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Un comandante digno

Lo que voy a relatar es historia vivida. Fui testigo de excepción ya que en Junio-Julio de 1963 estuve encargado de la Ayudantía del Comandante General de la Marina, el Contralmirante Ricardo Sosa Ríos. En aquel tiempo tenía el grado de Teniente de Fragata, y por razones del honorífico cargo que desempeñaba, tuve acceso a informaciones que en otros casos me estaban vedadas.

Hoy, frente a posiciones tomadas por algunos y ante el asombro de muchos de los que hemos ocupado posiciones cimeras en la conducción de las Fuerzas Armadas, y transcurridos casi 30 años de los hechos que voy a narrar, creo que sin pecar de indiscreto debo hacer los comentarios que enaltecen a un verdadero Comandante, digno, pundonoroso, honesto, de recia personalidad y leal a sus principios.

Corría el mes de Junio de 1963, último año del Gobierno de Don Rómulo Betancourt, cuando el Comandante General de la Marina propone, de acuerdo a los reglamentos vigentes para ese entonces, las listas de Oficiales propuestos para ascender el 5 de Julio de ese año. A los días el Contralmirante Sosa Ríos fue llamado al despacho del Ministro de la Defensa y a su regreso le dictó a su Secretario, Sr. Ortega Pérez, un Oficio clasificado Secreto donde exponía los motivos por los cuales tres Capitanes de Navío no estaban recomendados para ascender al grado de Contralmirante. En la exposición Sosa hacía hincapié en que lo expresado en la correspondencia oficial era el criterio del Almirantazgo del cual él era el máximo representante por su condición de Comandante General.

En estos días, la Oficina del Comandante General fue inundada por infinidad de visitas y llamadas telefónicas de diferentes personalidades del quehacer nacional, Ministros, Senadores, Diputados, Militares de Alta Graduación, a los cuales el Comandante atendía y a algunos de éllos les leía el contenido del Oficio cuya copia reposaba en la caja fuerte donde se guardaba entre otras cosas correspondencia clasificada. Pues bien, en esa oportunidad, año 1963, la posición del Almirantazgo fue respetada y los Oficiales no recomendados no ascendieron.

Al año siguiente, 1964, me encontraba ejerciendo funciones como Oficial de Planta en la Escuela Naval de Venezuela y por los acontecimientos acaecidos, supongo que la situación de presiones sobre el Contralmirante Sosa fue al menos similar al año anterior. El hecho es que el Almirante Sosa fue llamado por el Presidente de la República, Dr. Raúl Leoni, para tratar el caso del ascenso de los tres Capitanes de Navío. En esa reunión, presentes el Ministro de la Defensa, General Ramón Florencio Gómez y Manuel Mantilla Secretario de la Presidencia de la República, Sosa Ríos expuso y mantuvo su criterio que no era el otro que el que venía expresando desde el año anterior. Trascendió que en medio de la discusión Sosa Ríos fue informado de que incluso a él lo ascenderían a Vicealmirante a lo que con respeto pero también con mucha dignidad y firmeza contestó: “Presidente, muchas gracias pero UN SOL ME ILUMINA, DOS SOLES ME ENCANDILAN Y ME PUEDEN QUEMAR”. Por favor disponga Usted de mi cargo”.

A la salida de Miraflores, periodistas ansiosos lo abordan en busca de información ya que había trascendido a la Opinión Pública la existencia de un impasse y Sosa Ríos sólo se limita a responder “Ni aclaro ni declaro. Estoy a profundidad de periscopio”. A los días, Sosa fue sustituido en ceremonia inusual como Comandante General de la Marina. Por cierto que antes de que el Ministro de la Defensa llegase a la sede de la Marina en San Bernardino, un grupo de Oficiales jóvenes estuvo dispuesto a hacer preso al Ministro a su llegada, pero a requerimiento del mismo Sosa Ríos y de los Almirantes García Landaeta y Benatuil entre otros, la acción no se cumplió.

Sosa Ríos, salió por la puerta grande del honor hacia la historia, con la frente muy en alto y con el respeto y la admiración de quienes fuimos sus subalternos; respeto y admiración que aún hoy en día se manifiestan ante la presencia de este Viejo Lobo de Mar que ante todo fue un verdadero Jefe, un verdadero Comandante. Fue un líder. No se dejó obnubilar ni por posiciones ni por el poder. Mantuvo sus criterios en toda circunstancia permaneciendo leal a los principios de la Democracia que había que establecer a toda costa. Y por sobre todo, fue leal a la Fuerza que tuvo el honor de Comandar. Su legado fue el ejemplo que lamentablemente no ha sido seguido y por eso exclamo: !Cuantos Sosa Ríos nos han hecho y nos hacen falta!.

Caracas, Febrero de 1992

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