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Baños, esencias y polvos: las curas mágicas de todos los males

Por Carlos Neira

El anciano, de barba blanca y larga, está levitando. Lleva puesta una túnica morada. Con un cetro en la mano, hace que los planetas orbiten alrededor de él, junto con palabras como placer, amor, dinero, triunfo y salud. El portugués de la esquina lo pide para su negocio; la mamá lo quiere para su hijo rebelde; la niña, cuyo maquillaje no disimula las ojeras de una larga noche de trabajo, para ser más atractiva y conseguir más clientes; y el pretendiente desesperado, para que su amor sea correspondido.

No se trata del genio de los deseos, sino del empaque del producto que ha comprado cada una de esas personas. Los baños o despojos, como también se les conoce, tienen varios nombres y presentaciones, pero este del anciano de túnica morada se llama ven a mí, y se puede conseguir en cualquier tienda esotérica.

Todos los baños tienen un ingrediente en común, la esencia o fragancia. Su uso, con fines mágicos, ha estado presente en varias religiones a lo largo de la historia y del mundo: los indonesios se bañan con agua de jazmín para espantar el mal; en el Medioevo, el agua purificadora utilizada para los bautizos era perfumada; la verbena era conocida en Europa por su capacidad de proteger de los hechizos.

En Venezuela los baños y despojos provienen principalmente del culto a María Lionza, pero su uso se ha extendido a todas las clases sociales y preferencias espirituales. “Aquí viene todo tipo de gente. Desde malandros hasta médicos”, comenta Lizsharon Aragot, quien trabaja como vendedora en una tienda esotérica.

Relata que es muy común ver a prostitutas muy jóvenes pidiendo baños para encantar a los hombres. Los que más venden son aquellos relacionados con el amor, las finanzas y el poder. No es nada raro ver a mujeres que compran un baño para amansar a sus esposos. La vendedora asegura que es un mercado con muchos compradores.

El precio de cada baño oscila entre los 750 y los 1.500 bolívares. “Hecho bajo la estricta fórmula oriental del profesor Rajinat Wrandant”, reza la etiqueta de los baños de la marca nacional Gran Gurú, principal competidora del mercado.

Siga las instrucciones

¿Cuál quieres? —le dice la vendedora.
Combatiente. Tengo una carrera hoy —le responde, animosamente, Radamés Santamaría, quien trabaja en un hipódromo y baña con esencias a los caballos antes de cada competición.

Hay un arsenal de fragancias según lo que se espera de ellas: si quieres domar a alguien, compra amansa guapo, bálsamo tranquilo o dominio. Cuando las ventas del negocio no van bien, rey midas, llama clientes o un cuatro ventas es lo que debes tener. Si crees que las cosas van cada vez peor y no encuentras el porqué, te convendría bañarte con saca lo malo, saca saca o destrancadera.

Los empaques son tan peculiares como los nombres de los productos. Las cajas son de colores estridentes, con figuras caricaturizadas y tipografías llamativas. Las fragancias dispuestas en un mismo anaquel conforman una fiel representación del posmodernismo: dioses africanos como Changó están al lado de deidades del panteón griego como Afrodita, o figuras populares como La Santa Muerte. Billetes de cien dólares y carros deportivos también hacen su aparición.

No todas las esencias son hechas con fines benevolentes. Aragot comenta que una vez le vendió unas pócimas llamadas destrucción y sígueme los pasos a una mujer que quería arruinar el matrimonio de su mejor amiga para quitarle al esposo. En otra ocasión, atendió a una muchacha que quería hacerles mal a su hermana y a su mamá “porque le hacían la vida imposible”.

El baño y su método de utilización dependerán de las instrucciones dadas por el brujo consultado. Si se quiere generar un efecto más potente, el rito se hace con aceite. Generalmente se vierte en un recipiente hondo agua y el aceite de la esencia, luego se le coloca una mecha y se enciende. Mientras está prendida, el brujo reza los conjuros correspondientes al propósito. También se puede colocar un velón y frotarlo con la misma mezcla. Otra opción más simple es impregnarse de la fragancia o de su presentación en forma de talco, aunque es menos efectiva, dicen los entendidos.

Aragot hace su propia versión de los baños. Un pequeño cuarto abigarrado de garrafas, llenas de líquidos de colores, es su laboratorio. Un gato atigrado y grande, guardián del lugar, se pasea entre los distintos frascos. Podría ser el escondite de un científico loco, de un ama de llaves, o de un fabricante de drogas ilícitas, pero es donde Aragot prepara sus pociones.

Utiliza esencias dulces para el amor, bienestar y la salud; y amargas, como el amoníaco, para espantar a los espíritus y prevenir las malas energías. Una suerte de perfumista chamánica. “No hay medidas exactas, lo hago según me venga la inspiración. Según lo que me provoque”, confiesa.

Rafael Martínez es médium. Confía más en las ramas a la hora de hacer su ritos que en los baños llenos de alcohol y colorante, esos que se ven en las repisas de cualquier tienda esotérica. “Prefiero usar las matas de siempre, las de nuestros ancestros. Ahora todo se ha mercantilizado, eso que ves allí -señala un frasco de amansa guapo- no tiene ningún poder porque no tiene ninguna conexión real con la naturaleza”.

Lucía Acosta, fiel seguidora de María Lionza, comenta que la pureza y el poder de la esencias son mayores si están menos procesadas. De todos modos, a veces utiliza los productos industriales.

La magia se contagia

En tiempos de crisis económica, política y social, el negocio va mejor que nunca. Aragot afirma que la gente compra los baños con más frecuencia que antes. Por ejemplo, las ventas de las esencias destinadas a mejorar la situación financiera han aumentado.

La antropóloga venezolana Michaelle Ascensio explica en su libro De que vuelan, vuelan que los tiempos difíciles hacen que la gente se sienta atraída por el pensamiento mágico. “De acuerdo con los estudios sobre magia, brujería y hechicería, la brujería toma a su cargo la desgracia y la violencia de los seres humanos. Ya con esta definición se comprende que en sociedades en las que la precariedad es el pan nuestro de cada día, en sociedades que, por esa misma precariedad, engendran la violencia, la brujería ocupe un lugar dentro de los sistemas religiosos y dentro del quehacer de los devotos de esa sociedad”, asegura la autora del texto.

Ángel Oropeza, psicólogo social, sostiene que estas prácticas se deben a que el venezolano no se acepta como responsable de los hechos que le ocurren. Quienes ven la causa de su fortuna o desgracia en el azar o la suerte, poco interiorizan la culpa. A esto se le denomina en psicología como locus de control externo.

“Con solo prender una vela o echarte un baño las cosas no van a cambiar de la noche a la mañana. Es una cuestión de fe. Creo en el poder de los dioses y de los espíritus, pero también hay que creer en que uno mismo puede cambiar las cosas. Antes me encantaba bañarme con esencias, pero también fue necesario poner de mi parte para progresar”, enfatizó Adriana Martín.

Martín, quien se considera una persona muy espiritual, no rechaza los baños por sí mismos. “Es muy triste ver a brujos de experiencia, metidos de lleno en ese mundo, que viven en ranchos muy pobres. Gastan todo su dinero en eso y no mejoran sus condiciones”, lamenta.

Tampoco discrimina a quienes utilizan las fragancias, mientras también se esfuercen por mejorar su situación. Si con los rituales consiguen bienestar, no hay problema.

Cuidado con el mal de ojo

El locus de control externo se relaciona con lo que Ascensio llama “dimensión persecutoria del mal”. La antropóloga afirma, al referirse a esta dimensión: “La desgracia y el mal se atribuyen a las malas intenciones de los demás o a las acciones provocadas por los otros para causar el mal. Estamos así frente a una sociedad y frente a unos sujetos que se sienten perseguidos”.

De acuerdo con esto, la causa del mal es el hombre. Los otros hombres. Es decir, aquellos “envidiosos” o “personas con malas intenciones”.

La envidia es una maldad con poder, esa es la percepción que la antropóloga Jaqueline Clarac encontró en los venezolanos.

Y así, mientras más se agudice la polarización y la precariedad, veremos más ancianos de barba larga y blanca levitando en las casas de Venezuela.

*Este es uno de los mejores trabajos de la cátedra de Narrativas periodísticas híbridas, de la concentración Periodismo, que cursan los estudiantes de la carrera de Comunicación Social, en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

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