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Los Kirchner serán una mancha en la historia

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Francisco de Narváez (Bogotá, 1953) derrotó al ex presidente Néstor Kirchner en las legislativas de la provincia de Buenos Aires de junio pasado. Esta batalla entre peronistas es su principal baza y el punto de partida de una etapa de su carrera política que pretende -aunque De Narváez no lo reconoce abiertamente- acabar en la Casa Rosada. La victoria sobre Kirchner tras siete años de hegemonía en el poder y, sobre todo, en la región del país que concentra el 40% del censo nacional, ha puesto al político y empresario -el diario Clarín le atribuye una fortuna de casi 400 millones de euros- en todas las quinielas para la carrera presidencial del próximo año.

«No es un año electoral y hablar de ello es prematuro. No dejo de tener aspiraciones en la provincia [como gobernador] y no descarto ser parte de una fórmula nacional. Eso sí, siempre dentro del peronismo. Soy partidario de celebrar primarias dentro del partido para elegir al candidato», explica el diputado bonaerense durante una visita a Madrid.

Como todo político en ascenso conserva el atractivo de la novedad y goza del beneficio de la duda. «Vine a decir que quiero darle un rumbo y devolverle la normalidad a Argentina. Hacerla previsible y capaz de generar desarrollo social, no sólo crecimiento. En la Argentina moderna se tiene que cumplir la ley, se debe apostar por la educación, la innovación y la fuerza de trabajo. Tiene que ser respetado en el mundo porque respeta. Le he dicho a los empresarios que no los quiero como rehenes, y también que la obligación de un Gobierno de velar por los intereses de los argentinos no tiene que ser incompatible con la apertura a la inversión privada».

De Narváez reconoce que la escena política argentina es desastrosa. Profundamente dividida y sin credibilidad, hay decenas de políticos que cada día cambian de bando como de ropa interior -no hay más que observar las votaciones en el Congreso-. Se puede ser kirchnerista o antikirchnerista en minutos. Dentro del peronismo hay media docena de corrientes en permanente acomodo y, en la oposición, se tejen y destejen microalianzas que acaban por descolocar al observador más enterado. Lo cierto es que Néstor Kirchner es, hoy por hoy, el único al que se le atribuye una firme vocación para las generales de 2011. Ello, a pesar de que la pareja presidencial apenas goza del 15% de popularidad en grandes urbes como Buenos Aires o Rosario.

Nada de Frepaso

Hay varios dirigentes, entre ellos el ex presidente peronista Eduardo Duhalde y el ex ministro de la Unión Cívica Radical (rival histórico del peronismo) Rodolfo Terragno, que han forjado una especie de alianza para construir un país a largo plazo, un proyecto que toma como modelo las trayectorias de Chile, Brasil o Uruguay, que mantienen un rumbo al margen del color que gobierne. «Juntos pero no revueltos», dice De Narváez. «Nada de coaliciones para gobernar, nada de un Frepaso [alianza de partidos que llevó a la presidencia al radical Fernando de la Rúa de 1999 hasta la crisis de 2001]. Tampoco hay que hacer un frente exclusivo contra los Kirchner. Yo estoy a favor de Argentina, y el kirchnerismo será recordado como una mancha en nuestra historia. Queremos superar ese episodio. El problema no es ganarle a Kirchner, ya demostré que se le puede ganar, el problema es gobernar Argentina», explica.

El peronismo es actualmente el único movimiento que tiene un aparato potente como para catapultar a un candidato hacia la presidencia. El problema es que esa candidatura parece tener varios novios: los ex presidentes Kircher y Eduardo Duhalde, el propio De Narváez y el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires Felipe Solá. Al parecer, el ex gobernador de Santa Fe y ex piloto de fórmula 1 Carlos Reutemann ha desistido. Algunos quieren dirimir la cuestión con elecciones primarias, y otros, temerosos de posibles zancadillas de los Kirchner, prefieren jugársela como independientes. Fuera del peronismo, el caos es mayor. Es difícil a estas alturas apostar por una candidatura, sea de derechas o de izquierdas, completamente ajena a la órbita del partido de Perón.

Presidente, como seleccionador

De Narváez es fuerte en Buenos Aires y ya ha comenzado a proyectar su imagen en la capital argentina y en las provincias. «El peronismo tiene una vocación de poder natural y seguramente se alineará detrás de quien pueda ofrecer una conducción clara. Al peronismo se lo conduce, no se lo mandonea. Hay una enorme necesidad del partido de ser conducido y de abrir un debate constructivo. Lo que vamos a hacer en este año y el próximo es afianzarnos en Buenos Aires pero también caminar el país y salir al mundo. Yo planteo un país federal con una distribución equitativa de los recursos. El Estado tiene que recuperar la iniciativa para crear zonas de desarrollo en todo el país para que las familias no estén obligadas a emigrar a Buenos Aires para soñar con un porvenir».

Al escuchar a De Narváez hablar de su proyecto político es fácil percibir que este va más allá de una diputación o una gobernación provincial. ¿Le gustaría ser presidente? «Nunca voy a negarlo, es como si un argentino no quisiera ser el técnico de la selección de fútbol». Pero el político tiene un obstáculo: la Constitución argentina establece que el presidente sea nacido en el territorio. De Narváez -de padre colombiano y madre argentina- prepara un recurso para que se le reconozca su derecho como ciudadano argentino. «Los tratados internacionales, como el de San José de Costa Rica, prohíben la discriminación por el lugar de nacimiento. Y en la Corte Suprema argentina ya hay jurisprudencia sobre casos en los que los tratados han prevalecido sobre la Constitución. Por otra parte, la doctrina jurídica moderna tiende a dar más derechos que a recortarlos», explica.

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