Vida con estilo

Alejandro Aravena: arquitectura del siglo XXI debe mejorar la calidad de vida

La arquitectura del siglo XXI debe hacerse cargo de la inequidad, la mediocridad y la banalidad para mejorar la calidad de vida de la gente, asegura en una conversación con la AFP Alejandro Aravena, primer latinoamericano que dirige la bienal de Arquitectura de Venecia, que se se inaugura el sábado.

El arquitecto chileno, de 48 años, ganador este año del premio Pritzker, camisa fuera del pantalón, cabello corto cuidadosamente despeinado y actitud disponible pese al asedio de la prensa, es un hombre comprometido con los problemas sociales y ambientales del planeta.

«Lo que importa aquí es mejorar la calidad de vida de la gente, la manera que los arquitectos tenemos para entrar en este debate, en este objetivo común, es por medio del entorno construido», dice.

«Y a penas uno trata de empujar y ampliar la noción de calidad del entorno construido se encuentra con una enorme resistencia, con una gran fricción, no es fácil hacer esta mejora del entorno construido», agrega.

Para ilustrar las numerosas maneras que existen para superar esas dificultades, Aravena invitó a Venecia a proyectistas de todo el mundo, muchos jóvenes y desconocidos, que privilegian lo colectivo a lo individual.

Alejandro Aravena, arquitecto chileno
El arquitecto chileno es el primer latinoamericano en dirigir la bienal de Arquitectura. Foto: AFP

«Nos interesaba escuchar las batallas de aquellos que han logrado vencer la inercia de la realidad y poder escuchar lecciones de cuáles fueron los momentos críticos, esos momentos en los que hubo una idea estratégica que pudiera servirnos a nosotros después, en nuestras propias realidades», explica.

«Son diecisiete, podrían haber sido quince, o veinte, no está en lo científico de decir si eran esas u otras, pero no hay duda de que cuando se dice inequidad, inseguridad en las ciudades, contaminación, acceso a servicios básicos o mediocridad o banalidad, son temas de los cuales tenemos que hacernos cargo», recalca.

En los inmensos y sugestivos espacios del Arsenal y en los pabellones nacionales de la zona de los Jardines, dominan las historias concretas y exitosas, habitaciones sostenibles para migrantes, la transformación de un puerto industrial, un mirador para turistas en la Patagonia, un lugar para beber vacas, comedores rurales.

«Aquí hay ejemplos que nos pueden permitir a otros, que tengamos problemas similares, elaborar estrategias equivalentes», resume.

«La manera en la que escogimos a los diferentes invitados (en total 88) en realidad no tenía ningún tipo de agenda, geográfica, ni de género, de edad», explica.

«Simplemente nos interesaba identificar preguntas sobre las cuales hubiera acuerdo que son difíciles, que son importantes y que sobre todo si no las resolvemos estamos en un problema», asegura.

«Me enteré de los números, como que cincuenta vienen por primera vez, que 33 son por debajo de cuarenta años, en la rueda de prensa de la Bienal. No es una estadística que hicimos nosotros», confesa.

La presencia o mejor la creatividad latinoamericana para resolver los problemas es evidente: proyectos de Simón Velez en Colombia, de Al Borde en Ecuador, de los chilenos Rodrigo Sheward y Martín Sala en Chile en Pinohuacho, del paraguayo Solano Benitez, entre otros, resaltan.

«Yo no tengo ni idea de cuántos latinoamericanos haya, no he hecho en verdad el ejercicio, si es cierto que hay una mayoría puede ser porque allí aparecieron los problemas primero. En cualquier disciplina es igual: quien tuvo el problema primero tuvo la necesidad de crear el conocimiento para resolverlo y, no es casual luego, que desde esos lugares pueda haber una exportación de conocimiento», asegura.

«Uno tiende a creer que eso pasa en países desarrollados, que luego exportan conocimiento a países subdesarrollados. Pero cuando los problemas tienen que ver con la escasez de medios, cómo entregar calidad casi sin recursos, es probable que las lecciones vengan de lugares que no eran tradicionalmente los orígenes o los centros culturales», afirma.

¿Un mensaje político entonces?

«Una buena arquitectura no podría no ser política, no ser social, no ser estética, no ser económica o no ser ambiental. En la naturaleza de la arquitectura está entender que las fuerzas que informan la forma de un proyecto vienen de ámbitos muy distintos. Si algún poder tiene la arquitectura es el poder de síntesis», explica Aravena, quien ha sido profesor.

«La arquitectura, y punto, es aquella que identifica bien una pregunta y es capaz de dar una respuesta que equilibra creatividad y pertinencia», resume.

«Si te metes en problemas nuevos es casi imposible contestar a desafíos inéditos con respuestas antiguas», concluye.

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