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Los venezolanos en las sombras de Curazao

Por Albermary Aponte, especial desde Curazao

Los vendedores, −todos hombres−, reconocen fácilmente a un turista perdido en la avenida, y no dudan en prestarle ayuda. Aprovechan la ocasión para ofrecer sus productos desde un lugar en el que no solo hay frutas cosechadas en tierras venezolanas, sino también algunas de las delicias que distinguen al país en el extranjero, como el Toronto y la Maltín Polar.

Una de las colonias de venezolanos en Curazao está perfectamente ubicable en la isla: se encuentra en un extremo del área de Punda, también conocida como “La Boutique del Caribe”, en Willemstad.

Lo sabes desde el momento en el que notas los llamativos colores de las frutas y verduras dispuestas en casi toda una cuadra de la calle Handelskade, donde abundan puesticos de los más parecidos a los de un mercadito en una zona popular de Caracas.

Aquí los comerciantes son solidarios, pero también un poco recelosos. Ya los venezolanos no son vistos con tan buenos ojos por los curazoleños, y ante la situación migratoria que viene arreciando desde el último semestre del 2016, es normal que se les acerquen a preguntarles ciertas cosas sobre su país de origen.

“Pero no es nada político lo que vas a hacer, ¿verdad?”, preguntan a la periodista que se presenta para realizar un reportaje. “Es que ya han venido varios periodistas que se aprovechan de nosotros para politizar la situación”, explica José, el vendedor del antepenúltimo puesto.

Otro encargado responde casi sin ver a la reportera a la cara, y principalmente con monosílabas a lo que se le pregunta. Varios sonríen y tratan de que sea un compañero quien asuma la responsabilidad de compartir su historia.

“Yo te puedo contar lo que hacemos aquí, pero viniste en la hora pico. Pásate como a las 2”, pide José Bustillos, oriundo de Valencia, dándole un voto de confianza a la joven que tiene intenciones de conocer su situación.

Barcos de frutas atendidos por venezolanos en Punda, Curazao/ Foto: Albermary Aponte
Puestos de frutas en la Bahía de Santa Ana, ubicados en el área de Punda/ Foto: Albermary Aponte

En este puerto, ubicado en la Bahía de Santa Ana, la gran mayoría de vendedores trabaja legal en Curazao, en horario comprendido de 5 am a 6 pm. Todos se conocen, habitan en los barquitos, y en muchas oportunidades comparten techo bajo la lluvia. Además, algunos confiesan que comen cuando pueden.

Varios tienen 30 años viajando desde Venezuela, otros llevan dos décadas, algunos solo tienen unos cuantos meses, y cada día desembarcan más paisanos en la isla. Lo cierto es que ninguno puede quedarse aquí más de dos meses.

“Vamos y volvemos, viajamos constantemente; dos meses aquí y dos meses en Venezuela. Es el tiempo que Inmigración nos da para estar aquí. Todos estamos legales, tenemos los papeles al día: el pasaporte, libreta marina, permisos sanitarios de aquí, de Venezuela, permisos especiales por el Consulado venezolano”, narra Bustillos, a quien le corresponde regresar a su país el 16 de enero.

“Al perro más flaco se le pegan las garrapatas”

De la situación de vendedores como Bustillos se habla poco. Lo primero que sale de la boca de los curazoleños cuando son preguntados por los venezolanos conecta inmediatamente con actividades delictivas. Aunque muchos expresan resentimiento por esa situación, varios aseguran mantener el cariño por los inmigrantes, además de culpar al presidente Maduro por la crisis a la que ha conducido a la tierra de Bolívar.

Sin embargo, algunos habitantes de Curazao admiten que varias de las «fechorías» son cometidas por delincuentes de la zona, incluso de otras nacionalidades, pero le echan la culpa al venezolano por lo que está pasando en su país. «Al perro más flaco se le pegan las garrapatas», aventura Bustillos.

«Es como por moda, ¿sabes? Un tiempo fueron los colombianos, en otro momento fueron los jamaiquinos. Ahora son los venezolanos», comenta el propietario de un puesto de batidos ubicado en Otrobanda, separado de Punda por el puente de la Reina Emma.

Nosotros hemos sido muy tolerantes, el trabajar aquí con la gente, muchos vienen y nos insultan, de aquí mismo de Curazao, como estamos en su país… Es duro.

José Bustillos, valenciano, atiende uno de los puestos de frutas en Curazao/ Foto: Albermary Aponte
José Bustillos, valenciano, atiende uno de los puestos de frutas en Curazao/ Foto: Albermary Aponte

“El gobierno de Curazao está al tanto de cómo está Venezuela, ya no nos tienen como residenciados, sino como exiliados. Ya no nos ven con buenos ojos. Nosotros aquí trabajamos honestamente, sin embargo nos juzgan (…) He visto locales donde las mujeres han venido a prostituirse; algunos venezolanos han estado haciendo fechorías y nosotros pagamos los platos rotos aquí. Son paisanos míos, me duele decirlo, pero es la verdad”, se lamenta Bustillos.

«No pienso regresar»

José Gregorio invita a la periodista a preguntar, tras notar que la joven está buscando un sitio específico. El comerciante cuenta que llegó en avión a Curazao hace cuatro meses, pero conoce el oficio desde hace 30 años, cuando sus padres viajaban a la isla por negocios.

«Como no estaba haciendo nada en Venezuela, me vine con mis dos socios y monté este puestico. Aquí estoy mucho mejor que allá», relata.

El oriundo de La Vela de Coro (estado Falcón) asegura, como Bustillos, que trabaja de manera legal gracias a una credencial otorgada por el Consulado, en la que consta que están trabajando en los puestos de frutas.

Unos tienen 30 años viajando desde Falcón, otros tienen dos décadas, meses, y al pasar de los días siguen llegando más venezolanos / Foto: Albermary Aponte

Con tanto tiempo en la isla, no sorprende que José Gregorio diga que habla papiamento, hecho que, apunta, le ha ayudado mucho en la convivencia con los nativos. Tanto así que tienen conocidos en Inmigración que les dicen: «Cuídate», porque muchas veces la policía hace redadas con la intención de detenerlos.

Los vendedores con años en Curazao, como él, confiesan estar conscientes de que hay muchos venezolanos que «vienen a hacer cosas malas», pero «no hay que hacerlo, ni debe hacerse, porque los deportan. Hay que tener el pasaje preparado en el bolsillo porque te mandan para allá (Venezuela) de una vez».

Aunque aseguran que no regresarán a su patria «hasta que la situación mejore», los comerciantes expresan su pesar por no poder estar cerca de sus familiares, y por lo que están viviendo sus coterráneos.

«Es fuerte hablar de ese tema en estos momentos. Tengo 20 años trabajando aquí, no he tenido la suerte de trabajar en mi país. Creo que la situación que está pasando Venezuela ya no se trata de un partido o el otro, se trata de que todos queremos salir de eso ya. Pasar la página, un nuevo amanecer, un nuevo gobierno», finaliza Bustillos.

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