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Un país no-cartesiano

Hay dos libros fundamentales para entender el proceso histórico de Venezuela y de Latinoamérica. El mas importantes es “Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario”, de Carlos Rangel, y el segundo, “El Mal Latino” de un francés, Alain Peyrefitte. No es coincidencia que uno haya terminado políticamente en el centro y mudado para los EEUU después de leer en mi juventud estos y muchos otros libros que mis padres dejaban en las mesas por casualidad, aun siendo ambos de izquierda, pero leían de todo.

No faltaba por supuesto “Las venas abiertas de América Latina” ni las biografías de Lenin o los ladrillos de un marxista como Louis Althusser. En mi casa había una biblioteca global y nada se daba por cierto absolutamente. Yo la verdad pensé, equivocadamente, que los dos primeros autores exageraban. Creciendo en la Venezuela “desarrollista” de Pérez y desde joven metido en las avanzadas tecnologías de la industria petrolera, y luego en la UCV y montado sobre la revolución informática, enamorado de las propuestas de la Inteligencia Artificial (Prolog y Lisp), me parecía que Venezuela era igualito a un país desarrollado, nada que ver con Nicaragua, Cuba, Paraguay, etc. Yo vivía en un mundo de fantasía como una película de ciencia ficción. En los EEUU me las he arreglado para seguir encerrado en esa isla tecnológica, desarrollando y vendiendo tecnología en el país de la tecnología. Si es un sueño no me quiero despertar.

No obstante, a veces, a veces me asalta una duda terrible. Es el problema básico de la existencia humana, ¿Qué es la realidad? Mirando la Venezuela chavista y especialmente el desastre de PDVSA-Roja y su desprecio por la inteligencia y la meritocracia, me pregunto, ¿no será que el equivocado he sido yo? ¿No será que la realidad indica que los latinoamericanos estamos condenados a la pobreza, la inseguridad, la escasez, la desilusión y el fracaso? Si se me permite el juego de palabras, la evidencia muestra que la Venezuela del pasado, pasó, y arribó la de ante-pasado, la de más atrás. El chavismo es un producto no-cartesiano.

No se basa en la lógica, las matemáticas, en el racionalismo, en los hechos, sino “lo que diga el comandante”. Seguro cuando Bolívar era el jefe supremo, la realidad no era sino “lo que diga el Libertador”, aún cuando Santander probablemente estaba mucho más preparado para manejar una república vasta y compleja como la Gran Colombia. El chavismo es sumamente parecido al culto al Libertador, e igualmente nocivo. El autor francés Alain Payrefitte llama a este problema que afloró en Venezuela: “el mal latino”, “una cultura que se refugia en el lenguaje, que hace del “cielo de las ideas” su segunda, y a veces única, patria: “No es el resultado lo que cuenta, sino la intención”. “Nada en nuestra educación nos acostumbra a considerar la realidad como una piedra de toque, la realización como una prueba. Todo nos inclina, en cambio, a considerar la realidad como impura, la realización como algo accesorio. En caso de fracaso, son los hechos los que tienen la culpa”.

Esto suena cierto, es verdad, pero la verdad es que últimamente no estoy seguro de nada. Cuando estudiaba economía intenté aprehender las múltiples teorías que explican la pobreza comparativa de las sociedades, pero la verdad al final son bolserías, porque el capital más importante, el recurso humano, no puede ser trasladado entre países, así que pretender que aumentando la inversión bruta hacemos desaparecer a la pobreza es un onanismo político. El Plan Marshall triunfó porque realizó la inversión en países donde los científicos estaban vivos, incluso en Alemania. Aquí no hay científicos sino “científicos sociales”, o habladores de pendejadas. A los verdaderos científicos los botan a la calle porque no apoyan ciegamente “lo que diga el comandante”.

En Venezuela hemos gastado varias veces el monto del Plan Marshall, y lo único que hacemos es retroceder. La calidad de vida entre 1980 y el 2009 en Caracas ha caído, por donde se lo mire. La conclusión es que Venezuela es un país no-cartesiano, donde la suma de los ángulos de un triángulo no es 180° sino “lo que diga el comandante” y donde quien sepa usar los cubiertos es un “oligarca”. Vendemos petróleo crudo para importar gasolina. Pero el Irán es peor que Venezuela. Tiene que importar el 40% de la gasolina. También vende crudo para importar derivados. Ellos tienen su versión del socialismo islámico, donde la realidad no importa sino lo que digan los Ayatolás y el Corán. Es un “ismo” igualito a Venezuela, Cuba, etc., pero basado en la religión.

Los único países que triunfan son los permiten que la ciencia y la realidad se impongan. Yo los denomino países cartesianos. Hasta ahora las únicas sociedades donde no hay pensamiento mágico o ideológico son Europa, Norteamérica, Israel y algunos países del Asia. Los demás son sociedades fracasadas, condenadas a la penuria, fuera de la historia. Como todos los países latinoamericanos excepto Chile, y acaso Brasil y Uruguay. No obstante, yo tengo esperanza de que las FFAA pongan orden y podamos retomar el camino del desarrollo, hasta que seamos mejor que los EEUU y que los países del Asia. No sé si lo veré o me moriré en el exilio, como los cubanos, pero sigo desde aquí, soñando. Duermo abrazado a un larga vista que solo permite ver a Venezuela en la distancia. De nuevo, no me despierten.

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