académicas, del cual poco se ha hablado durante el desierto madurista, incluía a futuros candidatos al Nobel como José Vicente Rangel, Luis Bilbao, Carmen Bohórquez y Mari Pili Hernández. Supongo todavía están estudiando cómo instruir a las focas amaestradas parlamentarias que, en su mayoría, apenas han tocado un libro en buena parte de su vida. No puede ser considerado un alumnado muy exigente. Y es que para leer y pensar estaba el Líder Supremo, el Difunto. Hoy, obviamente, solo queda Maduro.

Supongo que en el cuerpo académico regular de este cachivache podrían haber incluido a intelectuales de la talla de Freddy Bernal, el etarra Cubillas, Ramón Rodríguez Chacín, Mario Silva, algún babalao cubano. Es una lástima que su salud haya impedido que invitaran como conferencista especial al académico Fidel Castro, quien podría haber ofrecido todo un curso magistral sobre cómo destruir la economía de un país y esclavizar a sus ciudadanos.

Tan acostumbrados hemos estado los venezolanos a la hermenéutica de Lina Ron, a los tratados filosóficos de Diosdado Cabello, a la lógica vulcana de Elías Jaua y Mario Silva, o a la metafísica endógena de Jesse Chacón, todos ellos dignos exponentes de la escuela filosófica de su gurú principal, el Chamán-Pajarito, que obviamos una pregunta que cabría hacerse sobre su variopinta selva intelectual. ¿Hay hoy algún intelectual chavista criollo que sea realmente presentable?

Como comienzan los cuentos infantiles: había una vez… intelectuales de izquierda, comprometidos con el cambio y la mejora social. Algunos de ellos engrosaron la hoy obesa administración pública venezolana y chao pescao. Se dejaron de tanta pensadera y elucubración escolástica, muy preocupados por disquisiciones más materiales, expresadas sobre todo en óbolos recibidos puntualmente cada quince y último de mes.

Un criollo que intenta destacar dentro de la zoología burocrática chavista, es Haiman el Troudi, teórico más de púlpito que de cátedra, quien tiene las ventajas sobre los demás de su juventud y de haber nacido en Barinitas. Un ingeniero que olvidó las matemáticas para dedicarse al pensamiento revolucionario, dentro de un establecimiento llamado “Centro Internacional Miranda”, auténtico aquelarre macbethiano donde ha compartido labores con gigantes del pensamiento progresista del siglo XXI como los ya mencionados Juan Carlos Monedero o Pablo Iglesias. Un aporte esencial de el Troudi, en entrevista a El Nacional el 10 de diciembre de 2006, fue esta frase inolvidable, seguramente inspirada, quizá sin él saberlo, en el filósofo imperialista Yogi Berra: sólo sabemos lo que no debe ser el socialismo del siglo XXI.”

El hombre, quien fuera ministro de Planificación y Desarrollo, además de jefe con muy poco éxito del Metro de Caracas (a su llegada, era el director número 11 de ese alicaído servicio, en 11 años de gobierno chavista), y luego celebrado por algunos ingenuos como ministro de transporte. Asimismo ha incursionado en esa rama literaria, tan abusada por algunos monaguillos del proceso, llamada la poesía.

No hay en este zoológico, por supuesto, ningún teórico cubano, porque es bien sabido que el fidelismo no dio ningún aporte concreto a la mazamorra teórica marxista. Fidel lo tuvo claro desde el principio: a él lo que interesaba era la praxis estalinista para mantenerse en el poder, y para eso no se necesitan ideólogos, sino verdugos.

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