Vida con estilo

El pesebre, una tradición que habla del Mesías y la cultura local

Pesebres, belenes, nacimientos, misterios, portales… se les llama de distintas maneras, pero el propósito que cumplen es el mismo: representación plástica del nacimiento de Jesús. Es que no puede obviarse que más allá del árbol y de Santa Claus con su trineo, Navidad es la época ideal para conmemorar la llegada de Cristo.

Es por eso que desde hace varios siglos, millones de cristianos alrededor del mundo decoran sus casas con los famosos pesebres. Una tradición que nació en el año 1223, cuando San Francisco de Asís hizo el primer belén en una cueva cercana a la ermita de Greccio (Italia).

En ese momento no se representó el nacimiento con figuritas y miniaturas de objetos cotidianos, como se hace actualmente; tampoco había personas. Lo que se hizo fue colocar un pesebre (sin niño) con la mula y el buey, pues se inspiraron en los Evangelios apócrifos y en el texto de Isaías 1:3, que dice: “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor”.

Fue en el siglo XIV que se popularizaron los belenes. Esto debido a que los monjes franciscanos (caracterizados por llevar un estilo de vida basado en la extrema pobreza) usaron la representación del nacimiento del Mesías como su estandarte a la hora de predicar. La tradición se consolidó en la península itálica y se fue extendiendo al resto de Europa, primero como algo eclesiástico, luego aristocrático y finalmente popular.

Ya en América, el pesebre comenzó a adquirir la estética propia de cada región. De esta manera, los nacimientos fungen como una obra artística que resalta las bellezas naturales de cada lugar.

Desde el establo hasta una fiesta

En Lucas 2:7 dice: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”. Esta es otra razón que explica porqué en los belenes se representa el nacimiento del Mesías en un establo.

También suele simbolizarse a los pastores reunidos para adorar al recién nacido, los tres Reyes Magos con sus ofrendas, los ángeles cantando y la estrella de Belén.

Hay quienes son más creativos y colocan otras escenas relacionadas con la Natividad: la anunciación del ángel Gabriel a María, la visita de María a su prima Elisabet (o Isabel), la búsqueda de posada de José y María en Belén, la matanza de los bebés ordenada por el rey Herodes y muchas más.

Pero en muchos países la tradición ha llevado a representar distintas cosas. En Cataluña, por ejemplo, se hace una simbología del momento en el que las personas están haciendo un nacimiento, de la Misa del Gallo o de toda la familia reunida. Los belenes alemanes suelen mostrar toda la vida de Cristo. Y de esta manera, cada lugar le impregna su cultura.

Distintas categorías

Dado que la variedad es inmensa, hay muchas maneras de clasificar los pesebres, bien sea por su nivel de exposición, la forma en que se realizó o las escenas que lo conforman.

Por ejemplo, puede hablarse de belenes abiertos cuando se trata de aquellos que son visibles al menos por tres de sus cuatro lados, sin estar rematados por ningún tipo de celaje, ni techo ni armazón; en dado caso, lo máximo que puede tener es un telón lizo de fondo. En cambio, los pesebres cerrados son aquellos que tienen una estructura que los encierra y obligan al espectador a verlos como si se tratara de una obra de teatro.

También se clasifican en populares y artísticos, según el nivel de profesionalismo con el que se realizaron. Y cuando se trata del paisaje que se recrea, los tipos de pesebres son: bíblicos (aquellos que exponen las costumbres y casas de Palestina en la época en que nació Jesús), locales (son los que exponen ambientes anacrónicos y generalmente relacionados con la cultura de la persona que construye el belén) y modernos (construidos bajo las convenciones del arte contemporáneo y llegando incluso hasta la abstracción).

Y como estas, hay muchas otras formas de catalogar los pesebres. Definitivamente, como escribieron Miguel y Elisa Herrero Uceda en Mi Extremadura: “Los belenes son, verdaderamente, una exaltación de la cultura rural y pastoril. Los niños que viven en pisos en las grandes urbes, lejos del campo, observan embelesados el arroyo, los rebaños, el molino, la lavandera, el pozo, los burros con sus alforjas, el pesebre… y los pastorcitos de su pequeño belén”.

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