Judicial

Cuando El Guarataro bajó todo fue distinto: «Entra que las balas vuelan»

La noche del lunes 24 de abril el ambiente en la avenida San Martín era diferente, no pasaban policías, ni patrullas —como de costumbre—, ni mucha gente, lo único que se veía en la calle era una persona que hurgaba en la basura de la esquina —basura que compartía con un perro—. Todo se veía “bien” pero se sentía tenso.

Aproximadamente a las ocho y media de la noche un olor a humo llegó a la ventana de la casa, María González se asomó con curiosidad para darse cuenta de que a una cuadra estaban armando “una guarimba”, inmediatamente llamó a una vecina que podía ver mucho mejor que ella a quiénes lo estaban haciendo, le comentó que eran “puros niñitos”.

Los manifestantes encendieron dos containers de basura, uno cerca de la “guarimba” y el segundo al otro extremo de la cuadra —donde anteriormente hurgaba el perro y el chamo—. Sin embargo, unos vecinos salieron a apagarlo porque el humo les estaba afectando, varios hombres —que no estaban protestando— no estuvieron de acuerdo en apagar el container.

Otros vecinos intentaron mediar la situación pero no se logró nada —irónico que el diálogo no funcione ni siquiera en el día a día—, como consecuencia se inició una pelea porque ninguno de los “dos bandos” se ponía de acuerdo.

Los hombres que iniciaron la riña se alejaron y los pocos vecinos se quedaron terminando de apagar el fuego, pasaron unos tres minutos cuando dichos hombres aparecieron nuevamente. Esta vez en una moto y con un arma de fuego, disparando a diestra y siniestra al aire.

La gente que estaba saliendo de la estación del metro corría despavorida hacia adentro nuevamente —habían pasado unos 20 minutos desde que se había iniciado la protesta y aún los cuerpos policiales no llegaban—. Luego de que sonaran los disparos los hombres se fueron y nadie resultó herido. Pasaron unos cinco minutos más luego del incidente con los disparos y finalmente llegó la policía —los chicos seguían protestando a una cuadra de la PNB.

María tomó la decisión de llamar de nuevo a su vecina para avisarle que había llegado la policía y que lo más probable era que comenzaran a reprimir —ya les había visto las bombas lacrimógenas—, lo que no esperéaba era que los cuerpos policiales aparecieran del otro lado de la protesta.

Varias motos y una tanqueta de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), llegaron por el lado de la avenida sentido este, lo que hizo que los manifestantes corrieran a resguardarse. Eran las nueve de la noche, a esa hora el ambiente pasó de tensión a preocupación. Se escuchaban cacerolas mientras los efectivos policiales lanzaban lacrimógenas, los vecinos gritaban mientras la policía buscaba —hasta debajo de las piedras— a los manifestantes que habían comenzado a protestar minutos antes.

  ***

Después de que los cuerpos policiales detuvieran —por ese instante— la represión, pasaron unos 15 minutos hasta que se llevaron al primer detenido, la gente les gritaba y los policías apuntaban sus armas a las ventanas. Cinco minutos más pasaron para que llegaran tres tanquetas de la Comisión Nacional Antiextorsión y Secuestro (Conas), se plantaron firmemente a escasos metros de la entrada del barrio El Guarataro —casi una cuadra y media después de donde se había iniciado la primera protesta—. Algunas personas del barrio comenzaron a bajar y a concentrarse en el lugar para ver qué estaba pasando en la avenida principal, mientras que desde los edificios les gritaban a las tanquetas y a la policía: “¿por qué no se meten cuando se están echando plomo en el barrio?” o “¿Están cagados?, suban a meterse con los malandros”.

El tiempo pasó y la gente de El Guarataro seguía bajando para reunirse en la esquina del metro, todo estaba calmado pero muy tenso —el humo de las lacrimógenas había hecho “su trabajo”, dispersar y asustar a los manifestantes—, para ese momento ya había al menos dos detenidos —que contó María, no sé si los soltarían luego—. Los minutos en calma solo fueron una ilusión, después de que muchos pensaron que todo estaba controlado o que se había calmado, los policías lanzaron tres bombas lacrimógenas para dispersar a la gente del barrio que se había reunido —cosa que molestó a los chamos del barrio o era la teoría de María— varios minutos más tarde, quizás 15 o 20, un grupo de jóvenes comenzó a lanzar piedras desde un callejón que da hacia el barrio «sí, ese que se ve en los videos donde la PNB sale disparando», dijo González.

Por más de una hora y media solo se escuchaban —y veían— piedras cayendo en el piso y las detonaciones de perdigones y bombas. Piedras iban, perdigones venían y así fue avanzando el tiempo, varias bombas molotov fueron lanzadas por los manifestantes a los efectivos policiales y a la tanqueta de la GNB —que era la única que estaba dando vueltas en la Av. San Martín, ya que las tres tanquetas del Conas retrocedieron cuando comenzaron a lanzar piedras—. Hubo un momento en el que todo “se calmó” pero esta vez se escuchaban gritos diferentes, los gritos venían desde el barrio: “Suban, brujas, pa’ que conozcan rostro”, “policías sapos”, “los pacos están cagaos, ¡yayayayajuuuu!”. Luego de varios minutos de gritos —, a eso de las 11:30 pm, —se desató el lejano oeste. No se sabe qué bando comenzó a disparar; ya no más perdigones ni bombas, estas eran balas.

***

“¡Quítate de la ventana! ¡No te asomes! ¡Entra que las balas vuelan!”, era lo que gritaban en casa de María a quienes se asomaron. De los edificios se escuchaba que les gritaban a los policías: “Métanse pal’ barrio. Suuuban”. Luego de dos minutos de balacera sin piedad, los tiros se detuvieron con el grito de un policía: “La patrulla, traigan la patrulla”, en ese momento le habían disparado a alguien —horas después publicaron que era el director de Policaracas—, González no pudo ver cuando montaron al herido en la patrulla porque los nervios la estaban consumiendo por dentro, una hoja blanca tenía más color que ella en ese momento.

La calma volvió a llegar, esta vez para quedarse, no más balas, no más lacrimógenas, no más detonaciones en el sector. Lo que sí había en San Martín —y por montón— era miedo y preocupación; se podía sentir y oler. Después del enfrentamiento y de que se llevaron al herido, los policías se fueron retirando poco a poco, a las 2:00 am no había ninguna tanqueta y ninguna moto de la policía. Pareciera que el tiempo hubiese retrocedido a las ocho y media de la noche, un indigente buscando en la basura —que estaba quemada— mientras en la calle no había ni un alma. La falsa calma con la tensión latente era lo que se sentía en la Av. San Martín después de cuatro horas de terror.

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