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En la Asamblea manda Henry, pero en la casa manda Diana

–¿Quién manda en la casa: Henry o Diana?– pregunta el joven curioso.

–Diana, sin duda– responde ella entre risas y sin vacilar.

Es que desde el momento en que Diana D’Agostino le dio el “sí” a Henry Ramos Allup en el altar, asumió todo lo que ese título acarreaba: someterse a vacaciones en las que su esposo no podía estar porque se encontraba de gira por el país; o a fines de semana en los que ella iba sola a llevar a los niños a las actividades extracurriculares; o a momentos en los que estaba sin un hombre al lado y con los chicos en el hospital. Eso, pudiera decirse, le da la potestad para mandar en el hogar… y hasta cierto punto es verdad. Pero eso sí, “cuando tenemos que tomar decisiones, lo hacemos juntos. Ahí se trata de un equipo de cinco personas: mis tres hijos, Henry y yo”.

Antes de conocer cómo Henry conquistó a esta caraqueña, sería bueno rememorar el comienzo de todo: su infancia. Diana Margarita D’Agostino nació en la parroquia La Candelaria de la capital venezolana el 4 de abril de 1960. Creció en el seno de un hogar de siete hermanos, en el que ella y Dora Margarita (la esposa de Eladio Lárez) resaltaban por ser las morochas.

Una vez que culminó el bachillerato, viajó a Boston para aprender inglés en Barstool College. Luego, comenzó a estudiar comunicación social en Boston University. “Pero mi hermana Dora estaba por casarse con Eladio, así que me regresé a Venezuela para apoyarla y ya después no me quise ir”, confiesa.

"No hay nada que pueda llenarme tanto como ser mamá de Rodrigo, Ricardo y Reinaldo" / Foto: Eudomar Chacón
«No hay nada que pueda llenarme tanto como ser mamá de Rodrigo, Ricardo y Reinaldo» / Foto: Eudomar Chacón

Como no había cupo para estudiar comunicación social en la Universidad Central de Venezuela, ingresó en la Escuela de Derecho de la misma casa de estudios. Sin embargo, los típicos disturbios de la “Casa que vence la sombra” la obligaron a cambiarse de alma máter, “pues yo no quería perder más tiempo”.

Fue así como entró en la Universidad Santa María, donde conoció a Henry Ramos. Ella era solo una estudiante; él, en cambio, ya todo un diputado. Y aunque al principio no le atraía el actual presidente de la Asamblea Nacional, fue “a punta de labia, de labia y de labia”, como ella misma dice, que el valenciano cautivó su corazón. “Henry tenía, y sigue teniendo, ese verbo tan maravilloso acompañado de ocurrencias y palabras que pocos conocemos. Cada vez que pronunciaba algo, yo quería salir corriendo al diccionario a ver qué quería decir”. Se enamoró de ese lenguaje sencillo, diáfano y del día a día, “porque yo decía: ‘caramba, una persona que hable así conmigo, va a hablar así con sus hijos y va a hablar así con el país”.

-¿Es difícil ser la esposa del presidente de la Asamblea Nacional?

-No, porque yo no conocí a Henry siendo el presidente de la Asamblea Nacional. Henry es un ser humano como cualquier otro. Por cierto, es un extraordinario papá, y a veces se lo tengo que decir: eres mejor papá que esposo (risas). Pero no por nada malo, sino porque sus hijos llenan su vida completamente.

Henry es cercano y sencillo. Él no es un hombre que toma, ni es parrandero. Al contrario, es netamente del hogar y sus espacios de descanso son para sus hijos y para mí.

-Algo que me llama la atención es que en sus cuentas de las redes sociales se presenta así: Soy Diana, mamá de Rodrigo, Ricardo y Reinaldo. Eso me hace pensar en lo importante que es para usted el rol de madre

Es así. Primero que nada, soy madre, y lo he dicho: no cambiaría mi misión de vida como madre por ningún rol. No hay nada que pueda llenarme tanto como ser mamá de Rodrigo, Ricardo y Reinaldo. Son tres bendiciones que me regaló Papá Dios. Al verlos a ellos y a todos los muchachos, uno siente que debe seguir dando para que puedan tener ese país que se merecen.

-¿Ve a alguno de ellos como el “heredero” del legado de Henry Ramos Allup?

-En mi casa no hay herederos, ni designados, ni ungidos. Allí todos somos trabajadores. El que quiera lo que sea en su vida, se tiene que esforzar. Puedo decirte que a mis muchachos les duele mucho su país. Si alguno quiere ser político, tiene completa libertad, pero debe trabajar, como lo hizo su padre.

El apoyo es desde la casa

Cuando D’Agostino se hizo novia de Ramos Allup supo que estaría ligada a la política, pero sin llevar una vida como dirigente. “El hecho de darle a mi marido una estabilidad en su hogar, en el que sus hijos crecen protegidos, esa es mi manera de apoyar”.

Sin embargo, desde 2013 la vida de esta criolla se hizo más pública, pues en ese momento asumió la candidatura para la Alcaldía de El Hatillo. “Pero te digo algo: si lo tuviera que volver hacer, no lo haría, porque mi alma no es política. Yo soy netamente social. Soy una mujer de familia, que cree profundamente en los valores del hogar. Para mí, la reconstrucción de un país llega, sin duda, por la familia”.

A su modo de ver, el tema país ha hecho que las mujeres se hayan visto obligadas a desvirtuar su papel. “Cada vez notamos que se ocupan menos de su hogar, porque deben estar en la calle buscando comida y medicina. No tienen tiempo para atender su familia”. Por eso alega que su esposo y ella trabajan para que “Venezuela vuelva a ser de todos, y acá incluyo a todas las madres, que somos fieras con nuestros hijos”.

Diana D'Agostino, esposa de Henry Ramos Allup
«En mi casa no hay herederos, ni designados, ni ungidos» / Foto: Perfil de Instagram @dianadagostino

-¿Cómo ve el vaso: medio vacío o medio lleno?

-Ni lo veo medio lleno ni medio vacío, sino como realmente está. Acá, lastimosamente, llevamos 17 años siendo gobernados por personas que no tienen concepto de familia, no tienen valores. Cuando ves que el único valor de ellos es atropellar al venezolano, al que piensa diferente; cuando ves que la vida no vale nada; cuando ves que se sienten felices de que los jóvenes se vayan de aquí, porque no irán a las marchas a protestar; todo eso te demuestra que no estamos viviendo en una democracia.

Así mismo te digo que ya estamos saliendo de este régimen. Está en sus últimos días; está, como quien dice, agonizando. Por eso las persecuciones, las detenciones y la represión: porque están desesperados.

“Bienvenidos”

Fue ese sentir social el que motivó a D’Agostino a convertir los espacios de la Asamblea Nacional en un punto de encuentro entre las comunidades y la historia. Es por ello que actualmente en el Palacio Federal Legislativo se hacen recorridos con estudiantes de colegios y universidades. Hasta existe un proyecto que se llama “Diputados por un día”, en el que los visitantes (niños y jóvenes) juegan a ser parlamentarios.

Eso, sumado al hecho de que está al mando de la Fundación Hatillana de Atención a la Infancia y a la Familia (Fundhainfa), demuestra que esta caraqueña disfruta aportar beneficios a la sociedad.

Su agenda es apretada. Cada día debe dividirlo entre trabajos voluntarios, visitas guiadas, entrevistas, manejo del hogar y demás. Pero eso sí: a todos le obsequia una sonrisa. Cuando suena el despertador, ella se levanta con un pensamiento bastante claro: “Hacer que Venezuela vuelva a ser ese hogar que todos tuvimos en un momento. Tengo fe en que lo vamos a recuperar”.

 

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