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Entre la banalización y la melancolía

Frente a la inminencia de la mayor amputación de libertades de la que se tenga memoria en la historia venezolana, ¿cómo entender el estado de ánimo de aquellos que no desean el advenimiento del “uh, ah” como máxima expresión del pensamiento republicano?
El desarbolamiento de la oposición y el estado de postración de muchos sólo puede ser entendido como la anticipación de un evento de consecuencias que sobrepasan lo traumático para devenir en catastrófico.

Una catástrofe es algo que produce una destitución subjetiva, un arrasamiento de las señas de identidad. El mejor modelo para entender las catástrofes es el de la esclavitud en la antigüedad. Un esclavo era alguien arrancado de todo referente, convertido simplemente en un objeto de los deseos de su amo. El esclavo perdía todos sus derechos y perdía también su nombre y su historia, se convertía en un muerto en vida.

Frente a este encuentro con el infortunio, cuando se vive la pérdida progresiva de los ordenadores simbólicos, la respuesta más común es la de la catatonia, la parálisis y el tedio son los sentimientos prevalecientes en la vivencia subjetiva. La catástrofe es solamente sustracción, mutilación pérdida.

Lo anterior permite entender la aparente inermidad, el inmovilismo de vastos sectores de la población, dentro de un marco mayor de una depresión convertida en melancolía.

Quizás uno de los agravantes para este estado de cosas esté en la banalización, en la pérdida del impacto afectivo e intelectual que implica pensar las pérdidas a afrontar que tiene el futuro inmediato. Algo de esta banalización, en el sentido de defensa maníaca, es decir: la conversión de los asuntos serios en chistes, tiene que ver con la existencia de tanto periodista de farándula devenido en analista político. Parte de esta exacerbación de esta “liviandad del ser” obedece a que estos temas trascendentales son tratados en el mismo tono con el que se trata el cotilleo perdiendo de vista lo que está en juego. Al tiempo que la defensa maníaca es una operación inconciente, una forma de lidiar con la ansiedad que se experimenta, la banalidad es frecuentemente una política deliberada, que nos ha traído solo daño.

El otro extremo del espectro emocional del venezolano actualmente es el de la melancolía. Es la sensación de desgracia, merecida, inevitable e irremediable, casi escrita en las estrellas que justifica el estado actual de la nación. Quienes así se sienten manifiestan fantasías de culpa inconciente, en las que nuestras tribulaciones actuales son la consecuencia de nuestras faltas pretéritas. Que parte de nuestro malestar colectivo presente tenga que ver con el estatuto disociado y marginal que lo público ha tenido para muchos es una cosa, y que nos lo merezcamos así, sin más, es otra.

Frente a esta situación, se impone la pregunta por que acciones pueden emprenderse para que los venezolanos puedan recuperar la sensación de sentido y propósito ante un panorama tan desalentador.

La operación que se requiere en una catástrofe es la instauración, el esfuerzo activo y deliberado por la recuperación de los sentidos dispersos y la insistencia del uso del lenguaje en su valor de lazo social. Se trata de la insistencia del esfuerzo de pensar y de colocar bajo los efectos de la palabra a aquello que se siente como doloroso o preocupante. Implica la asunción conciente y comprometida por parte de los que cuentan con herramientas conceptuales para entenderse y entender a los otros al servicio de pensar el objeto común que es el país. Y ello incluye un esfuerzo redundante para que el pensamiento ocupe el proscenio de la realidad nacional, como también requiere que el tema sea tratado con la seriedad del caso. Se trata de la tarea de construir esperanza donde reina la desolación. Pero no basada en ilusiones mesiánicas o demagógicas. Es el trabajo realista de colocar un grano de arena que tuerza los engranajes diabólicos de la compulsión a la repetición y que permita el afianzamiento de nuestras capacidades de convertir nuestra realidad en algo mucho mejor a lo que es

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