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“He sido el mesonero de los tres gobernadores de Miranda”

Daniel Murolo – Miranda – @dmurolo 

Pabellón, arepa y limonada para Arnaldo Arocha; pollo a la plancha, ensalada y frutas para Henrique Capriles y prácticamente cualquier cosa para Enrique Mendoza, era lo que solía servir Augusto Espinoza a los gobernadores que en los últimos 24 años han pasado por la Casa Amarilla, residencia en la que funge como mesonero desde 1993.

Café, té, refrescos y agua suele servir durante las reuniones privadas de los mandatarios regionales con sus gabinetes, alcaldes, diputados, concejales municipales e incluso ministros;  Perdió la cuenta del número de conversaciones y discusiones  que le ha tocado presenciar en silencio y de las que no repite nada, pues asegura que la cualidad que caracteriza un buen mesonero es la discreción.

Desde el primer día que llegó a la imponente Casa Amarilla, ubicada en la calle Guaicaipuro de Los Teques,  han pasado por ella cuatro gobernadores, solo ha podido trabajar con tres, la razón: fue removido de su cargo cuando asumió Diosdado Cabello, quien trajo un equipo personal de confianza.

“Al ganar Capriles me llamaron de nuevo, pues buscaban gente con experiencia y confianza”, agrega el hombre, quien ha sido testigo no sólo de los cambios políticos que han marcado la entidad en las últimas dos décadas, sino también de la transformación física de la residencia oficial del gobernador.

Enrique Mendoza fue el que mayor cambio aportó a la antigua casona colonial; lo que actualmente es el despacho era, durante la época de Arocha y antecesores, la habitación principal, mientras que el salón de reuniones actual fue durante años el comedor.

Agregó una gran cantidad de oficinas que construyó en una edificación continua que compró e integró a la estructura. Cabello fue el encargado de levantar lo que en la actualidad sirve como residencia, está ubicada en la parte posterior y cuenta con cuartos y baños donde suelen descansar y cambiarse de ropa la máxima autoridad mirandina de turno.

De las familias que han pasado por la residencia, Augusto recuerda que la que más tiempo pasaba en la casa e incluso vivían en ella fue la Arocha, recuerda que la esposa del gobernador, la señora Carmen Rosa, junto a sus hijas, hicieron de la enorme casona su hogar en la que atendían y recibían a familiares y amigos.

Era una época en la que le tocaba hacer guardia e incluso pernoctar, trabajaba sábado y domingo y junto al resto del personal –aseadoras, jardineros, cocineros- velaban porque todo estuviese en perfecta condiciones. Labor que mantiene en la actualidad, aunque ahora hacen guardias y la labor no es tan pesada, lo que le permite los fines de semana hacer trabajos de albañilería y servir como mesonero en fiestas privadas.

Con Mendoza la puerta principal estaba los 365 días del año abierta, llegó Diosdado y la cerró durante todo su gobierno, luego con Capriles volvió a estar disponible para todo el que quiere ingresar y conocerla.

Recuerda a uno de los cocineros más famosos que ha pasado por la residencia; Roberto Berttori un italiano reconocido por su destreza en la cocina, complació los gustos de los gobernadores de los últimos 30 años,  se jubiló y murió en una casa de reposo cercana al lugar donde por tantos años sirvió.

Con altos techos, ventanales, amplios salones, jardines internos y una colección de pinturas y esculturas, la Casa Amarilla transpira historia y genera respeto. Augusto aclara que aunque jamás vio nada “paranormal” en sus amplios y extensos pasillos sí conoce de muchas historias.

Recuerda el testimonio de un sargento de apellido Antequera, quien durante el periodo de Mendoza, le tocaba realizar recorridos nocturnos por la casa, una noche cuando pasaba por uno de los salones le llamó la atención el cuadro de Eulalia Buroz, jura que la pintura cobró vida y volteó a mirarlo, “desde ese día nunca más entro de noche”.

En otra oportunidad un muchacho estaba en uno de los baños y sintió que le soplaron la oreja, salió pálido de la habitación. Recuerda igual el testimonio de un ayudante de cocina quien vio pasar la sombra de alguien caminando, cuando salió no había nadie.

Augusto tiene seis hijos y cinco nietos.  Del primer matrimonio tiene tres hijos, quienes prácticamente se criaron en los patios y jardines de la residencia, luego que su esposa lo abandonara y tuviera que encargarse completamente de ellos, posteriormente volvió a tener una pareja con la que tuvo trillizos, tres varones que en la actualidad tienen 15 años.

Agradece la ayuda recibida tanto Mendoza como por Capriles, quien en los últimos años de crisis lo ha apoyado incluso con la operación reciente de su madre. Espera jubilarse el próximo años, además de 24 años como mesonero, acumula los de fundador de Funtrapen y algunos más cuando formó parte del ejército.

Por los momentos disfruta su labor, atiende con el mayor gusto al actual gobernador y se mantiene expectante por conocer quién será el próximo inquilino de una de las casonas más antiguas y hermosas de la otrora ciudad del clima ideal.

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