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Brasil dice que seguridad no generó ninguna crisis en los Juegos Olímpicos

La seguridad en Río de Janeiro durante los Juegos Olímpicos, que generaba serias dudas por el temor a atentados terroristas y a los tradicionales altos índices de criminalidad en esta ciudad brasileña, fue considerada un éxito por el Gobierno en su primera evaluación del evento.

El ministro de Defensa de Brasil, Raúl Jungmann, el primero en hacer una evaluación de lo ocurrido durante los Juegos Olímpicos clausurados anoche en el legendario estadio Maracaná, afirmó que la ciudad tan sólo enfrentó incidentes aislados y ninguna crisis.

«No convivimos con ninguna crisis en la defensa o la seguridad a lo largo de los Juegos Olímpicos. Convivimos con algunos incidentes pero no con crisis», dijo en una rueda de prensa.

Jungmann aseguró que los únicos incidentes registrados en los 17 días de competiciones, que atrajeron a cerca de un millón de visitantes a Río, fueron el ataque a pedradas de un autobús que transportaba periodistas a un estadio y las balas que fueron encontradas en la sala de prensa y en los establos de la instalación en que se disputaron las pruebas de equitación.

Los dos incidentes se registraron en el Parque Olímpico de Deodoro, que concentró algunas de las competiciones y fue construido en una de las áreas más pobres de Río de Janeiro, rodeada de favelas, con la intención de impulsar el desarrollo de la región.

Para el ministro, el asesinato de un policía de elite que entró por equivocación a una favela controlada por un grupo de narcotraficantes y el de un agente de policía de tránsito en un enfrentamiento con pistoleros fueron casos de inseguridad pública que en ningún momento amenazaron los Juegos Olímpicos.

«Entregamos lo que prometimos: paz y tranquilidad. Estoy seguro de que la sensación de seguridad que sintieron los cariocas y los visitantes durante los Juegos demuestra que el plan para garantizar la seguridad fue exitoso», aseguró.

El Gobierno brasileño movilizó durante los Juegos unos 85.000 policías y militares, entre los cuales 23.000 miembros de las Fuerzas Armadas, en desarrollo del mayor plan de seguridad ya desplegado por el país para un evento.

En su balance, sin embargo, Jungmann no hizo ninguna referencia a las denuncias de asaltos hechas por varios visitantes y a incidentes como el del delincuente muerto por un policía en las inmediaciones del Maracaná horas antes de la inauguración de los Juegos.

Entre las personas que sufrieron asaltos estaban el propio jefe de seguridad del acto de apertura, el ministro de Educación de Portugal, un abogado que inicialmente fue identificado como el vicecónsul de Rusia en Río y un atleta australiano.

El ministro tampoco hizo referencias al tiroteo en las proximidades de una favela del que fue testigo un grupo de periodistas y a los hurtos de pertenencias en habitaciones de hoteles y hasta en la Villa Olímpica.

La organización internacional de defensa de los derechos humanos Amnistía Internacional (AI) también hizo un balance en el que denunció que Río de Janeiro convivió durante los Juegos Olímpicos con su grave problema de violencia policial.

De acuerdo con la organización no gubernamental, durante los Juegos Olímpicos al menos ocho personas murieron en operaciones policiales y las «protestas pacíficas fueron duramente reprimidas».

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