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Aunque la mona se vista de seda, mona se queda

El viejo refrán, referido a la vestimenta de la mona, nunca pierde vigencia, tal como es el caso del otro que dice “El hábito no hace al monje”

El día de su cumpleaños, un Chávez convaleciente, se asomó en el “balcón del pueblo” para que lo vieran y oyeran centenares de sus adoradores, todos vestidos con camisas rojas. Les dijo lo siguiente: “¿Por qué tenemos que andar todo el tiempo de camisas rojas?. Estaba que si me ponía el uniforme y yo mismo le dije (…) a mi hija Rosa que estaba aquí, y hasta a la enfermera: Ayúdenme un poco a buscar aquí entre ese poco de camisas, y entonces salió una verde. No, verde se parece a una militar. Salió una amarilla pollito y dije: ¡ese amarillo pollito! Y un pantalón beige”. De inmediato, fueron muchos los que se quitaron las camisas y expusieron sus torsos al viento. Desde entonces, es raro ver camisas rojas en las manifestaciones de apoyo al líder.

El cambio de color, de vestimenta no hace que cambie la mentalidad de quienes cambian. El rojo siempre estará arraigado en los idolatras o en quienes, sin ser idolatras, sino aprovechadores, temen desobedecer los mandatos. Es bueno recordar las palabras de Rafael Ramírez, presidente de PDVSA, en una asamblea de empleados de la petrolera estatal: “PDVSA es roja rojita.”

Y es que el amor por el rojo le viene a Chávez por muchas vías: rojo es el color que siempre distinguió al  comunismo; hubo las “brigadas rojas” en Italia; no puede olvidarse el Khmer rojo; “rojos” llamaban los franquistas a los republicanos durante la guerra civil española; roja es la bandera de China.

Chávez incurre en un error que denota su ignorancia de la historia venezolana: al cambiar el rojo por el amarillo no se da cuenta de que el amarillo era el color de su ídolo Ezequiel Zamora mientras que rojo era el color de los despreciados conservadores que, aunque suene contradictorio, tenían unas ideas mucho más avanzadas que las de los liberales.

No hay que dejarse engañar por cuentos chinos: Chávez y sus secuaces seguirán siendo “rojos rojitos” por los gusanos de épocas ya sin vigencia que tienen en sus cabezas. Vale la pena recordar el refrán argentino: “al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen chiquito” que quiere decir que hay que aceptar lo inevitable.

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