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Preocupa a Bush el riesgo de guerra civil

El presidente George W. Bush hizo ayer un llamado urgente a varios países para que se sumen a la misión internacional de fuerza de paz en el Líbano, al tiempo que se comprometió a entregar $230 millones para ayudar a reconstruirlo tras la devastación que la guerra causó en esa nación.

En una conferencia de prensa que estuvo dominada por la política exterior, Bush también reconoció que la guerra en Irak está »tensando la psiquis del país», pero rechazó las solicitudes que se le han hecho para que retire las tropas.

»No dejaremos a Irak, no mientras yo sea el presidente. Hacer eso sería un error enorme», dijo. «Si se piensa que en la actualidad el país anda mal, basta con imaginar cómo estaría Irak si Estados Unidos deja solo al gobierno iraquí antes de que pueda defenderse y mantenerse por sí mismo».

Bush defendió su decisión de invadir al país, pero reflexionó: «Estos no son tiempos de dicha. Son tiempos llenos de retos, y es también una época difícil, momentos que están cansando la psiquis de nuestro país».

Según las encuestas, la mayoría de los norteamericanos piensa que la guerra en Irak es un error, y en la mayor parte de los sondeos de opinión el respaldo a Bush fluctúa alrededor de 35 o más por ciento.

Bush reconoció que a veces él mismo se siente frustrado con el desarrollo de la guerra en Irak.

»He escuchado muchas cosas sobre el riesgo de que se desate una guerra civil. Eso es algo que me preocupa, por supuesto, y he hablado con muchas personas sobre ese problema», indicó, agregando que está convencido de que la mayoría de los iraquíes quiere un país unificado y democrático.

Por otra parte, el Presidente enfatizó que establecer la operación de fuerza de paz en el Líbano es algo fundamental para que se mantenga la frágil semana de cese el fuego entre Israel y Hezbolá. Los 34 días de conflicto armado entre ellos provocaron el temor de que la violencia pudiera propagarse por la volátil región del Medio Oriente, a la vez que ha alarmado a los mercados financieros, tan sensibles a las amenazas al comercio global de petróleo.

»Se trata de una necesidad urgente», aseguró Bush y luego añadió que el despliegue de las tropas debe hacerse «lo antes posible».

El llamado de Bush para ayudar al Líbano tiene lugar justo en el mismo momento en que la diplomacia en las Naciones Unidas tiene dificultades para organizar una fuerza de paz y definir cuáles serán las reglas a seguir. Se cree que los primeros 3,500 miembros de la fuerza –de 15,000–, deberán llegar al Líbano el 28 de agosto, pero los voluntarios se demoran en presentarse.

Italia ofreció ayer 2,000 soldados, pero otros países europeos –temerosos de lo que ocurrió con anteriores misiones de fuerzas de paz, que quedaron atrapadas en zonas de guerra– han estado renuentes a comprometerse hasta que los diplomáticos definan con claridad cuáles son las reglas a seguir. Algo que preocupa especialmente es quién tendrá la responsabilidad de desarmar a Hezbolá y bajo qué términos.

»¿Por qué alguien en su sano juicio quiere poner a las fuerzas de paz en esta situación?», preguntó Aaron Miller, experto en el Medio Oriente del Centro de Estudios Woodrow Wilson, un instituto de política exterior con sede en Washington, y ex consejero de seis secretarios de Estado. «Muchas veces, el Líbano ha demostrado ser la tumba de las mejores intenciones y de los mejores esfuerzos para hacer este tipo de cosas».

Aunque se esperaba que fuera Francia el país que se encargara de dirigir la operación de las fuerzas de paz, París sólo se comprometió con enviar 200 soldados y rechazó aceptar el liderazgo de la misión. Israel ha objetado la participación de tropas musulmanas de Malasia, Indonesia y otros países que no reconocen al estado judío.

Bush dejó entrever que desarmar a Hezbolá no es algo que va a ocurrir pronto. Israel estuvo de acuerdo en un cese del fuego el 12 de agosto tras dar por sentado que Hezbolá entregaría sus armas.

El cese del fuego entró en vigor el 14 de agosto, pero el sábado pasado amenazó con romperse cuando comandos israelíes realizaron una acción cuyo objetivo era bloquear la entrega de armas a los militantes de Hezbolá.

Bush subrayó que la meta inmediata era establecer una especie de zona de seguridad y evitar que Hezbolá pudiera obtener de nuevo misiles y otras armas.

Entretanto, en las Naciones Unidas, el embajador norteamericano John Bolton respaldó a Bush y consideró que en efecto existía una gran urgencia de la presencia de una fuerza de paz, pero no quiso opinar cuáles eran las posibilidades de éxito de la misión.

»Todavía es un proyecto que se está organizando. Por el momento, es lo más que puedo decir», expresó Bolton. «Hacerlo en el momento más oportuno sigue siendo algo crucial. No hay la menor duda al respecto».

En lo referente a la ayuda estadounidense de $230 millones, Bush subrayó que el dinero se utilizaría en reconstruir casas, carreteras, puentes, escuelas y otras infraestructuras que quedaron destruidas tras los ataques israelíes. La cifra incluye los $50 millones en ayuda humanitaria que ya se han entregado, y otros $42 millones para ayudar a entrenar y a equipar al ejército libanés.

Varios analistas independientes dijeron estar de acuerdo en que la ayuda adicional serviría de poco si la misión de paz fracasa.

»Mientras no haya un consenso nacional libanés y ninguna fuerza internacional, la situación seguirá siendo muy precaria», indicó Emile El-Hokayem, un experto sobre el Medio Oriente que trabaja en el Centro Henry L. Stimson, un grupo de estudios no partidista sobre política exterior con sede en Washington.

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