Actualidad Internacional

El Ejército refuerza su presencia en Túnez para frenar el caos

Un desarrapado que tiene hambre saquea un comercio, no le prende fuego. Un joven universitario que ha salido pacíficamente a la calle a manifestarse contra la situación económica primero y contra el dictador después, no se sube a una ambulancia robada para asaltar a sus vecinos en sus casas haciéndose pasar por policía. Una joven que aspira a vivir en un país democrático no se sube a un coche a disparar a todo el que se cruza en su camino. Cada vez son más los indicios que apuntan a que detrás de los saqueos y de los incendios provocados en bancos, comercios, cárceles y estaciones de transporte de este Túnez subido a la vorágine del cambio no está la población, desesperada por la falta de recursos y de futuro, sino milicias del antiguo régimen organizadas con el fin de sembrar el caos y desestabilizar el país. La tesis de las autoridades es que a los adeptos de Zine el Abidine Ben Ali se han sumado parte de los 160.000 efectivos de la policía, que vivían de la dictadura y que ven que lo están perdiendo todo.

La noche ha sido más tranquila. Poco a poco, el Ejército, que se mantuvo al margen de las protestas y que ahora está tomando el timón para garantizar la seguridad del país, está logrando poner coto a los violentos y frenar los disturbios. En un primer paseo esta mañana por las calles de la capital, se aprecian algunos comercios limpiados por la rapiña y bancos calcinados, pero menos que ayer. En la proporción inversa, han aumentado los agentes de paisano y los soldados, que están apostados casi en cada esquina. Los militares controlan y registran todos los bolsos y coches que se ponen a tiro. Para los coches que llevan matrícula azul -que pertenecen a empresas de alquiler- no hay excepción. Todos son detenidos, y la policía se esmera aún más. Los coches de alquiler fueron utilizados estos días por los seguidores del régimen para manifestarse o cometer tropelías. La gran duda es qué estará pasando en el resto del país, del cual llegan noticias con cuentagotas y lo poco que se sabe es que el Ejército no da abasto y su presencia es residual en muchos pueblos y ciudades del interior. Estos son, por tanto, los lugares más propios para que siga prendiendo la mecha de la inestabilidad.

La situación de inseguridad ha convencido a muchos habitantes de la capital de que lo mejor es huir. Para proteger a sus familias de disturbios y pillajes, miles de habitantes de Túnez están escapando hacia el sur, donde hay una menor presencia del Ejército. En este estado de confusión, uno de los incidentes más destacables es la muerte de Imed Trabelsi, sobrino de la esposa de Ben Ali y alcalde de la ciudad costera de La Goulette, que falleció ayer en el hospital militar de Túnez tras llegar herido de arma blanca. Imed, que se encontraba en paradero desconocido desde la huida del presidente, formaba parte de ese grupo de parientes de la primera dama que controlaban la economía del país, asociados siempre a la corrupción del régimen y objeto de la ira de los manifestantes. Un juez francés había abierto una investigación contra Imed Trabelsi por su supuesta implicación en el robo de un yate que pertenecía a Bruno Roger, directivo de la Banca Lazard.

Esta mañana ha muerto uno de los primeros extranjeros de los que se tiene noticia y también el primer periodista. Se trata de Lucas Mebrouk Dolega, de 32 años, herido por una granada de gas lacrimógeno durante las protestas del pasado viernes. Tras cuatro semanas de revuelta popular, culminada el viernes, sin ayuda de nadie, con el derrocamiento del sátrapa Zine el Abidine Ben Ali, ayer se inició el camino de la transición con importantes decisiones del Consejo Constitucional como el nombre del presidente interino -el primer ministro Mohamed Ghanuchi fue forzado a dimitir tras ejercer 16 horas el cargo- y la convocatoria de elecciones en un plazo máximo de 60 días. Hoy, se espera un segundo paso no menos importante: el anuncio de la formación de un gobierno de unidad nacional que acabe con el vacío de poder, ponga coto a los violentos y conduzca al país a esos esenciales comicios tras 23 años de dictadura.

Ghanuchi, un dirigente que, pese a su afiliación a la Asamblea Constitucional Democrática, el partido de Ben Ali, no está entre los sospechosos de haber amasado fortuna al amparo del poder, inició ayer los contactos para lograr formar un gobierno de unidad nacional. «Sin excluir a nadie», prometió en su primera declaración pública nuevo presidente interino, Fuad Mebaza. Una de las tres fuerzas políticas legales en Túnez y la única con representación parlamentaria -apenas dos diputados- anunció su disposición a formar parte de este gobierno. De momento, no hay grandes novedades en este capítulo, salvo que continúan los contactos y reuniones y que se mantiene la previsión de que el país tenga hoy mismo nuevo ejecutivo.

Pero tanto Ghanuchi -considerado un tecnócrata con conocimientos enciclopédicos sobre la economía tunecina- como el hasta ahora jefe del Parlamento Mebaza son hombres del régimen de los que desconfía la población. Pero en un país regido con puño de hierro durante 53 años, sin oposición organizada, sin liderazgos convincentes, azotado por el desempleo, sometido a un terremoto político e institucional y vapuleado ahora por la violencia, de nada hay garantías. Una de las incógnitas por despejar es si quienes se opusieron con vigor a Ben Ali pueden coincidir en un proyecto común. Algunos partidos de oposición -legalizados o no- y muchos de los manifestantes que han logrado derrocar la tiranía no esconden sus suspicacias sobre los acontecimientos políticos, que se encadenan con rapidez inaudita. Pero también habrá que ver si esos partidos son capaces de pactar un programa común para reformar la legislación electoral y promulgar leyes que garanticen las libertades.

Cronología de las protestas

 

17 de diciembre. Mohamed Bouazizi, un desempleado de 26 años, se prende fuego en Sidi Bouzid como acto de protesta por la crisis. Bouazizi falleció en el hospital el 5 de enero.

24 de diciembre. Mueren los dos primeros manifestantes a causa de los disparos de la policía en una protesta en Menzel Bouzayane, una localidad ubicada en el centro del país.

2 de enero. El grupo de hackers Anonymous anuncia la Operación Túnez en solidaridad con las manifestaciones. Las webs del Gobierno tunecino se colapsan por una serie de ataques informáticos.

4 de enero. Los opositores anuncian una huelga general en protesta por la represión gubernamental.

7 de enero. Las autoridades lanzan una gran operación contra los disidentes y detienen a decenas de periodistas y activistas y contrarios al régimen. La oposición da por desaparecidos a varios.

8 de enero. El sindicato UGTT se suma a la movilización popular. Mueren seis manifestantes y otros seis son heridos de gravedad durante las protestas en Tala. Otras tres personas mueren en enfrentamientos con la policía en la región de Kasserine.

10 de enero. En un discurso televisado, Ben Ali intenta calmar los ánimos y promete 300.000 puestos de trabajo.

11 de enero. El Gobierno reconoce 18 muertos en los enfrentamientos, mientras los sindicatos hablan de más de 50. Continúan las protestas y Ben Ali decreta el toque de queda en Beja, Gafsa, Kasserine y Telab.

12 de enero. El toque de queda se extiende a la capital, tomada por vehículos blindados. El primer ministro, Mohamed Ghanuchi, destituye al ministro de Interior, Rafik Belhaj Kacem, y anuncia la puesta en libertad de algunos detenidos.

13 de enero. El presidente de Túnez anuncia su retirada en 2014 y promete un «completo y profundo cambio político». La violencia no cesa en las calles y se registran 13 muertos más.

14 de enero. Miles de ciudadanos se manifiestan en la capital al grito de «¡Fuera Ben Ali!». El presidente destituye al Gobierno y decreta el estado de excepción. Ben Ali no puede con la presión y abandona Túnez. El primer ministro Ghanuchi asume la presidencia interina del país.

 

 

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