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Expropiaciones

Cuando el comandante dice “expropio”, no puede estar conjugando el verbo expropiar en primera persona. En efecto, al verbo “expropiar” le corresponde el sustantivo “expropiación”, y la expropiación  es una acción del Estado que le permite adquirir una propiedad privada siempre y cuando se cumplan las condiciones previstas por la Constitución: que haya una declaratoria legal de utilidad pública y que se le pague al expropiado una justa compensación.

Cuando el comandante dice “hoy expropio” la fábrica x el banco y o el supermercado z, lo que quiere decir es que “ex–propio” capricho, como soberano absoluto, le quito la propiedad de un bien a fulano o a zutano.

Y es que el comandante piensa que él es como el soberano absoluto francés que dijo “L’État, c’est moi” [El Estado, soy yo]. Como él se considera el Estado, para hacer lo que se le antoje, no requiere de Constitución ni de leyes y no está sujeto a control alguno. Y es que el comandante no expropia sino que confisca, despoja. Lo ha venido haciendo progresivamente, aunque últimamente, al sentirse arrinconado, lo hace aceleradamente. No se ha atrevido todavía a actuar como Fidel Castro al inicio de su dictadura: suprimiendo totalmente la propiedad privada, aunque no puede descartarse, si las cosas siguen como van, que la suprima, amparado por una asamblea espuria que hasta enero del 2011, controla férreamente y, con un Tribunal Supremo totalmente sumiso a su voluntad, decrete la eliminación de la propiedad privada.

Lo que busca el comandante es que todos dependan del Estado para satisfacer sus más mínimas necesidades, con ello esperando mantenerse en el poder por lo menos tanto tiempo como su padre Fidel. No logra entender, sin embargo, que en la tierra de su adorado padre, en Cuba, las cosas están cambiando y se anuncia la reaparición de la propiedad privada y se abre el camino hacia el capitalismo —aunque sea a la china o vietnamita.

Acaba de anunciar que, “ex – propio” capricho, el Estado se apodera de SIDETUR, la empresa siderúrgica que suministra el 40% de las cabillas que se usan en la industria de la construcción para entregarle la administración a algún coronelito que ni siquiera habla inglés y para que, dentro de poco, las cabillas que produzca la nueva planta socialista sólo sirva para dotar de cabillas recortadas, que sirvan como armas a los grupos violentos que son como tropas de asalto que, en Caracas y otras ciudades importantes aterrorizan a los pacíficos ciudadanos. Total, “si hace falta para la construcción socialista traeremos las barras de acero producidas en Bielorrusia” (imperator dixit).

También amenaza con expropiar el cacao, tal vez para convertirse él en el único “gran cacao”. Después de todo, afirma que el cacao es estratégico y él es el gran estratega de Venezuela-

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