Actualidad Internacional

Aprendices de la yihad

Sentados en el suelo, con sus libros de árabe sobre mesitas bajas, los aplicados muchachos del Markiz-e-Ulume-e-Islamiya parecen muy lejos de los activistas de la Mezquita Roja. Son las diez de la mañana y el calor húmedo de Lahore pega la ropa sobre la piel. No hay aire acondicionado en este centro de estudios islámicos que Jamaat-e-Islami, el principal partido religioso de Pakistán, patrocina en el barrio de Mansura. «Tampoco armas», aseguran alumnos y profesores. Aunque no todas las madrazas del país promueven el islamismo violento o yihadismo, sus críticos aseguran que difunden una ideología que da justificación religiosa al recurso a la violencia y plantea una amenaza a la seguridad.

«Las madrazas siempre han sido pacíficas, no han apoyado el terrorismo ni lo apoyarán en el futuro», defiende el qari Abdul Jaffar, que enseña Corán y jurisprudencia islámica en el centro. Qari es el título que se da a quienes recitan el Corán de forma adecuada. Pero el concepto de terrorismo es muy diferente dentro de estos recintos que constituyen una institución total donde, como señala el analista paquistaní Zaigham Khan, «los residentes pierden su individualidad y se someten a un régimen de vida que estructura su personalidad y su visión del mundo».

«El Gobierno empleó una fuerza excesiva en la Mezquita Roja», asegura el qari, ante el asentimiento del resto de los profesores. «El presidente Pervez Musharraf actuó así para convencer a Estados Unidos de la necesidad de mantenerle en el poder». ¿Y las armas que había dentro? «Las introdujo el Gobierno a través de sus servicios secretos».

En el cerrado mundo de las madrazas, los deseos se proyectan hasta hacerse convicciones y rara vez se cuestiona al maestro. El centro de estudios islámicos acoge a 250 jóvenes a partir de 15 años, que ya han superado el bachiller elemental. Durante ocho años estudian el Corán, los dichos de Mahoma, jurisprudencia islámica, lógica y árabe, mucho árabe para comprender un libro sagrado que los creyentes deben leer en el idioma en que fue revelado. Los libros de texto son adustos, sin ilustraciones. El aprendizaje se lleva a cabo por repetición. Todo se memoriza.

Las jornadas transcurren al ritmo de la oración. La plegaria de mediodía, dhuhr, interrumpe las clases y da paso al almuerzo. Luego, los chicos estudian inglés hasta el rezo de asr (hacia las cuatro de la tarde), y después hacen deporte o utilizan el ordenador hasta las preces del maghreb, o puesta de sol. A continuación la cena y tiempo de estudio hasta las once de la noche, sin olvidar la jaculatoria de isha, antes de las nueve. El día volverá a comenzar con la llamada del almuédano al fajr (oración del amanecer).

Los alumnos no tienen mucho con lo que distraerse. No hay televisión ni Internet. «Tendremos conexión cuando nos den línea de teléfono», apunta Takim ul Haq, profesor de árabe. Los únicos lugares de esparcimiento son la mezquita y una campa de hierba que estos días está embarrada a causa de las lluvias.

Mientras se termina de construir la residencia, los chicos duermen en la que luego será casa de huéspedes. Tienen una habitación para cada tres y baños comunes. Pero con ser espartanas, las instalaciones son más confortables que las que han dejado en sus lugares de origen. Y sobre todo, les facilitan una formación que, a falta de un sistema de educación público y universal, sus familias nunca podrían afrontar.

«Todo es gratuito, la educación, los libros y la manutención», explica Ul Haq camino del bloque destinado a los dormitorios, «el centro se financia con donaciones privadas». En Mansura, Jamaat-e-Islami tiene matriculados a 2.000 alumnos, chicos y chicas, en los diferentes niveles educativos. Un millón de paquistaníes se forman en las entre 10.000 y 20.000 madrazas que existen en todo el país.

¿Con qué salida? Sindhi quiere ser predicador. Mansur, su compañero de curso y de habitación, «estar al servicio de la religión». Y Abdul Jabbar, que ha venido desde Islamabad, aspira a entrar en la universidad para doctorarse en sharía (ley islámica). Sus profesores no parecen demasiado preocupados por su futuro. «Pueden trabajar en las mezquitas, la enseñanza, la investigación o el Ejército», asegura Gul Zahda, en un alto de su lección sobre los dichos del profeta, hadices.

Eso es lo que preocupa a muchos paquistaníes. Que mientras el país necesita ingenieros, técnicos y profesionales, los jóvenes de los sectores más modestos sólo se estén preparando para rezar, en el mejor de los casos. Durante los años ochenta, las escuelas coránicas de Pakistán se convirtieron en centros de entrenamiento de yihadistas que luego eran enviados a luchar a Afganistán o al sector indio de Cachemira. Tras el 11-S, el general Musharraf prometió regular su funcionamiento para acabar con la promoción de la violencia.

Desde la reforma, el currículo incluye, además de las materias religiosas, asignaturas modernas como matemáticas, educación cívica, informática o inglés. Sin embargo, la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, Asma Jahangir, afirma que eso no es suficiente mientras no se introduzcan «cambios profundos en el contenido religioso para acabar con la promoción del sectarismo violento y la yihad». En su opinión, «lo que hay que hacer es mejorar el sistema de enseñanza público».

Esta primavera, un informe del International Crisis Group denunció que «grupos yihadistas continúan operando abiertamente en Pakistán con el apoyo de redes de mezquitas y madrazas».

El incidente de la Mezquita Roja de Islamabad, tomada por el Ejército después de que radicales se atrincheraran en su interior con cientos de estudiantes durante varios días, ha vuelto a poner sus escuelas coránicas en el punto de mira. Los responsables de Jamaat-e-Islami niegan que tal sea el caso de sus centros. «Seguimos un programa oficial que ha sido aprobado por el Consejo de Madrazas», dice Ul Haq. El profesorado se muestra contrario a los atentados suicidas. «Queremos que Musharraf se vaya, pero a través de medios legales porque ha violado la Constitución», comenta diplomáticamente el qari.

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