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A propósito de los discurso militares de ahora

Treinta y cuatro años de vida dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales (1955-1989) y por supuesto que en ese tiempo tuve que oír innumerables palabras o discursos en muchos actos o ceremonias, pronunciados por varios militares de diferentes grados o rangos y prácticamente sin excepción todos se caracterizaban por la sobriedad aunque no puedo negarlo, a mi gusto, unos se podrían catalogar de buenos y otros malos en cuanto al contenido o la forma de decirlo.

Me refiero al tema porque, desde hace ya unos cuantos años han cambiado la tónica los pronunciados, al menos por los miembros de la cúpula militar de los llamados componentes con motivo de las diferentes ceremonias de recepción o entrega de cargo. La tónica y el contenido de esos discursos se han caracterizado por la lisonja, la adulancia, el culto a la personalidad. En el caso de la recepción de cargos prácticamente no se exponen las intenciones, planes o propósitos, lineamientos de comando y si por casualidad lo asoman, su contenido es tan escueto que pasan desapercibidos. En los actos de entrega de cargo el contenido del discurso debería contemplar los logros obtenidos y las cosas que quedan pendientes por ejecutar.

En los actos más protocolares, por ejemplo los que se efectúan en fiestas patrias, brillan por su ausencia los verdaderos motivos de la celebración en sí. Por supuesto que las adulancias, las lisonjas, las alabanzas abundan en demasía. Como esas características ahora son comunes, pareciera que forma parte de instrucciones dadas quien sabe con qué fin; posiblemente para que los invitados , el público asistente, se crea todo lo que oye y salga convencido que las cosas están de maravilla. Y también da la impresión que en el próximo acto a realizarse el nuevo discursante debe ser más enfático en las alabanzas al jefe. ¿Es que no se dan cuenta que lucen arrastrándose a los pies de quien recibe las flores que lanzan? ¡Francamente!

Algunas veces me critican que me presento como un Almirante de los de antes. Lo que comenzó como un juego de palabras entre Almirante y antes, después se convirtió en un verdadero sentimiento porque no es que me sienta mejor o peor a los actuales, eso se lo dejamos a la historia, pero sí soy diferente y conmigo muchos, quienes le dedicamos los mejores años de nuestras vidas al servicio de la patria, al cumplimiento de nuestro deber, al respeto a la constitución y a las leyes, a hacerle honor al Juramento a la Bandera el día de nuestra graduación, con aciertos y errores u omisiones como humanos que somos.

Me viene a la memoria algo que en estos momentos pueden servir de comparación con el tema que estoy tratando. Corría el año 1985 y me desempeñaba como Comandante de la Base Naval Agustín Armario y de la Guarnición de los Municipios Puerto Cabello y Mora del Estado Carabobo. Con motivo de la celebración del 19 de abril de 1810 hube de asistir al acto que se realizó en el Consejo Municipal de Puerto Cabello. El discurso de orden lo dio un político del partido de oposición al gobierno de aquel entonces, caracterizándose el discurso, entre otras cosas, por su gran contenido político partidista sin hacer referencia al verdadero motivo del acto.

Al día siguiente, le hago una visita al Presidente del Consejo Municipal y en la conversación le manifiesto lo que realmente era el motivo el mi visita, el hecho de que se había aprovechado el acto en una arenga de tipo político-partidista y que por lo tanto le sugería que para la próxima fecha a celebrarse, el 5 de julio, le proponía invitar y me ponía a la orden para ser intermediario, a un prestigioso profesor de la Escuela Naval de Venezuela, el Doctor Santos Carrasquel Sabino, si mal no recuerdo abogado y médico, y a quien le había oído clase magistrales en el desempeño de sus funciones académicas. El señor presidente del Consejo Municipal me manifestó que eso no podía ser porque había un compromiso entre los partidos pare repartirse las fechas y el cinco de julio le correspondería al partido de gobierno y el orador de orden sería quien estaba haciendo campaña para la elección de secretario general de su partido. Por supuesto que salí algo decepcionado porque no había podido lograr que en el acto del 5 de julio se hiciera referencia a lo que verdaderamente significaba es fecha para el país porque presumía que la tónica del discurso tendría la misma del pronunciado por su adversario político el 19 de abril.

Al llegar a mi comando, mandé a que me localizaran por teléfono a quien estaba designado para decir las palabras y le planteé que como previo al acto del Consejo Municipal había un acto netamente militar en la Plaza Bolívar de ciudad, me diera tiempo suficiente para retirar a las tropas emplazadas y así estas no formaran parte de un acto meramente político. El diputado me entendió, me dio la razón y así se hizo.

El seis de julio le dirigí una correspondencia oficial al presidente del Consejo Municipal donde le manifestaba, con suficiente antelación, que el 24 de julio, día en que se celebra el Natalicio del Libertador, la Batalla Naval del Lago de Maracaibo y el día de la Armada, se había decidido que el Acto Central a efectuarse por esos motivos se haría en la Plaza Bolívar de Puerto Cabello para darle más realce al acto en sí y que el pueblo porteño pudiera asistir masivamente a diferencia de otros años cuando ese acto se realizaba dentro de la Base Naval con las consiguientes y necesarias restricciones para la asistencia del público. Así mismo le informé que como el Acto Central lo debía presidir yo, estaba estipulado que la “Alocución” debía ser pronunciada por mi persona en mi condición de Comandante de la Base y de la Guarnición de Puerto Cabello y Mora.

Por primera vez en la historia, el Acto Central se realizó fuera de la Base Naval. Ignoro si otros Comandantes lo han hecho después. Lo cierto es que esa fue una decisión mía, participada tanto al Comando Superior de la Armada como al Ministerio de la Defensa, y sin recibir objeción u observación alguna. Nótese que participé mi decisión y no pedí autorización. Posiblemente si hubiese solicitado permiso me hubieran puesto objeción o hasta no me hubieran autorizado.

Se organizó una Parada Militar con presencia de los Comandos sitos en Puerto Cabello: Base Naval, Comando de la Escuadra, Batallón de la Infantería de Marina Rafael Urdaneta, Centro del Material de Guerra del Servicio de Armamento de las Fuerzas Armadas (CEDIMAGUE) y el Destacamento de la Guardia Nacional con sede en la ciudad. El discurso que preparé era de por sí complicado porque debía hacer referencia a las tres celebraciones, Natalicio del Libertador, Batalla Naval del Lago de Maracaibo y Día de la Armada. Confieso que me costó algo elaborarlo pero creo que salí bien parado.

De esas palabras quiero resaltar algunos párrafos

“… Coincide la celebración del Día de la Armada con el onomástico del Padre de la Patria. Día de la Armada en honor de aquellos valiosos marinos que hace ciento sesenta y dos años ofrendaron a Bolívar el mejor de los regalos: un mar libre de dominación extranjera, el mismo mar que hoy los marinos del presente nos hemos encargado de conservar con la misión de defender la soberanía en todos los espacios acuáticos y como garantes del sistema de gobierno democrático que nos hemos dado los venezolanos.”…

…”El 24 de julio no sólo nace quien nos diera la libertad sino aquel que nos legara la doctrina tantas veces invocada y otras tantas irrespetada. Adalid de la unión y la justicia fue también abanderado de la moral.

Al decir de Salcedo Bastardo en sus Historia Fundamental, ‘Bolívar quiere una República ejemplar y planificó el Poder Moral que debía ser un contrapeso respecto al Ejecutivo fuerte que se propugnara; era una especie de institución para el derecho popular de resistencia a la opresión’ Su tesis derrotada en Venezuela,-ironías de la vida- es aceptada luego por el constituyente boliviano cuando crea una tercera Cámara, la de los Censores. Su convicción es invariable cuando expresa: “Sin moral republicana, no puede haber gobierno libre”…

…”Su vida pública fue intachable y dicta disposiciones severas contra “…esos delincuentes que se alimentan con la sangre de sus conciudadanos…”

“…Ya en 1812 había decretado la defensa de la ética del nuevo orden: “Todo aquel que fuera convencido de haber defraudado los caudales de la renta nacional del tabaco o vendiéndolo clandestinamente fuera del estanco, será pasado por las armas y embargados sus bienes para deducir gastos y perjuicios que origine” En 1814 nos dice “La hacienda nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de vuestros intereses deben demostraros el uso que han hecho de ellos”

Más tarde en 1824 en la ciudad de Lima nuevamente decreta: “Todo funcionario público, a quien se le convenciere en juicio sumario haber malversado o tomado para sí de los fondos públicos de diez pesos para arriba, queda sujeto a la pena capital” y establece como una vez lo hiciera aquí en Puerto Cabello la misma pena para aquellos jueces a quienes se les comprobara lenidad en la aplicación de las obligaciones que el decreto señal.” Y más adelante: “Todo ciudadano tiene derecho a velar por la hacienda nacional. Su conservación es de interés general. Los que la defrauden son enemigos capitales; y en este caso, la delación, lejos de degradar al que la hace, es una prueba de ardiente celo por el bien público”

Qué de lecciones nos dejó y pareciera que bien poco las hemos aprovechado. Y me permito estas reflexiones: ¿Qué pensaría El Libertador si estuviera entre nosotros? ¿Repetiría “He arado en la mar”? seguramente que sí, cuando hoy vemos con ojos angustiados el grado de deterioro moral al que hemos llegado, cuando las ambiciones materiales y el facilismo se han puesto por encima de los más caros principios éticos que fueron desvelos del Padre de la Patria y de hombres de la talla de Bartolomé Salom y Rafael Urdaneta…”

Como se puede notar este discurso no fue lisonjero, muy por el contrario fue altamente crítico a la situación que se vivía en aquel entonces. Se pronunció en presencia de pueblo de Puerto Cabello, Autoridades Civiles, Militares y Eclesiásticas de los Municipios Puerto Cabello y Mora y del Estado Carabobo, lo mismo que miembros connotados de la Sociedad Porteña, empresarios, políticos, intelectuales de lo más variado. Creí y creo aún que era un deber hacerlo de esa manera.

El Acto terminó con un desfile del personal y equipos militares emplazados con la admiración de los presentes quienes nunca habían presenciado un acto similar en la propia ciudad.

A manera de anécdotas refiero lo siguiente:

-Se me acercó un prestigioso médico y escritor, creo que oriundo de Yaracuy pero que hizo ra{ices en el Puerto, y me hizo el siguiente comentario: “Pérez, si El Libertador estuviera entre nosotros no preguntaría pendejadas; faltarían árboles y postes para colgar a esta cuerda de vagabundos…”

-Otro amigo, comunista él, abogado e historiador y muy conocido en Puerto Cabello me dijo algo así: “Antonio, un Almirante no habla de esa manera, no vas a ascender a Vicealmirante y hasta preso puedes ir…”

-El Comandante General de la Armada de un modo algo destemplado me pregunto a los días “¿Qué fue lo que dijiste en el discurso en el Acto Central? El Presidente me llamó preocupado porque te habías metido en política…” Le respondí, caramba me extraña esa observación. Yo le remití copia de mi discurso para que usted supiera lo que dije. ¿No lo leyó? Y me dijo que no había tenido tiempo. Le respondí que había hecho hincapié en la doctrina moral de El Libertador y eso no me lo podían objetar.

Como Comandante de la Guarnición llamé a mi otro Superior inmediato, el Ministro de la Defensa, a quien le referí someramente lo sucedido y me contestó que él había leído el discurso y no le encontró algo fuera de lo normal: “no te preocupes y no le pares”

Para ese entonces ya se me había anunciado con antelación al 24 de julio que iba a ser cambiado para a un nuevo cargo en el Comando General y a los días fui reemplazado. Por supuesto hubo un sinfín de comentarios por parte de mucha gente, principalmente por parte de quienes se sintieron aludidos en mis palabras pero esos comentarios no tenían razón de ser.

En mayo de 1986, el propio Presidente de la República, mediante llamada telefónica a mi hogar me participó que iba a solicitar al Senado de la República la autorización para ascenderme j

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