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GIT: la unidad de élite contra los motines en las cárceles brasileñas

Si hay una unidad policial que impone respeto entre los presos de Río de Janeiro es el GIT, el Grupo de Intervención Táctica, cuyo único objetivo es poner fin a las rebeliones y motines en el sistema carcelario.

Su creación, en 2004, coincidió con un período de constantes rebeliones y motines en las cárceles del estado de Río de Janeiro (sureste de Brasil), que con precisas intervenciones del GIT se han reducido considerablemente.

«En la época en la que se creó el GIT, teníamos un histórico muy grande de rebeliones, cerca de 3 por mes. Después de la creación del GIT, el número cayó a 2 por año», explica a Efe Julio Cesar da Cruz Freitas, conocido como Caveirinha (calaverita) y jefe del grupo.

La última vez que actuó el grupo fue a finales del año pasado, y «desde entonces, hemos actuado para resolver pequeños problemas», señala Freitas.

La sede del GIT se encuentra dentro de Gerincinó, el mayor complejo carcelario de América Latina, situado en el barrio de Bangú, en la zona oeste de Río de Janeiro, y que cuenta «con 29 unidades de prisión», según Caveirinha.

«El Grupo de Intervención fue creado exclusivamente para resolver las cosas cuando los servidores de una unidad no lo consiguen. Cuando hay una rebelión o un motín, el GIT entra para restaurar el orden», explica Caveirinha, quien asegura orgulloso que el grupo se ha gando el respeto y la confianza de los presos.

«El GIT adquirió con el tiempo una confianza por parte de la Secretaría regional de Seguridad y por parte de los presos, porque saben que cuando llegamos, si se rinden y se entregan, no tendrán ningún tipo de represalia. Muchas veces la presencia física del GIT es suficiente para acabar con cualquier rebelión o motín», dice.

Debido a que la posibilidad de una rebelión o un motín en una cárcel brasileña es muy alta, el GIT cuenta con 56 hombres -inspectores penitenciarios que pasaron por un curso específico- divididos en 4 equipos, uno siempre de guardia.

«Estamos siempre acuartelados, entrenando física y tácticamente, esperando cualquier llamada. Cuando se acciona la alarma, tenemos condiciones para llegar en 2 minutos a la unidad para actuar, dependiendo del lugar», comenta el jefe del grupo.

El GIT actúa en el estado de Río y al ser la única unidad en todo Brasil dedicada exclusivamente a actuar en rebeliones y motines, a veces recibe llamadas de otros estados para poner fin a conflictos violentos en las prisiones.

«La velocidad con la que el grupo llega es proporcional al daño que el preso rebelado causa en la unidad carcelaria. Cuanto más rápido, menos daño en el patrimonio y menos posibilidades de muertes y daños», apunta Caveirinha.

El grupo se entrena a diario, combinando tácticas, como la simulación de entrada en una cárcel, ejercicios físicos y defensa personal.

«Nuestra arma es nuestro cuerpo, tenemos que estar en condiciones físicas para responder a las demandas de equipamiento pesado, tenemos que estar en buenas condiciones físicas y psicológicas», agrega.

El grupo realiza entrenamientos tácticos específicos para cada zona a la que pueden acceder para tener un conocimiento del terreno a la hora de entrar en acción.

«Nuestro diferencial es que cuando no hay una rebelión, nos estamos preparando para una posible rebelión, ya entrenamos antes por si la hay, con un entrenamiento especifico para cada unidad. Este es nuestro hecho diferencial», afirma.

El GIT tiene autonomía para actuar en las cárceles cuando hay una rebelión.

«El director de la prisión pierde el comando de la unidad y entra un gerente de la crisis. Si hay rehenes, el gerente hará de negociador, y si no, el GIT tiene toda la autonomía para actuar por encima del gerente, hacer lo que haga falta», asegura.

Aunque en Río de Janeiro las rebeliones y motines se han reducido considerablemente en las cárceles, en el resto de país son habituales, motivadas, entre otras razones, por las malas condiciones de la mayoría de prisiones y el hacinamiento de los presos.

Para Caveirinha, que conoce decenas de cárceles del país, el problema es «de espacio físico, de estructura».

«Lo que falta es estructura, las prisiones están cada vez más llenas. Hablo de estructura como un todo: construcción de cárceles y equipamiento para que los servidores trabajen», concluye.

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