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El 11-S y la célula de Hamburgo, la conexión alemana

El que los tres pilotos suicidas -Atta, Marwan Al-Shehhi y Ziad Jarrah- hubieran vivido durante años en Hamburgo y no hubieran sido detectados por las autoridades como una amenaza le dio a la situación en Alemania una dimensión especial

La llamada «célula de Hamburgo», en torno a Mohamed Atta, tuvo un papel clave hace 20 años en los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos , lo que desató en Alemania, como en todo el mundo, un debate que todavía no cesa en torno a la amenaza islamista.

El que los tres pilotos suicidas -Atta, Marwan Al-Shehhi y Ziad Jarrah- hubieran vivido durante años en Hamburgo y no hubieran sido detectados por las autoridades como una amenaza le dio a la situación en Alemania una dimensión especial.

«Lo que sentí al comienzo fue vergüenza. Habían vivido entre nosotros y no nos habíamos cuenta de nada», dijo en un documental reciente de la televisión pública alemana el entonces jefe de la policía de Hamburgo, Felix Schwarz.

El ministro de Interior de la época, Otto Schily, sostiene sin embargo que a los organismos de seguridad de ese momento no se les puede hacer ningún reproche.

«Solo se les podría reprochar algo a los organismos de seguridad si no hubieran usado los instrumentos que tenían a la mano para detectar los planes de los atentados. Pero ellos no tenían los instrumentos necesarios. Por eso tuvimos que afinar las herramientas para combatir el terrorismo», dijo Schily en el mismo documental.

Los «Durmientes»

Atta y su grupo no eran completos desconocidos para los servicios de seguridad. Había algunas informaciones sobre ellos, recabadas ante todo por la Oficina Regional para la Protección de la Constitución de Hamburgo pero el que fueran a ser protagonistas de uno de los atentados terroristas más grandes de la historia era algo que no estaban en la mente de nadie.

Se trataba, pese a su evidente rigor religioso, de personas que parecían completamente integradas en Alemania. El alemán de Atta, por ejemplo, había sido calificado de excelente y se había graduado en planificación urbanística en la Universidad Técnica de Hamburgo con buenas calificaciones.

«Nadie nos hizo ningún reproche. Pero era claro que teníamos una responsabilidad especial y que teníamos que ser cuidadosos en todo lo que hiciéramos», dijo el exministro de Exteriores, Joschka Fischer.

El canciller de la época, Gerhard Schröder, fijo pocas horas después de los atentados la línea de «solidaridad incondicional» con EEUU.

«Para mi era claro lo que eso significaba, tendríamos que participar también en acciones militares», dijo Fischer, aludiendo a la posterior presencia alemana en la guerra de Afganistán.

Otra consecuencia, como lo recordó Schily, fue que había que establecer criterios para las autoridades pudieran detectar a los «durmientes», como se empezó a calificar a personas que parecen completamente integradas en una sociedad hasta que perpetran un atentado.

Juicios en Alemania

Dentro de Alemania la policía y las autoridades judiciales tuvieron que empezar a investigar la vida de Atta y sus cómplices antes de viajar a EEUU para perpetrar los atentados así como la existencia de posibles cómplices que todavía estuvieran en el país.

Las autoridades llegaron a la conclusión que la llamada célula de Hamburgo constaba de ocho personas, contando a los tres pilotos suicidas.

El yemenita Ramzi Binalschib también había debido participar directamente en los atentados pero no se le otorgó la visa para viajar a EEUU. Antes de que la policía pudiera detenerlo huyo a Pakistán donde posteriormente fue capturado por las autoridades estadounidenses y trasladado a la prisión de Guantánamo.

Mounir El Motassadeq y Abdelghani Mzoudi tuvieron que responder ante tribunales alemanes acusados de complicidad con los atentados.

Motassadeq, en un largo proceso, fue condenado a 15 años de cárcel y, tras cumplir parte de su condena, deportado a Marruecos. Mzoudi, en cambio, fue absuelto en 2004 en un proceso posterior.

Los otros dos presuntos miembros de la célula, Said Bahaji y Zakariya Essabar, lograron salir de Alemania antes de ser detenidos y su paradero se desconoce.

Parte del grupo vivía en un piso común en Hamburgo. Motassadeq, que vivía en otra parte, se encargaba pagar los gastos de los otros cuando estos estaban fuera de Alemania lo que fue uno de los indicios claves en el proceso.

El otro, y clave, fue un viaje realizado a Afganistán donde, según él mismo admitió ante el tribunal, recibió entrenamiento en un campo de Al Qaeda.

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